Un nuevo Verdi, I Masnadieri, se incorpora con éxito al repertorio del coliseo del Turia en una producción en el que ha brillado la música y el canto por encima de la escena. Un cuarteto vocal de gran calidad bajo la batuta de Roberto Abbado que supo sacer una noche memorable de los efectivos de la casa, orquesta y coro en una producción efectista aunque monótona y de lectura monocroma de Gabriele Lavia.
Si hay quien dice que las óperas barrocas no dejan de ser una colección de recitativos y arias da capo, de las óperas de Verdi de esta época podríamos decir que su característica es la sucesión de aria y cabaletta con la inclusión de algún coro y algún que otro numero de conjunto sustentados en una historia inverosímil llamada drama romántico.
Pero tanto en las buenas óperas barrocas como en esta ópera que nos ocupa se nos olvidan los prejuicios ante la belleza de la música y una buena interpretación como la que se pudo ver en Las Arts este fin de semana.
Ya desde los primeros compases de la obertura intuimos que iba a ser una noche memorable con un Abbado inspirado y entregado que desde el foso supo sacar el drama que contienen los quince primeros compases del andante del preludio para dar paso a un solo de una tristeza y melancolía inauditos por parte del solista de celo de la orquesta. Este inicio marcó el tactus de la obra, seguridad en el drama sin concesiones a la galería, concentración absoluta y escucha al pathos de los personajes y cantantes. Tal vez ha sido una de las noches más memorables de Abbado de las muchas que ha tenido de calidad en su paso por Valencia y que lamentamos que se acaben ya que con él se nos abre nuevamente el interrogante de la excelencia que acompaña la orquesta y coros de este teatro.
La escenografía de Alessandro Camera juega con un solo espacio escenográfico aspero e incómodo con cambiantes elementos secundarios y un omnipresente sillón que simboliza el poder y la presencia del padre Massimiliano. Ayudado por un buen tratamiento de la luz del mismo repositor del director de escena, Allex Aguilera junto con Nadia García y un vestuario que juega con toques de la época y guiños a la actualidad de Andrea Viotti ayudaron a evadirse de una lectura literal y excesivamente poco creíble de la historia original que escribiera Schiller en su Die Raüber y que adaptara para Verdi Andrea Maffei.
Este melodrama que Verdi estrenara en el Teatro de su Majestad de Londres en 1847 con apenas 34 años nos sitúa en plena época del Risorgimento donde la sensibilidad política estaba a flor de piel, de ahí que el abuso de poder, el canto de los oprimidos aunque fueran bandidos como en este caso conectara con el público italiano que ansiaba cada nueva ópera del compositor de Busseto y que arrancaba aplausos hasta el delirio.
Si bien podemos considerar que dramáticamente las posteriores óperas de Verdi inspiradas en dramas de Schiller, Luisa Miller o Don Carlo fueron más elaboradas hay que reconocer que en eta el poner los dos planos dramatúrgicos de las historias de los hermanos con el triángulo amoroso con la sombra del padre poderoso y por otra parte la de los bandidos inmisericordes y solidarios con Carlo nos muestran en todos los personajes excepto en la pureza de Amalia que nada es blanco o negro, bueno o malo sino poliédrico con tantos vicios como virtudes.
Tal vez el mejor encuadre de esta ópera lo realizaba la calavera graffiti del fondo del escenario que con un cuchillo entre los dientes centraba el lema “Liberta o morte” resumen de cada uno de los personajes de este drama tanto de solistas como del coro.
Este melodrama en cuatro actos necesita de cuatro solistas más que solventes ya que Verdi les exige sin concesiones comenzar con fuerza en cada una de sus intervenciones. Así Stefano Secco comenzó su aria “O mio castel paterno” con plenitud de facultades y entrega, que sin embargo a medida que pasaba la función mostró señales de cansancio por un rol tan exigente como duro en presencia escénica e intensidad dramática. Destacar su gran proyección y generosidad de volumen en cada intervención destacando su duo con Amalia del tercero y con su padre Massimiliano del cuarto.
Fue un privilegio contar con MichielePertusi en el padre atormentado y destronado tanto por su validez escénica como en sus intervenciones canoras destacando su cuasi aria “Misericorde così” que se acaba convirtiendo en dúo con tenor así como los finales de acto en el pudimos gozar de esa voz oscura y noble sin fisuras y que completa el cuarteto vocal protagonista en el registro más grave.
Todavía está presente entre los comentarios de los aficionados líricos valencianos el Eugene Onegin que el barítono polaco Artur Rucinski protagonizara en este mismo escenario hace ocho años y que ha revalidado en éxito y calidad con esta interpretación del malvado y atormentado Francesco. La tesitura de este papel no es incómoda para un barítono lírico como es el caso del polaco, pero la dificultad es conseguir la maldad, ansia de poder y venganza, así como la locura consecuente que anticipan personajes como Nabucco, Macbeth o Yago del mismo Verdi. Es por tanto el personaje más complejo que Rucinski recreo al milímetro tanto desde la partitura como desde la escena con momentos memorables como su aria de presentación “La sua alampada vitale”, el dúo con Amalia del segundo acto y lo más conseguido de toda la representación el momento del sueño del cuarto acto donde el miedo y la locura no le hicieron perder el magnífico fraseo y color de esta voz plateada que posee.
Por las crónicas sabemos que Verdi contó para el estreno de su ópera con un cast de primer nivel internacional destacando la soprano coloratura Jenny Lind, el ruiseñor sueco, para el papel de Amalia. Observando la partitura vemos que Verdi aprovechó estas facilidades de la Lind para escribir un papel que tuviera las exigencias y dificultades de una soprano belcantista pero con un carácter incluso vocal más lírico en algunos momentos del tercer y cuarto acto.
La joven soprano italiana Roberta Mantegna fue la gran sorpresa de la velada, Su delicadeza y elegancia escénica eran perfectas para el personaje tierno e inocente enamorado de Carlo que se trasforma en una mujer defensora de su dignidad tras el acoso de Francesco.
Y su calidad vocal quedo patente desde su primera cavatina “Lo sguardo avea”, pero destacamos su aria del segundo acto “Tu del mio Carlo in seno” verdadera lección de fraseo y musicalidad, con un dominio tan increíble como bello del fiato y de la coloratura sin fisuras y con homogeneidad de color en toda la extensa tesitura que Verdi le exige sobretodo en los dúos y finales de acto. Esperamos verla en otros roles aquí en Valencia o en otros teatros de nuestro país.
Si hemos comenzado alabando las excelentes prestaciones del maestro Abbado con los colectivos de la casa no podemos acabar esta crónica sin volver a destacar una orquesta que se entrega desde el primer acorde hasta el último a pesar de algunos fallos humanos en algún momento esporádico y sobretodo del coro (en esta ópera más el masculino por exigencias de Verdi) que ha ratificado su sonido homogéneo, empaste, volumen y musicalidad una vez más en una trayectoria inmaculada y que en estas fechas se ve cuestionada tras décadas de calidad musical y profesional por una convocatoria plamteada enunos términos más que cuestionables teniendo en cuenta el mundo musical y la trayectoria de estos profesionales del canto coral.
¡¡Señores políticos no ensombrezcan con continuas y malas decisiones la trayectoria de su teatro!!
Robert Benito