Il bacio di Tosca o cómo defenderse de los violadores

Il bacio di Tosca Por Majo Pérez

La semana pasada me presentaron a una joven soprano búlgara que se ha mudado a Madrid recientemente. Al parecer, antes vivía en una ciudad del norte de Italia. Para proteger su identidad, la llamaremos Milena. Lo primero que me llamó la atención de ella fue su aspecto angelical. Tiene el pelo rubio ceniza, algo ondulado, y unos ojos muy vivos color turquesa. El rojo encendido de sus labios rivalizaba con el de sus mejillas, pero apenas iba maquillada. Y además vestía una blusa blanca como de estilo victoriano, muy en la línea de su pálido cutis. Fue por tanto una divertida sorpresa cuando, al poco de habernos sentado –nos disponíamos a cenar en un restaurante– por su boca empezó a salir una pasmosa retahíla de palabrotas y sentencias mitad en italiano mitad en español a cuenta de otra soprano del Este que, según ella, debe toda su fama al marketing. Ni el más aguerrido napolitano del barrio de Scampia, tras un año de entrenamiento, la habría igualado en locuacidad. Il bacio di Tosca

La misma escena se repitió al primer bocado de melanzane alla parmigiana, ante la torpeza de un camarero, y cada vez que Milena tenía que expresar su desagrado hacia alguien o algo, pues la chica se había dado cuenta de que su metralleta de improperios nos hacía reír y mantenía animada la conversación. Poco a poco, el vino de Chianti con el que regábamos la manduca y la buena sintonía entre los comensales nos fueron soltando la lengua y nuestras carcajadas empezaron a ir in crescendo. Sin embargo, paralelamente yo me fui despegando de la cháchara para enredarme en mis cavilaciones. Me dio por pensar que el contraste entre la apariencia angelical de Milena y su explosivo carácter tiene su reflejo en la ópera, donde cada noche mujeres con una fortaleza y un autocontrol increíbles deben interpretar roles forjados por siglos de misoginia. Una vez reducidas a objeto de deseo de hombres sin escrúpulos, mujeres con el carisma de Milena suben al escenario para ser engañadas, abusadas, juzgadas, tratadas de locas, asesinadas o empujadas al suicidio. El arte es el reflejo de la sociedad, y de Don Giovanni a Lulu pasando por Pagliacci, la ópera es la historia de la brutalidad contra las mujeres. Il bacio di Tosca

Pero la realidad siempre supera a la ficción y la velada dio un giro inesperado que me sacó de golpe del ensimismamiento. A la hora del tiramisú y los chupitos de amaretto, sin saber yo exactamente de dónde venía la conversación, Milena empezó a relatarnos un intento de violación sufrido años atrás en Florencia. Ocurrió por la tarde en un cibercafé cercano a su casa, al que la joven había acudido para llamar a su madre. Mientras ella estaba hablando, el dueño del local, un gordo maloliente con el pelo grasiento,  aprovechó para cerrar la puerta y tomar posición. Inmediatamente después de que Milena colgara, sin dejarle tiempo de levantarse, el tipo la rodeó por detrás con sus brazos y empezó a hacerle proposiciones sexuales al oído.

Al más mínimo movimiento por parte de ella, él la agarraba con más fuerza, inmovilizándola entre la silla y el escritorio con el peso de su cuerpo. Milena pronto comprendió que no le quedaba otra que actuar. Haciendo de tripas corazón, empezó a sonreírle melosamente, le besó con timidez en la mejilla y entrelazó los dedos de su mano derecha con las morcillas de uñas negras de su violador. Así se pudo por fin poner de pie para tomarle a continuación la otra mano, y una vez que lo tenía bien agarrado, simulando que le iba a dar un beso en la boca, le propinó en la cara un cabezazo con toda la furia de la que fue capaz, seguido de una fortísima patada en los testículos. El tipo empezó a sangrar por la boca, tenía algún diente roto. Mientras se retorcía de dolor, ella pudo llegar a la puerta y descorrer el pestillo. Tan pronto puso un pie fuera, las piernas se le volvieron de algodón y se desplomó, así que continuó huyendo a gatas, entre llantos y gemidos. En esto salió el dueño de la tienda y empezó a gritarle cosas horribles ante la pasividad de los transeúntes: “¡Puttana!, ¡troia di merda!, ¡vuelve a tu país a robarle al malnacido de tu padre!, ¡puttana!” Nadie la socorrió. ¿Por qué iban a socorrer a una puta búlgara que acababa de  intentar robar en una tienda?

Era evidente que Milena ya llevaba unas cuantas óperas a sus espaldas. Lo delataba la serenidad de su relato. Además, según había referido al principio de la cena, en el conservatorio de su ciudad natal donde estudió canto recibió una buena formación. Allí una profesora le repetía constantemente que si no sabía abrirse de piernas, su carrera no la llevaría a ningún sitio… Como todos guardábamos un respetuoso silencio, invadidos como estábamos por la conmoción,  tuvo que ser ella misma quien pusiera el contrapunto a una historia tan tremenda: “¿Cosa se creía questo trozo di merda, schifo di porco, que io, io iba a darle un beso en su boca que puzza a gato muerto? Sí, un beso, sí, ma un ¡bacio di Tosca!”. Todos sonreímos con una sensación que quería ser de alivio y asentimos, asentimos con admiración ante esa mujer luchadora y genial que nos acababa de dar una lección de resiliencia operística…

Exceptuando el nombre de la protagonista y su país de origen, la historia que acaban de leer es escrupulosamente cierta. Tan cierta como que esta noche, a las 19:30, se estrena la Tosca con la que el Teatro Real cerrará esta temporada 2020-2021. Se ofrecerán de la misma 16 funciones repartidas hasta el 24 de julio. Y el día 10 está prevista una retransmisión gratuita en directo que podrán seguir por los canales del teatro en YouTube y MyOperaPlayer, a través de La 2 y de Radio Clásica de RTVE, y, si están en Madrid, en las pantallas gigantes que se instalarán tanto en la Plaza de Oriente como en la de Isabel II.