«Il trovatore» en Valencia, por Federico Figueroa

Il trovatore (G. Verdi).
Valencia. Palau de Les Arts. 16.JUN.2012
Dirección musical: Zubin Mehta
Dirección escénica y escenografía: Gerardo Vera
Escenografía y adjunto de escenografía: Alejandro Andújar
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Realización videográfica: Álvaro Luna
Manrico: Jorge LEÓN. Leonora: Maria AGRESTA. Azucena: Ekaterina SEMENCHUK. Conde de Luna: Sebastian CATANA. Ferrando: Liang LI. Inés: Ilona MATARADZE. Ruiz: Mario CERDÁ. Gitano: Leonard BERNAD. Un mensajero: Jesús ÁLVAREZ.
Orquesta de la Comunitat Valenciana.   Coro de la Generalitat Valenciana.

Difícil es hacer Il trovatore en los tiempos actuales, por la escasez de cantantes idóneos a la complicada partitura y por el enrevesado y hasta ininteligible argumento que plantea la obra. Y para rizar el rizo, el Palau de les Arts dentro del Festival del Mediterráneo lo presenta en un escenario que debe ser compatible con otra ópera con la que poco o nada tiene en común. Y sin embargo, el resultado es un digno espectáculo, a pesar de algunos puntos negros que señalo más adelante.

Zubin Mehta ofreció una lectura controlada en el caudal sonoro, cuidando a los cantantes y apoyándoles en los momentos en que más podían lucirse. No desaprovechó los pasajes corales para mostrar el poderío y alto nivel de la orquesta y el coro. Eligió, con buen criterio, unos tiempos ágiles que ayudaron en lo que posible a la propuesta escénica de Gerardo Vera, poco clara en puntos básicos como la situación espacio-temporal de la trama y la manifestación de las relaciones entre los personajes.

El cuarteto protagonista entraba o salía del escenario como quien va a comprar al supermercado, con la mínima interacción posible con otros personajes y el coro puesto allí para cantar y nada más. En pocas palabras, una deficiente dirección de actores. La escenografía, compartida con las representaciones de Medea de Cherubini, es neutra, funcional y hasta lograda estéticamente, especialmente en la segunda parte. El vestuario es desconcertante. En la primera escena de Leonora con Ines, parece que ambas están el el siglo XIX; poco después la estética es similar a la fascista del período de entreguerras y más tarde hace su aparición una Azucena como salida de una comuna hippie de finales de los años sesenta del pasado siglo.

Del equipo de solistas, la gran triunfadora fue Ekaterina Semenchuk, mezzosoprano de recio instrumento que controla con precisión y elegante línea de canto. Su Azucena fue la más homogénea del cuarteto protagonista. El tenor canario Jorge de León tiene, y exhibe abundantemente, una potente voz. No siempre controla ese chorro sonoro de la manera más adecuada o acorde al personaje. A la mayoría del público esa exhibición le encanta y le aplauden rabiar. Pero el canto es más que eso. Ojalá y logre llevar por buen camino el enorme potencial que tiene. La soprano Maria Agresta dibujó una delicada Leonora. Estuvo más redonda en su segunda intervención solista, a pesar de pequeños desfallecimientos en la emisión que empañaron sus dos lucidas arias. El Conde de Luna perfilado por Sebastian Catana fue el más débil eslabón del cuarteto principal. Es un barítono cumplidor que sale avante con los medios que tiene: una voz de timbre no especialmente bello, escasa de brillo y de nobleza en el fraseo. Mejor impresión causó el chino Liang Li en el menos lucido personaje de Ferrando. Se trata de un bajo bien timbrado, que frasea con buen gusto y matiza con inteligencia.

Correctos los solistas encargados de los personajes más cortos que aparecen en este «operón» verdiano.

Federico FIGUEROA.