Joyce DiDonato y Yannick Nézet-Séguin. Lujo y tedio en el Carnegie Hall.

Joyce DiDonato y Yannick Nézet-Séguin
Joyce DiDonato y Yannick Nézet-Séguin

El Carnegie Hall desarrolla en Noviembre los primeros capítulos de su ciclo Perspectives, un serial de conciertos que esta temporada estarán protagonizados por la mezzo americana Joyce DiDonato  y el director de orquesta canadiense Yannick Nézet-Séguin.

La compañía ya ha empleado este formato, que permite explorar distintos repertorios por el mismo artista e ir más allá del recital para ampliar así su horizonte programático. Así, los dos artistas volverán a encontrarse en diciembre para interpretar el ciclo de lieder Winterreise de Schubert, con YNS al piano. Por suparte, la diva de Kansas compaginará las master clases en abril con un recital de canciones titulado All Together: Songs for Joy, acompañada por otros solistas, que se enmarca en la exploración que el Carnegie Hall realiza esta temporada entorno a la Oda a la Alegría de Beethoven. El mismo mes del año próximo, Perspectives programa otro recital de piezas francesas, A French Soirée. El ciclo concluye en mayo con My Favorite Things, recital en el que DiDonato estará arropada por el prestigioso conjunto barroco Il Pomo d´Oro, liderado por Maxim Emelyanychev, con obras de Monteverdi, Gluck, Handel y Purcell.

En cuanto a YNS, el Carnegie Hall le ha confiado la integral de las sinfonías de Beethoven en el 250 aniversario del nacimiento del coloso de Bonn, que culminará en una Novena sinfonía con Angel Blue, Mihoko Fujimura, Rolando Villazón y Quinn Kelsey. En junio, el director canadiense reaparece en sendos conciertos con Anne-Sophie Mutter y la soprano Elza van den Heever. Puede que van der Heever sea capaz de ofrecer por fin al público del Carnegie Hall una versión decente de Las Cuatro Últimas Canciones de Richard Strauss.

Pues bien, el concierto del pasado viernes, apuntaba a una nueva oportunidad de lucimiento en casa para Joyce DiDonato. Parto, parto el aria de Sesto y Non Piú di fiori, de Vitellia, ambas de la mozartiana Clemenza di Tito estaban en un programa hecho a mayor gloria de la mezzo. Por desgracia, ni la orquesta Metropolitana de Montreal tuvo el pellizco de vitalidad mozartiana, ni DiDonato pudo ofrecer nada novedoso. De nuevo asistimos a un despliegue elegante del fraseo, el dominio absoluto de los acentos en el recitativo o la flexibilidad de una línea que destila sus mejores mieles en la media voz y que resuena aún juvenil en el agudo. No obstante, la cantante sigue abusando de los bajos espurios, por impostados y erróneamente cargados en la gola. La orfebrería vocal de la artista, con sus notas susurradas, sus filados al límite del estilo y su impecable afinación se vio mermada la noche del viernes en Nueva York, donde DiDonato sonó más como una soprano agostada, casi una caricatura de sí misma. Bien haría la diva de Kansas en dejarse de atajos y artificios, y regresar a ese canto natural y honesto que la hizo célebre.

No estuvo de acuerdo conmigo el auditorio, que regaló una ovación encendida a la cantante. Ésta, también generosa, ofreció como bis el Voi che sapete. Con perfecta dicción, línea refinada y gran vis cómica, sin despeinarse, cosechó un aplauso que estalló antes de que la orquesta terminara la parte. Es obvio que el público de Nueva York la adora.

Tras el descanso, la orquesta Metropolitana de Montreal y Yannick Nézet-Séguin ofrecieron una versión irregular de la Cuarta Sinfonía de Anton Bruckner. Puede que YNS dirija en un idioma que no entiendo; puede que sus propuestas estén tan a la vanguardia del estilo que se me escapen sus virtudes; puede que su estilo sea tan alambicado que el discurso orquestal se pierda en los detalles, olvidando lo categórico y cargando las tintas en lo incidental. El caso es que no pude abstraerme de la idea de que el director canadiense dirigía a contra corriente, contra la orquesta y contra el estilo.

El primer movimiento, tras un emocionante comienzo, sonó agónico, soporífero y sin ritmo. La orquesta respondía obediente a los caprichos de Nézet-Séguin, y este se creía Otto Klemperer. Pero la realidad es que YNS es voluntarioso y retórico, comercial. En el segundo movimiento continuaron las cosas raras: aparecieron errores aislados de afinación, YNS rompía la agógica orquestal sin razón aparente, se repetía el desorden de ideas, con frases y ritmos sugerentes pero inconexos y sin proyección semántica. Tan solo el tercer movimiento, Scherzo, dejó en el aire el perfume de gran orquesta que se le presupone a la Metropolitana, con concertantes de gran nivel, una sublime cuerda grave y un buen desarrollo de los vientos. Poco duró la alegría, pues el cuarto movimiento, aunque estentóreo y articulado, sonó ayuno de matices.

La Orquesta Metropolitana de Montreal pudo al menos demostrar sus atributos, que los tiene de sobra. También quedó patente que el lujo no está reñido con el tedio y que, de todas las perspectivas que nos ofrecerán DiDonato y Nézet-Séguin esta temporada, la del viernes no será de las mejores.

Carlos J Lopez