Una Jenůfa de lujo en La Monnaie
La ópera de Leoš Janáček, Jenufa, ha sido representada con éxito en La Monnaie de Bruselas desde el 21 de enero al 7 de febrero. En operaworld.es fuimos testigos de la función del día 7. Ludovic Morlot estuvo al frente de la orquesta Sinfónica titular, el letón Alvis Hermanis firmaba la escenografía y el vestuario fue diseñado por Anna Watkins.
Se trata de una producción inteligente, vocalmente equilibrada, que funciona. Son muchos los aficionados que opinan que las grandes obras hay que vestirlas, que requieren un mimo especial a la hora de confeccionar ese marco de la dramaturgia musical que son la escena y el vestuario. En la Monnaie pudimos ver un ejemplo de que estos esfuerzos por trabajar lo visual, sin atosigar, pero dando a los detalles el lujo que pide un espectáculo excelente, verdaderamente merecen la pena, y son apreciados por el público.
Es espacio está dividido, en el escenario, en dos niveles verticales: En el superior, se reproducen imágenes y vídeos de estilo modernista, relacionados con la obra. Una lámina móvil descubre una grada cuando actúa el coro, que ve así la acción desde arriba, lo que contribuye a ilustrar la presión social que, en parte, motiva el argumento de la obra. El coro, ese pueblo preso de sus tradiciones y convencionalismos, está retratado con un colorido fascinante, de fiesta folclórica, que contrasta con unos movimientos coreografiados, en un moverse unívoco cuya visión refuerza lo musical. En el nivel inferior se desarrolla la acción propiamente dicha: los personajes solistas en primer plano y, tras ellos, un cuerpo de bailarinas uniformadas con maravillosos vestidos de primoroso encaje belga en color caramelo. Durante el primer y el tercer acto, representan una danza constante, creada por Alla Sigalova, cuyo resultado es una greca humana que no distrae de lo que ocurre en primer plano, pero que cierra el círculo expresivo música-canto-danza. La danza se sostiene en la música, la música de Janáček se inspira en el canto, y el canto encuentra de nuevo un reflejo corpóreo en las bailarinas.
En el segundo acto, tras el brutal corte que desfigura la cara de Jenůfa, se produce también un corte brusco en la escena, como si el atentado sangriento de Laca hubiera devuelto el mundo a su ser habitual: la acción transcurre en una época más cercana y reconocible (últimas décadas del siglo pasado). Se ilustran así las diferencias entre el segundo acto (interior y oscuro, en el que ocurre la tragedia) y el resto. Basten estas pinceladas como prueba de que la propuesta escénica de Hermanis, además de visualmente potentísima, alberga en su interior un sentido completo y una buena cantidad de matices que enriquecen el espectáculo. El vídeo del montaje puede verse en http://www.medici.tv/#!/jenufa-janacek-theatre-monnaie-brussels-ludovic-morlot-alvis-hermanis
En cuanto a las voces, merece la pena analizar conjuntamente a los dos tenores Charles Workman (Laca) y Nicky Spence (Števa), que protagonizaron un interesante duelo interpretativo. Con sendos instrumentos en sazón, tal vez Workman resultó más convincente, si bien Spence hizo valer la belleza y calidez de su timbre. La ópera se apoya sobre estas dos voces, que dan la réplica a los potentes personajes femeninos. Deben ser tenores con personalidad, para no flaquear ante la entidad de sus compañeras. En este caso, con el acierto de ambos tenores, la obra no queda, como ocurre a veces, desequilibrada en ese aspecto.
El duelo en las voces femeninas no fue tal, ya que Sally Matthews estuvo impecable en todas las facetas, y supo dibujar una Jenůfa compleja y atractiva, muy contenida y en ocasiones enigmática. Acertó al no ofrecer una visión pesimista del personaje; al fin y al cabo, Jenufa no deja de amar desde que se alza el telón hasta que este cae. Y esto debe plasmarse en el canto. Fue la gran triunfadora de la noche. Por su parte, Jeanne-Michèle Charbonnet (Kostelnička), bordó en lo actoral su papel, sobrecogiendo en más de una ocasión al público. Aunque con ciertos problemas en la zona alta del registro, supo sacar su parte adelante sin desmerecer el conjunto, atacando con aplomo su difícil monólogo del segundo acto. Acostumbrados a escuchar el papel de la sacristana en voces del este, con su oscuridad característica, la soprano resulta más humana. Queda así algo más abierto el enigma sobre el verdadero culpable de la tragedia (tal vez los convencionalismos que Janáček criticó).
La orquesta titular del teatro sonó tan convincente y jugosa, que el mensaje fluía con la naturalidad que buscaba el compositor checo al escribir la partitura. Fue fácil conectar con el drama, con lo que hay de verdad en la desgraciada historia, sin la incomodidad que provocan orquestas de menor solidez.
Una ópera, por tanto, presentada con un lujo excepcional en los tiempos que corren; de esas que ponen de acuerdo a todos los espectadores. Una historia de mujeres que sufren, pecan y aman; que llega al espectador con una fuerza inusitada gracias a unos intérpretes que aúnan con denuedo sus medios en un espectáculo del que se puede disfrutar plenamente.
Ficha técnica: Ludovic Morlot (director musical), Alvis Hermanis (director de escena), Anna Watkins (vestuario), Gleb Filshtinsky (iluminación), Alla Sigalova (coreógrafa), Ineta Sipunova (vídeo), Martino Faggiani (director del coro), Sally Matthews (Jenůfa), Charles Workman (Laca Klemeň), Nicky Spence (Števa Buryja), Jeanne-Michèle Charbonnet (Kostelnička Buryjovka), Carole Wilson (Stařenka Buryjovka), Ivan Ludlow (Stárek), Alexander Vassiliev (Rychtář), Mireille Capelle (Rychtářka), Hendrickje Van Kerckhove (Karolka), Beata Morawska (Pastuchnyňa), Chloé Briot (Jano), Nathalie Van de Voorde (Barena), Marta Beretta (Tetka) La Monnaie Symphony Orchestra & Chorus.
Carlos Javier López Sánchez
@CarlosJavierLS