I.- SUOR ANGÉLICA. GÉNESIS

“Il Triticco” es una obra de madurez, compleja, casi inabarcable, y puede que hasta difícil para el público que no esté iniciado en el repertorio operístico general y en el pucciniano en particular. La historia de una monja no parece en principio atractiva. Pero estamos ante una historia que trata sobre la maternidad, sobre el deseo, sobre el poder, y todo ello rodeado de unas maravillosas melodías y de una cuidada orquestación. Vaya por delante que, de las doce óperas que compuso Puccini, “Suor Angélica”, es la única de temática “original”; esto es, no está basada ni en otra ópera, ni en obra de teatro  ni en novela u obra literaria anterior. En cierta forma, Puccini cierra una elipsis que abrió, años atrás, con “Madama Butterfly”.

 

¿Cuál es la génesis de esta obra?,  pues en el año 1.900, y tras el éxito de “Tosca”, Puccini empezó a pensar y a trabajar en  la idea de tres óperas cortas y de un solo acto que debían representarse juntas en la misma noche. Con este planteamiento, le encarga a Luigi Illica el libreto basado en tres relatos cortos de Maxim Gorki: “La balsa”, “26 para una” y “El Khan y su hijo”. Como era habitual en el compositor toscano, esto lo aparca. Puccini tenía muchos proyectos, que va cogiendo y dejando. Dos de ellos, de haberse llevado a cabo, serían muy interesantes en sus manos: un “Pelleas et Melisande” (incluso se llegó a entrevistar con Maeterlink para ello) o  el “Recuerdo de la casa de los muertos” de Dostoievski (obra en el que se basó Janacek para su ópera “De la casa de los muertos”).

 

Como decimos, este proyecto de de las 3 óperas lo deja y lo retoma en París en 1912. Puccini volvía del estreno de “La Fanciulla del West” en Berlín. Hace escala en esta ciudad y asiste a la obra de teatro “Le Houppelande” (“el Tabarro”) de Didier Gold y, pese a no hablar francés, queda enganchado por la fuerza dramática de esta obra teatral. Era una obra naturalista, como la literatura de Émile Zola, y decide adaptarla a una ópera; circunstancia esta que no es nueva en Puccini:  “Tosca”, “Madama Butterfly” o  “La Fanciulla del West” habían sido obras teatrales en las que Puccini se había inspirado, mejorándolas, para sus correspondientes óperas.

 

Puccini, influido por la obra de Didier Gold, decide retomar esa idea de tres óperas cortas que debían ser representadas juntas en la misma noche, y ya tiene la primera: “El Tabarro”. Puccini cambia, como hace siempre, algunas cosas de la obra original en aras de un mayor dramatismo y le encarga la confección del libreto a Giuseppe Adami, quién sería uno de los libretistas, junto con Renato Simoni, de su maravillosa obra póstuma: “Turandot”.

 

Ya tiene una ópera,  otra sería la historia de un personaje que aparece en el cuento 30 del “Inferno” de la “Divina Comedia” de Dante, (obra que Puccini releía constantemente, en esa época, en sus viajes en tren). Por supuesto que nos referimos a “Gianni Schicchi”. Una comedia desternillante, la última gran ópera bufa. El libreto le será encargado a Giovacchino Forzano.

 

Giovacchino Forzano era un hombre “multidisciplinar”: había estudiado leyes y medicina, había sido barítono, era crítico literario, escribía teatro y libretos (algunos para Mascagni y Giordano), dirigía producciones en la Scala y en el Comunale de Roma e incluso fue autor de guiones cinematográficos. Puccini lo había conocido por una entrevista que le había realizado a raíz del estreno de “La Fanciulla del West”. Además, ambos vivían cerca y tenían una buena relación y proximidad.

 

Pues bién, es el propio Giovacchino Forzano quién le presenta a Puccini su idea sobre la historia de una monja que se podría representar como una ópera en un solo acto. Esta temática le encanta y seduce a Puccini desde el primer momento por dos motivos: su protagonista era pecadora (aunque no tanto como él) y aparte él tenía mucha relación con su hermana mayor Higinia. Higinia Puccini era monja, como tal se llamaba Sour Enriqueta y llegó a ser Abadesa en un convento de Agustinas en Vicopiélao en la Toscana. Él iba muchas veces a visitar a su hermana a ese convento y era, para las monjas, un acontecimiento que una personalidad tan destacada y tan reconocida como Puccini pasase por su convento a visitarlas y a contarles cosas del mundo exterior. Por cierto él, qué también se sentía muy a gusto en esas visitas conventuales y antes del estreno en Nueva York de la obra, les contó y les tocó al órgano Suor Angelica a las monjas del convento de su hermana, quiénes quedaron fascinadas.

 

Puccini terminó de componer “Gianni Schicchi” en abril de 1918 (el componía la música con el libreto ya terminado) y, el 14 de diciembre de ese mismo año, se estrenan las tres óperas, el Metropolitan de Nueva York y fueron un absoluto fracaso: la que menos palos llevó fue “Gianni Schicchi” y la que más fue “Suor Angélica” a la que le llovieron palos por todos lados: crítica y público. La interpretación de los roles principales de esta ópera, en la noche del estreno, recayó en Geraldine Farrar (Suor Angélica) y en Flora Perini (Zia Principessa).

 

Curiosamente, y pese a todas las críticas, era de todas las óperas  compuestas por Puccini hasta la fecha,  de la que él estaba más satisfecho.

 

Por cierto, dos anécdotas al respecto:

 

Primera: El nombre de esta trilogía: “Il Trittico” vino después del estreno en el MET y en Italia de las tres óperas. En una reunión de amigos dónde estaban: Puccini, Pagni, Forzano y Marotti fue a este último al que se le ocurrió el nombre el “Il Tritticco”, como el los trípticos religiosos, para aglutinar a las tres obras.

 

Segunda: Puccini quería que se representasen siempre las tres juntas. A Tito Ricordi, su editor, no le gustaba esta idea (se hacía muy largo, se necesitan muchos y buenos cantantes y tres producciones distintas. Vamos, que era caro), y por ello hay un error (unos dicen que involuntario, otros que no) en el contrato gracias al que se pueden representar por separado las tres óperas: así – y como rarezas – se han representado “Salomé” con “Gianni Schicchi”, “Electra” con “Suor Angélica” o “Il Tabarro” con “Pagliacci” (sin duda, una opción mucho más “lógica” que las anteriores).

Daniel Diz Portela

 

 

(continuará …)