El Teatro Real de Madrid acogió una vez más la Fiesta Lírica de Endesa. El evento, que se celebra cada dos años en beneficio de la Fundación San Juan de Adeje, contó una vez más como maestra de ceremonias con la soprano valenciana Isabel Rey.
Rey convocó a un buen número de cantantes de nivel internacional y los distribuyó en catorce exigentes dúos (trece de ópera y sólo uno de zarzuela). Les acompañaron al piano los profesores Manuel Burgueras, Miguel Huertas y Julio Alexis Muñoz.
El recital se abrió con el dúo Teco io sto de Un ballo in maschera de Verdi, con Ángeles Blancas y Piotr Beczala. Detectamos en la soprano problemas de respiración y una emisión que dificultaba la comprensión del texto. Beczala cantó con pureza y cuidado estilístico, si bien la dificultad de la página y la desnudez de la voz sobre el piano dejaron al descubierto algunas tiranteces en su línea de canto.
Les siguieron un aristocrático y seductor Reinaldo Macías y la cuidadosa Henriette Bonde-Hansen, que cuajaron un Cherry Duet de L´Amico Fritz algo pasado de almíbar. Después disfrutamos del catálogo de recursos vocales y la afilada línea de la soprano rumana Elena Mosuc, que cantó el dúo de amor del Otello verdiano junto a un Alejandro Roy de recia articulación y tonelaje vocal. Destacó aquí la finura de Manuel Burgueras al piano.
En el dúo Soli noi siamo de la Lucrezia Borgia de Donizetti, pudimos disfrutar del pellizco de la delicada voz de Mariola Cantarero. Aunque algo pasada de vibrato, la Cantarero siempre deja detalles de gran artista. La acompañó un entregado Simón Orfila, asertivo y musical.
Sin dejar Donizetti, Pancho Corujo y María José Moreno interpretaron una sólida versión del dúo ´Caro Elixir´ de L´Elixir d´amore. Corujo estuvo muy seguro y encantador como Nemorino, mientras que Moreno demostró tener la voz en sazón. Ambos cosecharon una merecida ovación.
El dúo de Aida L´abborrita rivale fue servido después por la mezzo Ana Ibarra y el tenor Leonardo Caimi. A Ibarra, de grata oscuridad tímbrica y emisión expansiva, le afeamos algunas notas abiertas. Leonardo Caimi solventó la parte con aseo, aunque su Radamés sonó titubeante. Antes del descanso, más Verdi. Isabel Rey y el barítono Massimo Cavaletti cantaron el dúo de Il Trovatore. Rey estuvo sobria y elegante, sin bien para esta página sería conveniente una voz más fresca que la suya. Cavaletti convenció por su buena vocalización y claro fraseo.
Tras de la pausa, el programa se hizo más variado. Elena Mosuc y Manuel Lanza cantaron una lucida versión del Apressati Lucia, de la Lucia de Donizetti, mientras que Isabel Rey y Alejandro Roy defendieron con oficio el dúo del primer acto de Tosca. La soprano dibujó una Tosca distinguida y muy certera en el fraseo, aunque algo corta de trapío vocal para la parte. Roy estuvo un tanto más descuidado y vociferante que en su intervención anterior.
Después del dúo de Carmen, Parle moi de ma mere, por Henriette Bonde-Hansen y Christoph Strehl, llano y falto de emoción, volvimos al Trovador verdiano. La mezzo Agostina Smimmero, de voz tersa y acusado paso de registro, regaló una versión muy teatral del dúo Non sono tuo figlio. Le dio la réplica como el Trovador el tenor Antonio Coriano, que supo sacar partido a su timbre varonil y un legato gracioso. El dúo fue de lo mejor de la velada, una interpretación netamente verdiana.
Ruth Rosique y Antonio Gandía le pusieron arte al dúo “Torero quiero ser” de El gato montés de Penella Moreno, con la ayuda del impetuoso piano de Manuel Burgueras. Gandía demostró gran flexibilidad vocal y emocionó con su emisión arrebatada. A su lado, el sonido de la talentosa Rosique resultó algo más liviano.
La noche aún nos deparó una deliciosa sorpresa. Sobre el atento soporte de Julio Alexis Muñoz, escuchamos un estupendo Felipe II de Verdi interpretado por el bajo Rubén Amoretti. Amoretti combinó la mesura en la entonación con un equilibrio perfecto entre lo regio y lo sentimental. A su lado, el barítono Massimo Cavaletti, de hermoso timbre y rotunda sonoridad, resultó menos inspirado, pero sobradamente cumplidor. No hubo bises, y la gala se cerró con el espectacular dúo de I Puritani entre Giorgio y Riccardo, a cargo de Manuel Lanza y Simón Orfila.
La selección de piezas y los cantantes seleccionados por Isabel Rey con las parejas hicieron que el concierto tuviera un marcado acento masculino. El repertorio sorprendió por denso e inusual y la dificultad de las páginas escogidas fue un desafío para casi todos los cantantes, que apenas dejó margen para su lucimiento. También exigía la concentración de un público que tal vez esperaba partituras más amables.
La Fundación San Juan puede estar orgullosa de esta IV Fiesta de la Lírica Endesa, que año tras año se consolida como una cita destacada en el calendario lírico español.
Carlos Javier López