III Concierto de Navidad.Teatro de la Zarzuela. Madrid

Teatro-de-La-Zarzuerla

Un concierto de Navidad, una reunión de amigos, una fiesta musical. El lunes 23 de diciembre tuvo lugar en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el ya tradicional III Concierto de Navidad, dirigido en el podio por el entusiasta Cristóbal Soler, a cargo de los cuerpos titulares del teatro (Coro del Teatro de la Zarzuela y Orquesta de la Comunidad de Madrid).

La velada transcurrió siempre en un ambiente casi familiar, en el que el público parecía hermanado, además de por la fraternidad que despiertan estas fechas, por la unión que supone ser amantes de la zarzuela. Todos encuentran un acierto que se recuperen estos conciertos de Navidad y Año Nuevo en el teatro de la Zarzuela, para escuchar la música que nos une, la nuestra, la que hace equipo más allá de complejos y diferencias. La Navidad es tiempo de compartir ilusiones y proyectos, de celebrar aquello que nos une. La Navidad es, por consiguiente, tiempo de zarzuela; tal vez por eso el concierto del lunes tuvo ese carácter especial de acontecimiento, de celebración, más allá del ámbito musical.

Si hablamos de la música, el programa recogió páginas célebres de zarzuela junto a otras poco conocidas. Fue justamente en ese equilibrio donde residió la clave del éxito de la tarde. Era absolutamente imposible aburrirse, pues la música, servida con oficio y arte, despertó los entusiasmos del público, rendido a esas melodías irresistibles, que son fruto inconfundible de nuestra tierra.

Se escucharon polcas, chotis, seguidillas, pasacalles, valses, jotas, cavatinas y canciones de zarzuelas como Las mujeres de Gerónimo Giménez; Cuadros Disolventes (leer con acento madrileño) de Manuel Nieto en la que el mantón de flecos rebujao de Aránzazu Urruzola se enganchó inoportunamente en la chaqueta de chulapo de su compañero; El barberillo de Lavapiés de Barbieri; El pobre Valbuena y Los cocineros de Valverde Sanjuán y Torregrosa; La giralda de López Juarranz; Entre Sevilla y Triana de Sorozábal; Luces y Sombras y El año pasado por agua de Chueca y Valverde Durán; El huésped del Sevillano de Jacinto Guerrero; El juramento de Gaztambide; Doña Francisquita de Vives; Gigantes y Cabezudos de Fernández Caballero; La del Soto del Parral de Soutullo y Vert (que no Wert).

El concierto se cerró con las propinas: el villancico popular Dime niño de quién eres, coreado por el público y con un magnífico arreglo instrumental preparado por Juan Manuel Busto y el propio maestro Soler y el himno de Cádiz de Chueca. Los asistentes celebraron el resultado con una cerrada ovación.

En lo vocal, destacaron el tenor Javier Alonso, de gran limpieza en la emisión y gran vis actoral; la mezzo Graciela Moncloa interpretando a Paca de El pobre Valbuena, con un timbre oscuro muy atractivo, aunque su línea de canto parecía demasiado afectada; Milagros Poblador, que cantó la cavatina de la Baronesa de El juramento, una pieza que le va como un guante a su instrumento de agudo fácil, dúctil y brillante. La voz de Poblador se encarama a la parte alta de la tesitura para desplegar los colores más bellos, pero  flaquea y se agosta en la zona media. Fue la más aplaudida por el público madrileño. También causó sensación la interpretación de la jota de Gigantes y Cabezudos cantada por Julia Arrellano que, aunque no deslumbró con su belleza tímbrica y por momentos sonaba algo hueca y engolada, acentuó magistralmente la jota, y la cantó con tal honestidad e inspiración artísticas, que arrancó varios bravos entre los palcos. El coro en general, al que pertenecen los artistas citados, se entregó al máximo e interpretó cada pieza con un cariño e ilusión especiales, que se contagió desde el comienzo a todo el público.

Cristobal-Soler

Por su parte, Cristóbal Soler parecía disfrutar como nadie con la batuta, y supo aportar ese punto de calor necesario en un concierto de Navidad, sin concesiones al histrionismo o la chabacanería. Durante toda la velada mantuvo en su sonrisa una calidez extraña en los directores de orquesta, y mostró su carácter más gamberro en los bises, vestido de aviador de pies a cabeza, donde supo contagiar la alegría desbordante de un coro jacarandoso y confraternizar con los asistentes.

Tras el concierto, merece la pena subrayar varios aspectos del mismo, no sea que con el ánimo soliviantado por la alegría de estos días perdamos algunos detalles interesantes. Muchos asistentes repararon en lo navideñas que sonaban la polca de Las mujeres de Gerónimo Giménez o el Fandango de Doña Francisquita, entre otras. Y no parecen navideñas por su temática o porque de alguna manera recuerden a obras típicamente navideñas como las operetas del singspiel austriaco, lo parecen porque son universales. Todos sabemos que el sentido último de la Navidad es esa fraternidad universal que nace del sabernos hermanos en la misma esperanza, concelebrantes de una buena notica que nos acerca a todos en su epifanía. Y estas músicas tienen mucho de eso: no sólo nos unen como tesoreros de la misma tradición musical, sino que se revelan como un patrimonio universal, inteligible también más allá de nuestras fronteras.

La noche nos sorprendió también por lo variado del programa, que sin pretenderlo se convirtió en un catálogo donoso y colorido de diferentes acentos españoles. Toda una metáfora de la unidad que necesitamos en estos tiempos de incertidumbre. Sin duda, los asistentes disfrutaron orgullosos de esa riqueza que ofrece nuestro país, y que se descubrió como una fantástica guirnalda musical, adornando el friso navideño de la música culta durante estas fiestas, a la altura de los Strauss, Marschner o Lortzing.

Permítanme que aproveche estas últimas líneas para desearles a todos ustedes, lectores de operaworld.es, unas felices y musicales Navidades.

Carlos Javier López  Sánchez

@CarlosJavierLS