Sabe a poco la aparición de Esther Ruiz, encarnando a Tórtola Valencia, en esta zarzuela de zarzuelas que Miguel del Arco ha llamado ¡Cómo está Madriz! y que señala el camino hacia el que puede modernizarse el género. En busca del público joven, La Gran Vía y El año pasado por agua se transmutan, con los correspondientes cambios para nutrir una nueva historia protagonizada por Paco León, en un musical divertido, con sus dosis de polémica de los más puristas y algunos minutos que podrían recortarse. Pero, ante todo, está muy bien dirigida –los movimientos de grupos son impecables- por quien hemos sabido en estos días que dará nueva vida dramática al Teatro Pavón.
Del Arco ha aprovechado aquí también para dar un apunte sobre aquella danzarina exótica de principios del siglo XX, que lo mismo engatusaba con su elegante arte oriental, que se marcaba un baile español en la mejor línea de la estilización en pleno auge y que otras bailarinas más doctas en nuestra danza, como Antonia Mercé, llevaron con plenitud a los escenarios. Era la época de los Ballets Rusos, pero también de Ruth St. Denis, en Estados Unidos: con ella comenzó una jovencita Martha Graham que se convertiría en madre de la danza moderna norteamericana.
Carmen Tórtola Valencia (Sevilla, 1882-Barcelona, 1955) fue sevillana, como ven, pero se cuenta que, con sólo tres años se trasladó a Londres con sus padres y se quedó a vivir con una familia de la alta burguesía, hecho enigmático para todos los que han escrito sobre ella. Considerada por los autores que han indagado en su historia como una mujer controvertida, también figura como una avanzada feminista y vanguardista bailarina, así como que hablaba seis lenguas y había estudiado música, danza y dibujo.
En este sentido, en los escasos minutos en los que del Arco nos la presenta, el foco de atención está puesto en su “moderna” sexualidad y en la ambivalencia de géneros que mostraba en su espectáculo. Esther Ruiz aparece en lo alto de la escalinata del decorado vestida como la maja que encarnó esta bailarina de la Belle Epoque cuando fue imagen de una famosa marca de perfumería. Debajo va vestida al estilo bayadera, similar al que Valencia viste en las fotografías que se conservan, y es ahí cuando la intérprete de ¡Cómo está Madriz! al despojarse del ropaje de maja ofrece un fragmento coreográfico al estilo orientalista que interpretaba Valencia.
“Es todo un regalo de Miguel del Arco”, asegura quien lleva más de dos décadas interviniendo en las distintas producciones del Teatro de la Zarzuela. Para esta discípula de Mariemma, Aurora Pons, Paco Fernández, o Rosa Ruiz, maestros en la Real Escuela de Arte Dramático y Danza donde estudió Esther Ruiz, es una gran satisfacción encarnar a esta artista. “He hecho la coreografía basándome en fotos suyas. Siempre me ha fascinado su vida y ahora interpretarla es un sueño. Creo que Tórtola Valencia fue una incomprendida”, señala, “y estaba adelantada a su tiempo, porque además era antropóloga. Figúrate, en esa época, llevar a escena esas danzas… Creo que era una visionaria”.
La aparición de Tórtola Valencia en la zarzuela tiene sentido, además, en cuanto a que fueron los miembros del Ateneo de Madrid quienes le dieron su lugar intelectual en un momento en el que bailar en un escenario significaba entrar en el terreno de las variedades, a veces más artísticas, otras veces más sicalípticas.
Si en ¡Cómo está Madriz! asistimos a una escena memorable en la que se reproduce la tertulia de uno de los cafés madrileños de principios del XX, con Valle-Inclán, Machado, Baroja, Jacinto Benavente o Lorca, aplaudimos la decisión de Miguel del Arco de incluir en ese ambiente a quien fue una de sus musas (Valle Inclán, por ejemplo, también era fan de Antonia Mercé, entre otras). Fue en 1913 cuando Tórtola Valencia fue invitada a tan magno escenario, año en el que los Ballets Rusos escandalizaban en París con La consagración de la primavera, después de haber vestido de exotismo Europa con su Cleopatra, sus danzas del Príncipe Igor o su tan memorable Schéhérazade.
En este sentido, Esther Ruiz viste por unos minutos –aunque no lo sabemos- los dos diseños de uno de los nombres más importantes de nuestro teatro, Pedro Moreno. “El vestuario es otro gran regalo, maravilloso, pero es inevitable sentirme como una bombonera con los dos trajes”, dice riendo, mientras recuerda durante la conversación a otros de sus maestros, en los míticos Estudios Amor de Dios, como Pedro Azorín, Paco Romero o María Magdalena.
Por dar unos apuntes más de la intensa vida de Tórtola Valenci -es imposible relatar toda-, reseñar que también hizo cine, en 1915, protagonizando las películas Pasionaria –que narraba las vicisitudes de una artista como ella – y Pacto de lágrimas. Recorrió el mundo, fue muy famosa también en Latinoamérica, hasta que, en 1931, se retiró a vivir a Barcelona, y los hombres que aparecen en su biografía van desde Zuloaga, al rey Alfonso XIII, pasando por Gabrielle D’Anunzzio o el Marqués de Vinent, con el que estuvo a punto de casarse. En ¡Cómo está Madriz! se pone el acento en la que sus biógrafos consideran su verdadera relación sentimental, con una joven, a la que adoptó para cubrir las apariencias y quien custodió su legado a su muerte, donándolo al Museo del Institut del Teatre de Barcelona, donde se conserva.
Pero lo cierto es que esta breve aparición de Tórtola Valencia surge en una zarzuela que Miguel del Arco ha dirigido con el movimiento como principal motor para su puesta en escena, donde, sin números específicos de danza, y sí algunos momentos como tal, la coreografía mueve a actores, cantantes y bailarines. “Todo está montado de forma muy orgánica, muy de verdad”, concluye Esther Ruiz. “Hace muchos años que le admiro y verle trabajar es fantástico. Porque Miguel es un “animal” de escena; te canta te baila y cuando te vas dando cuenta de cómo dirige… Se trataba de jugar, nos decía, “porque ya cortaré yo”. Es de las funciones más frenéticas que he hecho en mi vida. Es más que una zarzuela, es un musical y ¡tiene que verlo todo el mundo!”.
Cristina Marinero