Inicio este comentario desde la muy lejana Buenos Aires en pleno invierno cuando operaworld.es me acerca al Festival de Peralada. Allí se ha dado “La traviata” en una versión que no me ha agradado.
“La traviata” tiene dignidad y me parece que no permite que se haga lo realizado con ella en Peralada. Los amantes de la ópera y quienes por motivos diversos hemos estudiado la obra de Verdi, podemos, me parece, expresar nuestro pensamiento.
La puesta en escena se aparta, por lo leído, de lo que está en el libreto y en la partitura. Considero que, a lo mejor, es posible cambiarla del tiempo histórico en la cual Verdi la situó pero no puedo aplaudir abiertamente todo lo que comenta mi colega Roberto Benito en operaworld.es.
“La traviata” ha sufrido mucho. Para acercarla más al público se la ha ubicado, alguna vez en nuestro tiempo. De esta manera, Madrid tuvo ocasión de apreciar, años atrás, su puesta en escena en un piso contemporáneo con un infaltable dormitorio. He podido ver además y por internet, una reciente puesta en escena confusa. Fue en una país de América. Allí y en el primer acto, varas parejas bailan sin cesar en una especie de piso superior y vestidos de blanco. ¿Dónde está el sitio de París donde Violeta recibe a sus invitados? Ellos no son muchos porque la vivienda no puede albergar a los protagonistas y a un coro de cuarenta personas.
En Buenos Aires existieron varios teatros de ópera. Hoy subsisten el Colón y el Avenida. El segundo alterna ópera y espectáculo variados. Hace muchos años tuve oportunidad de asistir en el antiguo Teatro Marconi a una representación de “La traviata”. No se va de mi memoria aquella versión. En el primer acto Violeta ubicó a sus invitados de la manera que está en el libreto. Lo mismo sucedió en el tercero cuando Flora recibe a sus amigos. Es imposible transformar una reunión de cortesía en un Carnaval de Venecia cuando a Violeta la han invitado el mismo día “per danzar”.
De la versión de Peralada rescato el buen hacer de Paco Azorín. Quizás y con libertad, interpretó aquello de “tre lune” . Así creó la figura de una niña hija de la protagonista y Alfredo. En el libreto figuras tres meses y la criatura aunque visualmente conmueve junto a la cama de su madre moribunda, no puede hacer olvidar la conmovedora escena. Es cuando Violeta muy enferma, pregunta qué día es y pide a Annina que lleve una limosna a los pobres. También habla de “un pío ministro”, del perdón de Dios y de la aceptación de la muerte.
Roberto Benito rescata, como es lógico, el trabajo hecho por el regista aunque, al igual que yo, nos dolemos de alguna manera, por la imaginativa creación en la puesta en escena de “La traviata”. No vería con agrado que la escenificación de Peralada llegue a los teatros de ópera de nuestro tiempo. Respetaré siempre las buenas intenciones aunque “Io tremo”.
Roberto Sebastián Cava