Ismael Jordi Traviata Met Por Carlos Javier López Sánchez
El tenor jerezano Ismael Jordi debuta en el Met con un apreciable éxito en el papel de Alfredo Germont en La Traviata de Giuseppe Verdi, compartiendo cartel con Ermonela Jaho en el papel de Violetta Valéry y Amartuvshin Enkhbat como Giorgio Germont, todos ellos a las órdenes de Marco Armiliato.
Ya hemos dado cuenta aquí de las virtudes y defectos de la puesta en escena de Michael Mayer, que desde 2018 se ha podido ver en el Met con elencos tan dispares como interesantes, de Damrau y Flórez a Costello y Sierra, pasando por Kurzak y Popov. La que ya se conoce como La Traviata de Walt Disney por su carácter barroco, colorido y recargado, deja hacer a los cantantes principales y promueve empero una dramaturgia fluida.
El maestro italiano Marco Armiliato va camino de convertirse en uno de los directores más importantes en la historia reciente del Met. Los números hablan por sí mismos: cerca de 500 apariciones en más de 25 óperas, con un historial impoluto al frente de la orquesta y el coro del Met, que bajo su supervisión no parecen acusar los males que vemos con otros directores.
La soprano albanesa Ermonela Jaho aún mantiene el tipo con una Violetta Valéry a la altura del Met. El instrumento ha perdido frescura, flexibilidad y pujanza desde que la soprano debutara en el Met con este mismo papel hace ya quince años. La Jaho de 2023 canta con un timbre más oscuro y apagado, un sonido más incierto, oscilante y sobrevibrado. No obstante, la sabiduría que dan los años hace que la Traviata de la Jaho contemporánea sea acaso más interesante que la de 2008. Sus escalofriantes ataques filados a las notas más agudas siguen helando la sangre, pero no tienen el centro de antaño. Ermonela Jaho apuesta por encauzar la delgadez de su instrumento en una línea de canto que va de lo descarnado a lo etéreo, y consigue crear entorno al personaje un halo de credibilidad dramática, como de alucinada domesticidad. Nadie sabe cuántas óperas más cantará la Jaho en el Met. Por ello, en su última representación de esta serie de La Traviata la artista no pudo evitar la emoción en el saludo final, con el Met puesto en pie, en una ovación que tenía trazas de extemporánea despedida.
En su última tarde como Alfredo Germont en esta su primera aparición en Nueva York, Ismael Jordi se mostró seguro sobre las tablas del Met. El tenor es un desconocido en Nueva York, pero el considerado público del Lincoln Center disfrutó y premió el arte del jerezano. Aunque el carácter vocal de Jordi propende más a la gracia, a la morbidez y a la ternura, que al vigor y la energía, la voz del tenor no se amilanó ante la enormidad del Met, y cantó como sabe. Jordi regaló un canto tan inteligente como novedoso, coloreando la línea para resaltar el carácter de Alfredo, que en la voz de Jordi queda bien delimitado en lo psicológico.
En el comienzo del segundo acto, Jordi acometió una soberbia interpretación de su recitativo y aria, con estilizadas dinámicas y un musical canto legato, siguiendo con maestría la batuta de Armiliato. Algo más justo lo vimos en la cabaletta que cierra el cuadro, ¨O mio rimorso!¨ donde Jordi consiguió coronar el agudo final, aunque con un evidente sobreesfuerzo. Pese a que esos problemas en las páginas más exigentes no cesaron, el tenor español cosechó el favor del público por su gusto interpretativo, muy sofisticado y elocuente, que se manifestó en cada una de sus intervenciones. Acaso el mejor ejemplo de ello sea el corto recitativo, ¨Ah si’ che feci! ne sento orrore¨. El momento, clave para el personaje de Alfredo, abre el concertante al final del segundo acto, cuando la aparición de Giorgio Germont en la fiesta de Flora le devuelve a su hijo Alfredo, como en un espejo, la imagen aterradora del monstruo en el que los celos y el despecho lo han convertido. Aquí, el tenor tiene mucho que expresar en frases mínimas. Los mejores artistas, como Jordi, se desmarcan del resto con un canto perfumado e imaginativo, diseñado para comunicar, emocionar y sorprender en cada frase. De ahí la evidente satisfacción del público de Nueva York, que no es de los más afortunados en cuanto a tenores se refiere.
En Sükhbaatar, una apartada ciudad del norte de Mongolia, nació hace 36 años el barítono Amartuvshin Enkhbat. Tras ganar en el certamen Operalia de 2012 en Beijin, junto a los americanos Janai Brugger y Anthony Roth Constanzo, Enkhbat comenzó una carrera internacional que está en plena eclosión. Además de este debut en Nueva York con Giorgio Germont, el barítono mongol cantará esta temporada en Andrea Chénier y Macbeth en La Scala, Rigoletto y Nabucco en la Deutsche Oper de Berlín, además de en Múnich, Viena, Parma, Florencia, entre otras. En su debut en el Met, Enkhbat ha sigo un Giorgio Germont excelente, en gran medida por las prestaciones de un instrumento sensacional. Amplísimo y timbrado en todo el registro, rocoso y estuchado pero con un seductor brillo metálico, el vozarrón de Enkhbat se expande sano y natural para sobrepasar la orquesta de Armiliato y llenar la sala del Met sin ninguna dificultad. El instrumento, que da la impresión de estar aun en crecimiento, es suficiente para justificar su presencia en el Met. No obstante, Enkhbat sabe cantar, con un fraseo musical e imaginativo, muy disciplinado y atento a las indicaciones de Armiliato. Así como Ismael Jordi destaca por el colorido de la línea, Amartuvshin Enkhbat deberá incrementar el valor de su arte explorando el claroscuro del timbre para darle más variedad cromática al canto, pues su presentación resulta, tras cierto tiempo de escucha, algo plana y predecible.
Los papeles secundarios corrieron a cargo de las voces habituales en el Met. Edyta Kulczak brilló en una lujosa y refrescante actuación en el papel de Flora Bervoix, mientras que John Hancock, Paul Corona y Scott Scully respondieron con el nivel habitual. Deborah Nansteel, por su parte, dejó una Annina más valiosa en lo expresivo que en lo vocal.
La última noche de La Traviata en esta temporada fue especial para los tres solistas principales. En la que podría ser la despedida de Ermonela Jaho en el papel de Violetta, Ismael Jordi plantaba una pica en el Met, la primera de muchas, esperamos. Y el virtuoso barítono Amartuvshin Enkhbat ponía a Mongolia en el mapa lírico con una voz de las de antes, demostrando que el mundo de la ópera sigue abierto a las grandes voces, vengan de donde vengan, y que el Met las quiere a todas cantando en su escenario.
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Metropolitan Opera de Nueva York, a 26 de enero de 2023. La Traviata, ópera en tres actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria Piave, basado en la novela de Alejandro Dumas (hijo) ¨La dama de las camelias¨.
Dirección Musical: Marco Armiliato, Producción: Michael Mayer, Escenografía: Christine Jones, Vestuario: Susan Hilferty, Iluminación: Kevin Adams, Coreografía: Lorin Latarro, Dirección del revival: Daniel Rigazzi.
Reparto: Ermonela Jaho, Edyta Kulczak, Christopher Job, John Hancock, Paul Corona, Scott Scully, Ismael Jordi, Deborah Nansteel, Patrick Miller, Amartuvshin Enkhbat, Jonathan Scott.
Bailarines solistas: James Whiteside, Cara Seymour.