El sello DECCA nos presenta un doble C.D. en el que la Accademia Bizantina, bajo la dirección de Ottavio Dantone, nos ofrece las sinfonías de Franz Joseph Haydn que abarcan desde la número 78 a la número 81, en un trabajo serio y disciplinado cuyos resultados hacen disfrutar al oyente de la belleza del estilo clásico.
La historia de la sinfonía tiene en la figura de Haydn una de sus más tempranas y, sin duda, más destacadas páginas. Si bien el músico austriaco no es el creador del género, sí que podemos considerarlo como el primer compositor en elevar este tipo de composiciones a un nivel superior, aportando su enorme calidad musical y su extraordinario talento a este tipo de obras que, desde la belleza del estilo clásico, impulsó junto a otros autores como Mozart y algo posteriormente Beethoven, instaurando una fortísima tradición sinfónica que tuvo, durante muchísimos años, a la ciudad de Viena como capital mundial de esta forma.
Y tanto Ottavio Dantone como la Accademia Bizantina demuestran su buen hacer en estas sinfonías de Haydn, distribuídas en el C.D. según el orden de catálogo, abriendo el mismo por lo tanto la Sinfonía nº 78 en Do menor, una obra que refleja totalmente las características del estilo clásico y la personalidad de Haydn, que se inicia con un Vivace en el que el protagonismo melódico recae totalmente en la cuerda frotada y en el que las aportaciones del viento provocan un sonido más redondo y compacto, con la claridad formal propia de esta etapa y en el que el compositor austriaco desarrolla hábilmente los distintos motivos melódicos. El Adagio con el que continúa la sinfonía es un ejemplo de elegancia, en el que Haydn presenta la melodía en la cuerda frotada, principalmente en los violines, si bien a veces los violonchelos adquieren un fuerte protagonismo, y en el que el viento vuelve a dar mayor consistencia a la sonoridad, tanto el metal como la madera, en un movimiento relajante en el que, pese a ello, los cambios dinámicos y el ataque a las notas en la cuerda buscan en ocasiones una musical energía. Podemos seguir disfrutando de la belleza del estilo clásico en el habitual Minuetto y Trío que corresponde al tercer movimiento; con el toque humorístico que evoca esta música, Haydn realiza un agradable fragmento en el que la cuerda vuelve a ser protagonista, con colaboración destacada en esta ocasión de la flauta. La Sinfonía nº 78 se cierra con un Presto en el que el diálogo entre los violines y la orquesta completa le dan entidad a este movimiento, ágil, dinámico y vital. La interpretación de la Accademia Bizantina y Ottavio Dantone es muy serio y eficaz, mezclando el sonido dulce con ataques más agresivos en la cuerda, con una agrupación perfectamente equilibrada en la que los crescendos son muy bien ejecutados, dándole sentido musical a los cambios dinámicos propuestos por Haydn.
El primer C.D. de sinfonías de Haydn se cierra con la Sinfonía nº 79 en Fa mayor que se inicia con un Allegro con spirito ágil y dinámico, puramente clásico, con los crescendos con especial importancia, el protagonismo total de la melodía, de nuevo basada en la cuerda y con el refuerzo del viento que complementa a la misma. El segundo movimiento de esta obra se corresponde con un Adagio cantábile-un poco allegro en el que Haydn le da un destacado peso, además de a la cuerda, al viento, especialmente a la madera, si bien la aportación de la trompa es también destacada. La tranquilidad y relajación que transmite el movimiento pasa poco antes de su mitad a unos pasajes más vitales, constituyendo ambas partes un fragmento agradable, buen reflejo de la belleza del estilo clásico. El tercer movimiento corresponde a un Menuetto y Trío de una elegancia enorme, reflejo del talento y categoría de Haydn, en el que, de nuevo, el autor juega con la dinámica y los hermosos motivos melódicos para crear unos minutos musicales de altísimo nivel que merecen ser escuchados con atención para disfrutar de la belleza que contienen. En este caso la cuerda y la madera interaccionan para lograr estos efectos y dar paso al Vivace que cierra la sinfonía, un movimiento animado, con todas las características formales y armónicas propias del Clasicismo y que suponen un broche perfecto a este primer C.D. en el que el trabajo de los intérpretes es muy bueno, riguroso y eficaz. Muy buena la tarea de Dantone, destacando los distintos planos sonoros, primando la melodía, realizando muy bien los matices y dándole la gracia y musicalidad necesaria a la pieza, todo ello dentro de un sonido compacto y bien trabajado tanto por él como por los músicos de la Accademia Bizantina.
El segundo C.D. de sinfonías de Haydn se abre con la Sinfonía nº 80 en Re menor concretamente con un Allegro spiritoso de carácter agitado, con fuerza y con pasajes algo tensos muy bien entendido por los músicos; el segundo movimiento lo constituye un elegante Adagio, tranquilo y agradable, en el que el tema va combinándose eficazmente en los instrumentos de cuerda, con mayor protagonismo de los violines y con un viento que le da redondez al sonido. El tercer movimiento es el clásico Menuetto y trío en el que la cuerda se muestra equilibrada y contundente, siendo un menuetto algo más enérgico de lo que nos tiene acostumbrado Haydn y en el que el viento tiene algo más de presencia que en otros movimientos. La Sinfonía nº 80 se cierra con un Presto basado en un sencillo motivo melódico de pocas notas que es presentado por los violines y repetido por el resto de la orquesta; sobre esta idea, Haydn va jugando, bien con cambios de tono, adornando el motivo, etc. demostrando su maestría en el manejo de la orquesta y en su capacidad para sacar partido de los motivos. Es destacado en este movimiento el juego que el compositor plantea con los matices dinámicos, uno de los elementos que más sentido le dan a este ágil y optimista movimiento, alegre y ejemplo perfecto de Clasicismo musical puro. El trabajo realizado por Ottavio Dantone y la Accademia Bizantina es muy bueno, muy serio, con un estudio intenso de la obra por parte del director, que distingue perfectamente los planos sonoros, siempre dentro de un sonido equilibrado y compacto, destacando en cada momento los distintos motivos melódicos, cambios dinámicos, etc. al servicio de la musicalidad y de la estética clásica.
El C.D. de sinfonías de Haydn se cierra con la Sinfonía nº 81 en Sol mayor, cuyo primer movimiento se corresponde con un hermoso Vivace lleno de dinamismo y fuerza, con el aire alegre propio del Clasicismo vienés. Con algo más de peso por parte del viento que en las piezas anteriores, la interpretación es de la orquesta es muy buena, muy bien ejecutada la dinámica, a la que se le saca un gran partido y, de nuevo, muy bien equilibrado el sonido. El segundo movimiento es un Andante en el que la madera adquiere un considerable protagonismo y es hábilmente combinada con la cuerda por Haydn. El fragmento, tranquilo y relajante, posee no obstante momentos en los que el autor cambia la dinámica predominante de piano a unos ocasionales fortes, que le imprimen un elemento de variedad a este hermoso movimiento. El Menuetto y trío con el que continúa la obra es un fragmento de gran belleza, muy elegante y vital. Con algo de agógica en el trío, Haydn le da una presencia considerable a la madera, cuyos diálogos con la predominante cuerda en el tema son la base de este delicioso fragmento. Un allegro ma non troppo cierra este disco de sinfonías de Haydn, dinámico, ágil, optimista, con un aire que por momentos nos recuerda alguna de las últimas sinfonías de Mozart, que nos ofrece algunos pasajes con algo de contrapunto, con exquisitos diálogos entre los violines y los violonchelos y contrabajos que juegan con el motivo sobre el que se desarrolla todo el movimiento, con unos eficaces crescendos y una buena contribución del viento en una pieza cien por cien clásica. De nuevo muy serio el trabajo de Dantone y la Accademia Bizantina que nos ofrecen este conjunto de cuatro sinfonías de Haydn desde el rigor, el buen hacer y el buen resultado musical como rasgo predominante durante todo el doble C.D.
Emilio Lacárcel Vílchez