Il Trovatore. Verdi. Venecia

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Gregory Kunde y Artur Rucinski

Teatro de la Fenice de Venecia. 20 Septiembre.

Este viaje a Venecia tenía por objetivo fundamental asistir al debut de Gregory Kunde en el personaje de Manrico, pero el acontecimiento estaba muy bien acompañado, ya que el día anterior se representaba La Traviata en una producción de Robert Carsen y al día siguiente del Trovador estaba anunciado L’Inganno Felice, de Rossini. Un buen trío para un fin de semana.

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Escena

Lamentablemente, Vueling empezó anunciando retraso de una hora en la salida del vuelo, que luego se convirtieron en cuatro, al coincidir con avería técnica y tener que cambiar de avión. Total, que a las 9 de la noche llegaba con el vaporetto a la Plaza de San Marcos. Más vale que el reparto de Traviata era bastante mediocre.

Para el debut señalado de Gregory Kunde La Fenice ha repuesto la producción de Lorenzo Mariani, que se estrenara aquí conmemorando el 150 aniversario de la unidad italiana, aunque el estreno absoluto tuvo lugar en el Festival Verdi de Parma en Octubre de 2010 y allí pude verla entonces.

Como digo, el responsable del espectáculo es Lorenzo Mariani, que ofrece una producción muy tradicional y de muy poco interés. Producción minimalista con escenografía y vestuario de William Orlandi, el mismo de una de las últimas producciones de esta ópera en España, pudiendo verse en el Liceu y en Oviedo. Suelo ondulado, presencia de la luna y algunos elementos escénicos prescindibles por ridículos y de gusto un tanto infantil. Una estatua de un caballo blanco en la segunda escena, una silueta de un castillo en Castellor y un tálamo nupcial rodeado de grandes velas (aquí eliminadas) causan una sensación de pura horterada escénica. La escena final, totalmente vacía, más propia de la muerte de Manon Lescaut en el desierto de Louisiana que del final de Il Trovatore. Vestuario sin interés, de época medieval, con profusión de cascos, corazas y espadas. La iluminación de Christian Pinaud me ha gustado más que en Parma. La dirección escénica de Lorenzo Mariani es tan pobre y clasicota como el resto de la producción. Coro estático, cantantes dejados a su suerte y no mucho más. Producción únicamente válida para nostálgicos.

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Escena

El joven Daniele Rustioni ha sido el encargado de la dirección musical y su lectura ha sido mejor de lo esperado. No hace un año que le vi dirigir esta ópera en La Scala y su lectura me resultó rutinaria y plana. No sé si también existe el miedo escénico entre los directores, pero la verdad es que la dirección de Daniele Rustioni ha sido notablemente mejor, más viva, más tensa y más verdiana, apoyando bien a los cantantes, que no tuvieron problemas para aprovechar la magnífica acústica de este teatro. A destacar la prestación de la Orquesta del Teatro de la Fenice. Buena también la actuación del Coro del Teatro de la Fenice. A diferencia de lo que ocurrió en Parma, aquí se han repetido todas las cabalettas.

El mayor interés de estas representaciones era asistir al debut de Gregory Kunde en el personaje de Manrico. Curiosamente, este tenor, a sus 60 años cumplidos, se nos ha convertido en la gran novedad en el repertorio verdiano más pesado. Hemos tenido ocasión de verle en España en La Forza del Destivo, Vísperas Sicilianas y Otello, además del personaje de Gualtiero en Il Pirata. Y todo ello en menos de dos años. Ahora añade Manrico y la cosa funciona, pero por debajo de lo esperado, o al menos de lo que yo esperaba. No cabe duda de que la voz está ahí, como también está el cantante, pero su aria Ah, si ben mio quedó corta de brillantez y emoción y la siempre esperada Pira la cantó con valentía y entrega, pero su agudo se quedó más corto de lo esperado. Nos compensó con un muy notable último acto. No ha sido una actuación comparable con las señaladas más arriba.

Leonora fue la soprano americana Kristin Lewis, cuya actuación me ha resultado poco convincente. Arrancó bien en Tacea la notte placida, pero ya en la cabaletta surgieron sus tradicionales carencias. Su registro agudo es limitado y apretado y por abajo falta consistencia. Imagino que Carmen Giannatasio lo habrá hecho mejor en las funciones de días pasados.

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Verónica Simeoni y Gregory Kunde

Verónica Simeoni fue una Azucena correcta, si se quiere, pero a mi parecer el personaje requiere una voz más importante. La Simeoni es una estupenda cantante, pero no es una mezzo soprano dramática. Canta bien, pero no puede traducir el dramatismo del personaje. Por otro lado, teniendo en cuenta que es la madre de Manrico, algo tendrían que haber hecho para envejecerla, ya que parecía mucho más su hija que su madre, como por otro lado es natural.

El barítono polaco Artur Rucinski es una de las pocas voces verdianas que circulan en la actualidad. Su Conde di Luna tampoco me resultó muy convincente. No ya por sus medios vocales, que son adecuados, sino por su empeño en mostrar su voz en todo momento, sin prestar atención a los matices. Empujando no se va muy lejos y es una pena.

Me gustó mucho Roberto Tagliavini en la parte de Ferrando. Este bajo italiano tiene una voz de muchos quilates, con el inconveniente de que blanquea por arriba. Aquí no se nota.

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Escena final

En los personajes secundarios Lucia Raicevich lo hizo bien en Inés y Ciro Passilongo fue un buen Ruiz.

La Fenice había agotado sus localidades, aunque se veían algunos escasos huecos en el patio de butacas. El público se mostró cálido durante la representación, dedicando bravos a Kunde, Simeoni y Rucinski en los saludos finales. También el maestro fue braveado.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 43 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 9 minutos. Seis minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 205 euros. En los palcos superiores los precios oscilaban entre 110 y 180 euros. La localidad más cara costaba 77 euros, aunque había más baratas con visibilidad reducida.

José M. Irurzun