«Il trovatore» Liceu Barcelona Por Félix de la Fuente
La bélica pulcritud de Il Trovatore en el Liceu
Vuelve al Gran Teatre del Liceu Il trovatore, donde esta vez la dirección escénica de Alex Ollé se une a la música de Giuseppe Verdi para tender un puente que salve, por así decir, el vacío del libreto. El director recontextualiza la ópera durante la Gran Guerra sin ambicionar esta vez dar calado al texto (ni mucho menos enmendarlo como la directora Lotte de Beer llegó a hacer con la insípida historia del Les Pecheurs de Perles), sino más bien hacer cohabitar lo visual y lo argumental en un concepto que no desmienta a ninguno de los dos. «Il trovatore» Liceu Barcelona
Hay cuadros hermosos en su distanciamiento, y tal es la pulcritud estética de esta Gran Guerra que no hay aristas rotas por cañonazos ni barro en las trincheras que cubra a soldados y refugiados. Asistimos al aplomo de una abstracción bélica, sin duda agraciada en la escultura cinética que es la escenografía de Alfons Flores y la composición lumínica de Urs Schönebaum. El espacio escénico de los diversos cuadros opera por sugestión, y conforme el batallón de monolitos coordina sus plomadas en altura, se izan las almenas de una muralla o se hunden los hoyos de las trincheras; asistimos a las cadentes columnas de un claustro conventual o al decadente paso de refugiados por las lápidas de un camposanto, e incluso presenciamos la flotación de ultramundo sobre el terrorífico relato de Azucena. «Il trovatore» Liceu Barcelona
Es quizá la sucesión de estas dos últimas escenas, el «Coro del yunque» y «Stride la vampa», el momento clave del montaje de Alex Ollé, donde se potencia el espíritu original de la ópera al invertirse la emoción musical. Así sucede cuando los aires festivos del «Coro di Zingari» en el campamento gitano se vuelven lesivos en los labios de unos refugiados de guerra entre las lápidas de sus muertos, de modo que la subsiguiente entrada de Azucena y su relato, deja de ser la amargura de una paria y pasa a coincidir espiritualmente con la terrible realidad en la que habitan. Quizá todo el concepto escénico se anude en este momento de terror bélico como todo el libreto se anuda en el terror de Azucena.
Cuando el ensueño estético no puede salvarnos del sopor argumental, solo queda entregarse a ese otro ensueño que es la música de Verdi, esta vez sí, sostenida magistralmente por la batuta de Ricardo Frizza. En lo vocal, Hibla Gerzmava encarnó una aplaudida Leonora con algunos momentos de bellísima agilidad que salvaron las pazguatas decisiones del personaje. Ella es el vértice de un triángulo amoroso con dos desconocidos hermanos, que comparten en su actuación un hieratismo que marca distancias con el espectador y al que no ayuda una dramaturgia estática de largos soliloquios a modo de recital. Así y todo, un dedicado Ángel Ódena saca adelante la estéril dedicación del Conde de Luna a sus quehaceres de amor y orgullo. Por su parte, el tenor coreano Yonghoon Lee exhibe a Manrico como un contundente trovador, inmune a interpelaciones de ternura, cuyo fervor no parece admitir cambios en el estado de ánimo como un brillante obús no admite cambios de trayectoria. Finalmente, una emocionante y aplaudida «Stride la vampa» de la Azucena de Judit Kutasi, el único personaje al que sí mueve y conmueve algo que supera la banalidad romanticona del libreto: el absurdo terror.
Tal vez la pulcra y despojada Gran Guerra de esta producción de Il trovatore nos anime a despojar también dicho libreto de todo lo no sea su nervadura principal para retener mentalmente cuadros estéticos memorables y momentos singulares: esos que hablan de la aversión hacia un bando que acaba por ser otra versión de uno mismo; esos que hablan de no consumar los amoríos por consumar las vísceras, que es lo mismo; del consumir de las llamas de la hoguera o del consumir de las fiebres de la promesa, que es lo mismo, o, en fin, de sumirse en el odio para consumirse en el podio del vencedor, que es lo mismo.
3 de noviembre de 2022, Barcelona (Gran Teatre del Liceu). Il trovatore (Giuseppe Verdi).
Director musical: Riccardo Frizza. Dirección de escena: Àlex Ollé. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceu. «Il trovatore» Liceu Barcelona
Solistas: Àngel Òdena, Hibla Gerzmava, Judit Kutasi, Yonghoon Lee, Krzysztof Baczyk, María Zapata, Antoni Lliteres.