La boheme de Puccini. Bilbao

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12 mayo 2013. Palacio Esuskelduna
Se alza el telón con la abrupta brusquedad de la maquinaria, la misma que no atina alla fine al hacerlo descender. Pero es que La Bohème arranca así, sin avisar, sin Sinfonía, sin Obertura, sin adorno, porque describe la vida y la muerte, y en medio el amor, ellas y él absolutamente descarnados, desprovistos de toda suerte de brillante oropel. Y así es la escena de Emilio Sagi. Incluso el bullicioso París resulta frío y extraño. Pero, una vez más, acierta: sobriedad para la crónica de una muerte anunciada de antemano, desde la primera nota, desde el primer golpe de maquinaria.

La primera escena es un galimatías, y hasta que un más que correcto Stefano Secco no acaba su aria, no hay aplausos. Ha empezado la corrección, que ya se sucederá hasta el inevitable final. Nunca antes me había fijado, pero el flechazo de Rodolfo y Mimì es fulminante, ¿no creen? Ya podía ser así siempre el amor. Pero a cada uno le llega como le llega. Y cuando toca. Creo que ambos tienen suerte: suerte de encontrase, de amarse, de reconocerse en medio de este maravilloso y terrible caos que llamamos alegremente vida y de la miseria que tan bien refleja la austera escenografía de esta gran producción de la Fundación Ópera de Oviedo.
Secco hace gala a lo largo de toda la obra de su claro timbre y solventa una a una las dificultades de su rol con profesional, como siempre. Su seguridad hace de él una apuesta segura (valgan ambas redundancias) en los teatros más importantes del mundo.
El «Addio senza rancor» de Inva Mula desata los aplausos del público (aún más que el final de su aria, que Puccini esta vez tampoco dotó de agudo), que se rinde a su elegantísimo canto.
El momento en el que ambos dicen «nos separaremos en la estación de las flores» es uno de los más hermosos y poéticos de toda la ópera. Esta sola frase resume la esencia de la partitura pucciniana: cuando llegue la primavera, cuando podamos empezar a disfrutar de los primeros rayos del sol, cuando la vida y la esperanza florezcan, entonces, nos separaremos.
Carmen Romeu es una Musetta deliciosa, de voz redonda y sensual.
La segunda parte también se inicia bruscamente, y la belleza de la nieve central da paso a una sucesión de juegos dramáticos que no hacen sino anticipar una y otra vez el fatal desenlace.
A destacar la breve aunque complicadísima labor del coro y las excelentes intervenciones del coro infantil y los partiquinos, el cello sobre el cuarteto de la segunda parte, la frase «È una bocca procace», y los tiernos diálogos con el sombrero rosa (la omnipresente cuffietta) y la chaqueta (Colline, Roberto Tagliavini), simples objetos que alcanzan el estatus de símbolos en boca de sus dueños.
Simone Piazzola, en el rol de Marcello, Roberto Tagliavini como Colline, Manel Esteve como un pizpireto Schaunard y Arrabal en su doble rol de Benoit y Alcindoro, cumplen con las expectativas puestas sobre ellos.
La partitura de Puccini es sutil y embriagadoramente hermosa, endiabladamente complicada, modernísima y audaz. Eso ha faltado.
Creo que Puccini en esta obra (y tal vez en toda su obra) es marcadamente pesimista. Viene a decirnos: el amor no puede con la muerte.
Mimì, justo antes de morir, dice: «¡Qué bonito y suave es! ¡No más manos heladas!…», hermosísimas palabras truncadas por el estridente móvil de una señora, dos filas por delante de un servidor. Una señora que hace caso omiso de los sempiternos avisos y, ya puestos, de la sensibilidad de las casi tres mil personas que aguardamos, respetuosos, a que lo silencie. Como la muerte hace con Mimì.
Puccini era tres años más joven que yo cuando estrenó La Bohème. Creo sinceramente que, a pesar de que a Fleta le dijera en una ocasión (que se sepa) que no había cantado su obra, a pesar de eso, creo que hoy tampoco le habría entusiasmado el resultado final. Gustado, sí, por supuesto. Porque lo correcto, lo es, pero, ¿entusiasmado? No lo creo.
Alberto Núñez

MIMÌ                INVA MULA
RODOLFO            STEFANO SECCO
MUSETTA            CARMEN ROMEU
MARCELLO            SIMONE PIAZZOLA
COLLINE            ROBERTO TAGLIAVINI
SCHAUNARD            MANEL ESTEVE
BENOIT/ALCINDORO        ALBERTO ARRABAL
PARPIGNOL            MARTÍN BARCELONA

ORQUESTA DEL TEATRO REGIO DI PARMA
CORO DE ÓPERA DE BILBAO
LEIOA KANTIKA KORALA

DIRECTOR MUSICAL            MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ MARTÍNEZ
DIRECTOR DE ESCENA            EMILIO SAGI
DIRECTOR DEL CORO            BORIS DUJIN
DIRECTOR DEL CORO INFANTIL    BASILIO ASTÚLEZ