Vuelvo a Frankfurt, donde no había estado desde febrero de 2014, y lo hago con ilusión, ya que siempre hay cosas interesantes en esta ciudad. En la última ocasión la Ópera de Frankfurt exhibía con orgullo y merecimiento el título de Opera del Año y ahora vuelve a hacerlo, compartido con la de Mannheim. Poder ver en tres días un título tan poco frecuente como Ivan Susanin, acompañado de La Ciudad Muerta y una nueva producción del Don Carlo de Verdi, supone un atractivo irresistible.
Ivan Susanin no es sino la ópera de Mikhail Glinka Una Vida por el Zar, que fue cambiada por el título actual por la censura soviética. Tiene sentido que en Frankfurt se ofrezca con este título, ya que la producción se desarrolla durante la invasión de Rusia por Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
Muy pocas han sido las oportunidades de ver esta ópera de Glinka – considerada como la que da inicio a la ópera nacional rusa – fuera de su país. Que yo recuerde no se ha ofrecido sino en una ocasión hace 3 años y en versión de concierto en Montpellier dentro del Festival de Radio France. Entonces se ofreció con el título original. Me parece una estupenda idea que la ópera de Frankfurt haya decidido desempolvar esta ópera y lo ha hecho con plenas garantías escénicas, musicales y vocales. Únicamente añadiré que la versión musical ha sido recortada de diversos fragmentos de lo que podríamos llamar música incidental, especialmente en lo que se refiere a ballet, del que solo se mantiene el del segundo acto.
La producción escénica se ha encargado al ya veterano (80) Harry Kupfer, que hace un trabajo escénico atractivo. Traslada la acción a la Segunda Guerra Mundial, con lo que los invasores no son los polacos sino la Wehrmacht alemana, si bien Kupfer no ha querido ofrecer uniformes nazis en escena, pero sí hace que el ejército invasor cante en alemán y que en los sobre-títulos las alusiones polacas se tornen en alemanas. La escenografía se debe a Hans Schavernoch y ofrece un escenario prácticamente único con un gran arco medio en ruinas y unas grandes campanas rotas, que dan muy bien la atmósfera de guerra y destrucción. En el acto IV, el del bosque, se cubre dicha escenografía a base de iluminación (Joachim Klein) y proyecciones de videos de grandes nevadas (Thomas Reimer). En el breve epílogo vuelven a taparse con proyecciones de la Plaza Roja de Moscú. La producción funciona francamente bien, contando con un adecuado vestuario de Yan Tax. El cambio de época está bien conseguido y hay una buena dirección de escena, moviendo de manera adecuada a las masas.
Al frente de la dirección musical estaba el titular de la compañía, Sebastián Weigle, que lleva ya 8 años en su puesto y con éxito notable. Su dirección ha sido francamente buena, sacando un buen partido de la estupenda Frankfurter Opern und Museumorchester. Weigle no será un director mediático, pero no recuerdo una sola actuación suya que me haya defraudado. La actuación del Coro de la Ópera de Frankfurt fue de menos a más, siendo un buen complemento a la representación.
El protagonista Ivan Susanin fue el veterano (69) bajo británico John Tomlinson. Este artista conserva un centro poderoso y de calidad y el excesivo vibrato que mostraba en los últimos años parece ahora más controlado. Su actuación ha tenido una gran intensidad, dando una gran credibilidad al personaje, ofreciendo una prestación vocal poderosa y convincente.
El tenor ruso Anton Rositskiy fue Sobinin, el jefe de los partisanos y prometido de la hija de Susanin. Su voz no tiene el brillo de las voces latinas, pero superó las dificultades de la partitura, que son notables, ya que la tesitura le obliga a andar mucho por encima de la zona de paso.
La soprano ucraniana Kateryna Kasper lo hizo bien en la parte de Antonida, la hija de Ivan Susanin. Es el personaje de menos interés dramático. Ella es una soprano lírico- ligera y lo hizo bien. La mezzo-soprano Katharina Magiera fue Vanya, el ahijado de Susanin, y tuvo una destacada actuación, especialmente en su aria del cuarto acto. Cantó con intensidad y dio gran credibilidad a su personaje.
En los personajes secundarios cumplieron bien Thomas Faulkner como Capitán y Michael McCown como Mensajero. La Opernhaus ofrecía una entrada entre el 85 y el 90 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas, siendo las mayores ovaciones para Katharina Magiera, John Tomlinson y Sebastian Weigle.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 28 minutos, incluyendo un descanso. Duración musical de 2 horas y 2 minutos. Seis minutos de aplausos. El precio de la localidad más cara era de 105 euros, habiendo butacas de platea por 59 euros. La entrada más barata costaba 15 euros.
Fotos: Barbara Aumüller
José M. Irurzun