Josep Bros, Señor del Castillo de Bellver, triunfa de nuevo en Palma de Mallorca

Josep Bros
Josep Bros

Bellver, situado sobre la bahía de Palma, es un castillo medieval de planta circular, con un patio de armas de acústica sorprendentemente buena, que en verano se convierte en el mejor escenario imaginable al aire libre. El que tiene el honor de escribir esta crítica lleva peregrinando a esta particular colina sagrada desde hace más de veinticinco años, y ha podido escuchar allí a cantantes de la talla de Teresa Berganza, Marilyn Horne (en su gira de despedida), Renata Scotto, Sumi Jo, Maria Guleghina, Eva Marton (ya no en su mejor momento, pero muy grande todavía), Kurt Rydl o Johan Botha, y el año pasado a Simón Orfila, que ofreció al público de Mallorca un concierto magnífico.

Si tradicionalmente el ciclo veraniego del castillo lo organizaba Juventudes Musicales, la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares (OSIB) fue tomando el relevo, y desde hace ya una década sus “Veranos Sinfónicos” se han convertido en un clásico, con solistas vocales e instrumentales de nivel internacional. La voluntad de esta temporada de verano es ofrecer a residentes y visitantes, muchísimos en julio y agosto, una serie de conciertos que den la mejor imagen de la ciudad, objetivo que se consigue plenamente. Juan Diego Flórez y las hermanas Labèque fueron los nombres más mediáticos de la edición anterior. En la presente se ha ampliado a siete el número de sesiones y ya han participado la soprano María Bayo y el violinista Julian Rachlin. Hay mucha expectación para el concierto en el que tocará Michel Camilo, con un programa dedicado a Gerhswin y Bernstein.

Para el cuarto concierto se contó con un cantante muy querido en Mallorca, el tenor barcelonés Josep Bros, que el día de Navidad de 2017 celebrará los treinta años de su debut como solista, en unas lejanas funciones de “Carmina Burana” en el Teatro Principal de Palma, escenario en el que ha cantado en muchas ocasiones desde entonces. Sorprende que no haya estado en el cartel de ningún título de la reciente XXX Temporada de Ópera, pero con este concierto en el Castillo de Bellver, con la misma orquesta que toca en el foso del teatro, ha cantado para su público en este importante aniversario.

A finales de los ochenta Bros tuvo en Palma sus primeras oportunidades con pequeños papeles como Abdallo (“Nabucco”), Borsa (“Rigoletto”) o Normanno (“Lucia di Lammermoor”), y algunos más interesantes como el Incredibile (“Andrea Chénier”) o Spoletta (“Tosca”). Sus primeros protagonista fueron Gustavo (“Los Gavilanes”) y Jorge (“Marina”), debutando este último personaje unos días antes de lo previsto al tener que sustituir a media función a un colega que se quedó sin voz. Bros estaba en el teatro y demostró su temple y su profesionalidad, como ha hecho este año salvando los estrenos y triunfando en el “Werther” de Tenerife o el “Simon Boccanegra” del Liceo, este último título sin haberlo cantado antes y sin haber ensayado nada. A principios de los noventa fue sustituto de emergencia y triunfó con el “Requiem” de Verdi, sorprendiendo al maestro Gandolfi, y cantó, como sustituto con ensayos, su primer Duque de Mantua. Después debutó como Faust y Tamino, a mediados de los noventa. Se abre entonces un largo paréntesis en su relación con el Principal, salvo un concierto en los primeros años de este siglo, y en las últimas temporadas ha regresado como Il Duca y ha debutado como Rodolfo y Lensky (“Eugen Onegin”), papel con el que consigue el galardón de los Amigos de la Ópera a la mejor voz masculina de la XXIX Temporada.

“Cuando vengo a cantar a Palma para mí es fiesta mayor”, dijo Bros en una entrevista días antes del concierto. Con estos antecedentes, no es extraño que su público de toda la vida abarrotara el castillo y los aplausos obligaran al artista a ofrecer en las propinas una auténtica tercera parte no prevista en el programa. Pero vayamos por orden y analicemos el concierto siguiendo el orden de las piezas.

La orquesta, con su titular Pablo Mielgo a la batuta, atacó con la obertura de “La fille du régiment” y sonó francamente bien. Hubo contraste entre el inicio melancólico y el desarrollo más optimista de la pieza, con sus momentos marciales precisos y simpáticos y un crescendo final casi rossiniano. Aplausos calurosos que anunciaban que el público estaba allí para disfrutar.

Una observación sobre la disposición de la orquesta: creo recordar que hasta el año pasado la posición de la formación era frontal, dando la cara al público, de manera que desde todas las localidades se podía ver a los músicos. En cambio este año está dispuesta en un semicírculo bastante cerrado, y muchos espectadores situados en los extremos de las primeras filas veíamos únicamente los atriles y las espaldas de los músicos. A mí me tocaron violonchelos y contrabajos. No sé si eso provocó algún desajuste en el balance perceptible en todo el recinto, pero desde mi zona sí sonaba un poco desequilibrada.

Bros está en un momento óptimo de su carrera, consecuencia lógica de haber cuidado su voz y su repertorio: buen volumen, una elegancia en el canto que compite con una dicción excelente en cualquier idioma, y una capacidad para comunicar y de mimetizarse con los personajes que en muchas ocasiones hace que desaparezca la impresión de estar asistiendo a un concierto en lugar de a una representación.

Se presentó directamente con “Una furtiva lagrima” llena de matices y de intención en cada palabra, con una orquesta ajustada y muy bien acompañado por los instrumentistas solistas. Final de la pieza casi mágico, un segundo de silencio y aplausos de satisfacción.

Continuó con el aria del tercer acto de Werther, uno de sus caballos de batalla actuales, y aunque el tenor parecía estar en la mejor disposición para afrontar la pieza, no acabó de haber entendimiento entre él y el director, y en el último “Pourquoi me réveiller…” la pausa fue insuficiente para atacarlo cómodamente y el tenor se vio un tanto atropellado por la orquesta. Le he escuchado esta aria en suficientes ocasiones, tanto en recital o concierto como en representaciones de la ópera, para saber que no es así como deseaba acabarla. Se nos privó de un momento que todos esperábamos porque le faltó ese impacto final que pone los pelos de punta. Pero no faltaron durante las noche otros momentos que sí fueron memorables. Aun así, fue muy aplaudido. La pronunciación del francés está muy cuidada, lo que no siempre pasa con los cantantes españoles.

Descanso a la voz con la obertura de “Nabucco”, reciclada de la recién finalizada temporada de ópera. Funciona muy bien como pieza de concierto, con la evocación instrumental del “Va, pensiero…” y su potente final. Mielgo dirigió una versión elegante y eficaz de la pieza, potente pero sin excesos de metal y percusión, que fue muy bien acogida por el público.

En “È la solita storia del pastore…” todo salió bien y el lamento final de Federico “Mi fai tanto male! Ahimè!” arrancó la primera gran ovación de la noche, ante un alarde del mejor canto y una interpretación emocionante, pero sin las cursilerías y sollozos “de tradición”.

Cerró la primera parte con la poco habitual escena de Corrado, del primer acto de “Il Corsaro” de Verdi, que en su estructura y texto tanto recuerda a la escena de Manrico (la cabaletta también acaba con un “All’armi” muy expuesto). El tenor incorporó esta pieza a su repertorio en su concierto de la cueva de Nerja de julio de 2011, y la ha hecho enteramente suya. Recitativo heroico, aria elegante y cabaletta, sin coro ni doble vuelta, vibrante y segura. Una gozada. Bravos y final en alto del bloque dedicado a la ópera.

Josep Bros
Josep Bros

En sus conciertos y recitales, imagino que para demostrar su compromiso con el género, Bros suele reservar la zarzuela para la segunda parte. El tenor tiene un buen número de títulos completos en su repertorio (“Marina”, “Los Gavilanes”, “La Bruja”, “La tabernera del puerto”, “Cádiz”), aunque quizás “Doña Francisquita” (Gran Teatro del Liceo en 2010) y “Luisa Fernanda” (La Scala en 2003, Teatro Real en 2006 y Les Arts en 2015) son los dos con los que más se le identifica, por la repercusión y difusión que han tenido.

Al principio de “Bella enamorada”, de acompañamiento orquestal complicado, parecía que director y solista jugaran un poco al despiste, pero todo se acomodó y el resultado fue muy bueno. A Bros se le entiende absolutamente todo lo que dice, y cantando en castellano hace que el público se meta de lleno en la obra.

En la romanza de “La Dolorosa” todo fue emoción contenida, con algunas frases en pianísimo del tenor que no fueron siempre respetadas por la orquesta. Por mi ubicación complicada veía regular al cantante, salvo cuando éste llegaba al borde del escenario, porque me lo tapaba el director, pero a Mielgo lo veía perfectamente, y eché en falta que pidiera algún piano a la orquesta. Con que hubiera tenido un poco del cuidado con el que acompañó a Flórez en el histórico concierto del verano pasado en el Auditórium, todo hubiera sido perfecto, porque Bros tiene una voz bastante más potente que el tenor peruano y la orquesta era la misma.

Supongo que se optó por el poco interesante intermedio de “Bohemios” para no volver a incluir el habitual de “La boda de Luis Alonso”. La pieza de Vives sirvió para que el cantante descansara, pero no me parece una obra de entidad suficiente para ofrecerla en concierto.

“De este apacible rincón de Madrid…” fue el otro lunar de la noche. Bros borda la romanza de Javier, pero si cuando recita “Con la fortuna me he desposado…” lo que deberían ser unas trompetas lejanas que recuerdan su vida militar se convierten en la cabalgata de las Walkirias en la versión “Apocalypse Now”, todo es desconcierto. Yo no le veía la cara al tenor, pero debió decidir no luchar contra la orquesta y en “Con la fortuna por compañera…” se rindió y volvió a quedar sepultado por unos metales fuera de control. La pieza acabó mejor (acabó muy bien), pero el daño ya estaba hecho. Igual que en Werther, la magia se había esfumado.

Excelente en la romanza “Mujer de los negros ojos…”, delicada y evocadora. Qué contraste con “Fiel espada triunfadora…”, de la misma zarzuela (hasta donde yo sé Bros no canta la canción de la espada, pero podría ser una opción para las propinas). La semblanza de Raquel es todo elegancia, y la elegancia es una cualidad indiscutible del canto del tenor catalán.

Interesante y potente la pantomima de “Las golondrinas”, pieza orquestal de una intensidad mayor de lo que es habitual en la zarzuela, incluso en la grande. La orquesta realmente se lució y tuvo otra ovación.

El programa oficial acababa con “Por el humo se sabe dónde está el fuego…”, romanza que está a la altura de las mejores arias: texto poético interesante, melodía elegantísima, de un gran vuelo lírico, y acompañamiento muy cuidado. Que los viudos de Kraus no lean las siguientes líneas, pero no me resisto a decir que Josep Bros, sin haber sido alumno del maestro canario, es a día de hoy un magnífico continuador de su manera de hacer: máxima seriedad y profesionalidad en todas sus actuaciones, elegancia en el canto y en la actitud, sobriedad, óptima dicción, prudencia en el repertorio… Incluso me atrevería a decir que tiene mejor voz. Bueno, a diferencia de Don Alfredo, que alardeaba de cantar sólo con los intereses de su voz, reservando el capital, Bros lo da todo en cada actuación. Pues bien, todo lo dicho quedó reflejado en esta pieza de “Doña Francisquita”, cuya interpretación fue perfecta. Triunfo total y bravos.

Se veía al cantante emocionado, pero también cansado. Cuando Bros canta “No puede ser…” es señal de que el concierto se acaba. Una tradición más, como la “Marcha Radetzky” que pone fin al concierto de año nuevo en Viena.

Para mi sorpresa, al ser requerido por el público para una propina, ya cantó directamente la romanza de “La tabernera del puerto”. El programa había sido duro y se entendía que estuviera agotado. Pero la ovación que despertó le puso en un compromiso, por lo que también cantó “Granada”, en una versión con un acompañamiento distinto, y por primera vez en su carrera interpretó “Nessun dorma…”, muy bien acompañado por Pablo Mielgo (al césar lo que es del césar) y una orquesta que lleva “Turandot” en su ADN. Con la luna llena sobre el castillo y un “Vincero…” apoteósico, el entusiasmo se desbordó. Aclamación unánime, bravos, llamadas al escenario… Estaba muy cansado, era evidente, pero el público no le dejaba marchar.

Entonces hizo un auténtico bis: repitió “No puede ser… “ y se acabó el concierto. Como estaba previsto.

FCNiebla