Ivo Pogorelich. Madrid

Ivo-Pogorelich

CUESTIONABLE REBELDÍA

Ciclo de Grandes Intérpretes. Fundación Scherzo.

Auditorio Nacional de Música. Madrid. 29 de octubre de 2013

Muchos años han pasado desde que la mítica Martha Argerich abandonara el jurado del “Chopin International Piano Competition” en señal de protesta por la descalificación de Ivo Pogorelich, intérprete genial, artista con ideas individualistas y distintivas, que siempre nos parecieron logradas y originales. Hasta hoy.

La segunda sonata de Chopin combinó un fraseo discutible con un ataque bastante impreciso y un tempo desdeñado por completo. En ocasiones sentí que su propósito era el de descubrirle al respetable las melodías que usualmente quedan encerradas entre los polos sonoros más extremos, pero no remataba esas intenciones, se quedaban en el imaginario constantemente, lo que supuso una frustración tras otra. La interpretación de la marcha fúnebre nos sumió en una oscuridad sonora que quizás tratara de recrear el carácter del movimiento pero que una vez más continuó siendo un objetivo y no un hecho.

A continuación escuchamos un Vals Mephisto invertebrado, carente del palpitante ritmo que a todos nos conduce a una euforia colectiva, a veces tribal. Volvimos a frustrarnos otra vez, y es más, parecía la intención real buscada por el pianista, pues no conforme con elegir un repertorio conocido por todos y mancillarlo con su indiferencia hacia las indicaciones anotadas por el compositor reguló la butaca donde estaba sentado varias veces durante el transcurso de la obra, ¿pretendía desviar nuestra atención de la audición?

Tras un descanso con gran revuelo, un público enfadado pero intuyo que esperanzado regresó a su asiento. El pianista interpretó el nocturno opus 48 nº1 de Chopin, aunque detrás de esta demostración solamente hayamos a Pogorelich nuevamente, ni rastro de Chopin.

Una ilusión me mantenía alerta, aguardaba la sonata de Liszt, o al menos la versión de Pogorelich que yo idolatraba y elogiaba, una interpretación excéntrica pero apasionada y conmovedora. Una vez más, me traicionaron mi propias expectativas. El croata trató con brutalidad al piano, el cual a su vez le devolvió un sonido desagradable y rígido. Se traslucía una incapacidad para abordar la pieza, no por fallar demasiadas notas –que también- sino debido a la gran dificultad de esta obra: darle un sentido global desde el principio hasta el final.

En mi opinión, la elección de un programa archiconocido para seguidamente lacerarlo es una provocación innecesaria y en absoluto acertada. ¿Volvería a levantarse Argerich del tribunal? No tengo la respuesta, pero lamentablemente el público salió descontento del concierto y ese resultado es siempre indeseado. Reservo para mi recuerdo personal todas esas extraordinarias interpretaciones a las que Ivo Pogorelich nos acostumbró durante muchos años y de las que sigo estando cautivada y admirada.

Esther Viñuela Lozano