Herreweghe ofrece una Pasión según San Juan austera y mística

Herreweghe ofrece una Pasión según San Juan austera y mística
Philippe Herreweghe

Dentro del ciclo “Música Antigua” del Auditori de Barcelona se ha programado con un éxito de público absolutamente abrumador la Pasión de San Juan de J.S.Bach. Una versión austera y mística fue lo que ofrecieron las formaciones flamencas del director Philippe Herreweghe con unos solistas entre correctos y deficientes.

Hace más de cuarenta años que Philippe Herreweghe comenzó bajo el pupilaje de Harnoncourt su andadura de la investigación de unas interpretaciones más históricas e historicistas del repertorio barroco y fundó su Collegium Vocale Gent que tantas maravillosas grabaciones nos ha ofrecido en estos cuatro decenios.

Aunque ya ha venido en otras ocasiones a Barcelona era su debut en el Auditori, una sala que aunque acogió a un público ansioso de oír a las formaciones flamencas tal vez su espacio era demasiado grande para la versión que después se nos ofreció y que superó la capacidad de proyección de algunos de los solistas.

Es una suerte que en tan poco tiempo se hayan podido oír en la ciudad las dos pasiones de Bach, la de San Mateo que ofreció hace unas semanas Jordi Savall por primera vez y esta menos programada habitualmente de San Juan por uno de los que mejores conocedores de Bach del norte de Europa.

Como testimonios de su buen hacer tenemos sus dos grabaciones de la obra que ha realizado en estos decenios, a parte de la cantidad ingente de veces que Herreweghe la ha dirigido en todo el mundo.

En sus declaraciones antes del conciertos el músico belga nos recordaba el espíritu con que se ha de escuchar esta magna obra: «El público ideal para esta obra ha de ser musical y religioso. Creo que todos somos religiosos porque tenemos una parte espiritual, que unos la han desarrollado más que otros. El hombre es racional pero necesita su parte espiritual. Y muchos hallan ese sentido de lo eterno a través de la música».

Desde los primeros compases que abren la obra Herreweghe dejó claro cual iba a ser el subrayado de su versión: claridad de líneas y planos sonoros, pero ningún efectismo de cara a la galería.

Su lectura de la partitura de Bach fue más introvertida, limpia de exageraciones semánticas y dramatúrgicas. Era evidente que no estábamos ante una ópera religiosa sino ante una lectura luterana, casi calvinista de la pasión de Cristo, donde han de reinar más la fuerza de la palabra que las figuras retóricas, por más musicales que sean, que las envuelven.

Una pasión más mística y ascética que dramatúrgica, más austera que barroca, más reflexiva que expresiva.

Para ello contó con sus efectivos vocales e instrumentales que desempeñaron con esa idea sus papeles, en ningún momento hubo grandes tensiones o grandes desequilibrios sonoros sino más bien lo contrario, una excesiva languidez que a veces rozó la monotonía.

A este aspecto negativo ayudaron algunos de los solistas que no alcanzaron el nivel esperado para una propuesta de este calibre.

Damien Guillón, alto y Peter Kooij, bajo fueron los encargados de las arias respectivas y puede que como miembros del coro sean más que competentes pero no para enfrentarse de solistas en una propuesta de este ciclo donde sus prestaciones resultaros escasas e inadecuadas.

Lo mismo se puede decir de Zachary Wilder que sustituyó a última hora al tenor programado Robin Tritschler con dificultades de proyección y carencias en las ornamentaciones.

Por el contrario la soprano Grace Davidson y el tenor Thomas Hobbs en su papel de Evangelista fueron lo más interesante de la velada tanto por su calidad vocal como por su expresividad musical.

Tobias Berndt, bajo, que sustituyó en el papel de Jesús al inicialmente programado Florian Boesch estuvo dentro de una corrección aceptable ante esa sustitución de última hora.

El público respondió al final de cada parte con grandes aplausos a esta labor y a este momento de misticismo musical que espero anime a los programadores a seguir en esta línea que durante tantos años se ocupó la sección de música de la Fundación La Caixa y que hoy tristemente no tiene ninguna relevancia en la vida cultural de la ciudad, lo que es más que cuestionable cuando dedica grandes dotaciones de dinero a otras ciudades fura del ámbito catalán.

Lo mejor de la velada fueron las intervenciones del coro, ejemplo de equilibrio, dicción y naturalidad del canto, y del acompañamiento de la formación instrumental con especial subrayado al bajo continuo.

Un concierto que sirvió de magnífico pórtico para estos días de religiosidad ambiental.

Nicolás Piquero