Integral de los conciertos de piano de Beethoven en Almuñecar

Integral de los conciertos de piano de Beethoven en Almuñecar
Integral de los conciertos de piano de Beethoven en Almuñecar

El ecosistema de orquestas jóvenes en que se ha convertido la escena musical andaluza afronta programas progresivamente más ambiciosos, lo que poco a poco va posibilitando a los jóvenes pianistas el momento que todo estudiante de conservatorio desea. También brinda la oportunidad de rodarse a quienes ya han debutado con orquesta, talentos que necesitan hacer el camino hacia el último escalón del piano: el de dominar sobre las tablas la sonoridad del instrumento como solista concertante en las grandes obras de su repertorio.

No era este el caso de la integral de los conciertos Beethovenianos ofrecidos a lo largo de dos fines de semana por la Joven Orquesta Mediterránea, una muy loable iniciativa cultural (y educativa, tengamos esto en mente), y por los pianistas Noelia Rodiles y Alejandro Algarra. En el atril, uno de los más magnos legados de la historia del piano. Ante el teclado, dos pianistas con una trayectoria ya consolidada en nuestro país. Artistas, eso sí, de condiciones, fortalezas y debilidades muy diferentes, como quedó cristalinamente claro a la concurrencia.

Es Noelia Rodiles una pianista que está consiguiendo labrarse una carrera espectacular, poseedora de un notable control del sonido y la técnica necesaria para interpretar tres conciertos de Beethoven en un plazo tan corto. Aun así, esa sonoridad del piano con orquesta a la que todos los jóvenes pianistas deben habituarse le vino grande a su tercero, una obra que está a caballo entre los célebres “tres períodos” del genio de Bonn y que ya está pensada claramente, como decía Mozart en sus cartas, para hacer “sudar al ejecutante”. Le faltó algo de rotundidad a su sonido e interpretación cuando las cosas pasaron del mezzoforte, aunque hay que reconocerle a la pianista asturiana una lectura rigurosa y límpida del pianismo Beethoveniano y, sobre todo,  un loable colorido en los momentos más delicados.

Pero el pasado domingo fue sobre todo un día de confirmación para un pianista al que ya deberíamos empezar a ver en escenarios de mayor relieve. El granadino Alejandro Algarra va añadiendo muescas a su fusil de gran pianista. Quedó claro a todo el que le escuchase en Almuñécar que su búsqueda del equilibrio con la sonoridad orquestal ha quedado atrás, y bastaba solamente escucharle en ese icono de la historia del piano que es la introducción del “Emperador” para reconocer en él a un artista que ya está listo para todo. Otra dimensión sonora la suya en los momentos más elocuentes del concierto, condición que nos mostró a un pianista que domina la elocuencia y el atletismo pianístico, pero que al mismo tiempo no está ni mucho menos peleado con la emoción de la miniatura. Así quedó patente en el otro momento mágico del concierto, el que forman esos primeros compases del segundo movimiento sobre los que tanto gusta detenerse a la historiografía del piano, generando cientos de comparaciones odiosas entre los grandes de su historia. Todo funcionó a la perfección esta vez en el gran monumento, sobre todo gracias a la elección de unos tempi idóneos para la natural compenetración entre solista y orquesta que desembocó en un rondó final de muchos quilates

Es precisamente la Joven Orquesta Mediterránea la que más aplausos merece en esta maratón Beethoveniana. Pertenece claramente a ese ecosistema orquestal que referíamos al comienzo de esta crónica, y ese caldo de cultivo tiene sus efectos perniciosos ya que abundan los proyectos que hacen más mal que bien a la escena musical de Andalucía. No es este el caso, y hay que reconocer el mérito que tiene lo acontecido en Almuñécar a lo largo de estos dos fines de semana. Una orquesta compuesta por no pocos adolescentes y unos cuantos estudiantes de grado superior es capaz, con la motivación que pone la batuta de Michael Thomas, de abordar las grandes obras del repertorio orquestal con unos resultados más que aceptables, pocos momentos chirriantes y mucha más solvencia de la que cabría esperar de los mimbres que por allí se perciben. La organización está haciendo un buen trabajo, y muchas localidades a lo largo y ancho de nuestra geografía deberían tomar nota de cómo esta orquesta llena asiduamente un teatro con unas entradas que se venden a un precio suficiente como para no precisar de mucha financiación pública. Es cierto que la Costa del Sol es  un lugar ideal para este tipo de proyectos, y que el público estaba compuesto en su mayoría por extranjeros, pero este es un asunto que tarde o temprano tendrán que abordar nuestras instituciones musicales y educativas. Y sí, también tendrán que pensar en ello las orquestas profesionales.

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