Covent Garden de Londres. 13 Julio 2014.
La producción escénica ofrecida es la muy conocida de John Copley, que se estrenó en este teatro en 1974. Parafraseando a Napoleón a la vista de las pirámides, también aquí podríamos decir: ¡Cuarenta años de ópera nos contemplan! No solamente tiene 40 años de vida, sino que en este tiempo ha viajado y hay que recordar que la pudimos en Sevilla hace 4 años.
No merece la pena dedicarle mucho espacio al espectáculo escénico, porque mis lectores son aficionados a la ópera, han visto este título en más de una ocasión y nada hay en esta producción que no hayan visto en otras ocasiones. Podría perfectamente estar en un museo. La escenografía y el vestuario son obra de Julia Trevelyan – murió hacia 11 años – y están en la más pura tradición. La iluminación de John Charlton no aporta nada de particular, quedándose un tanto corta. Nada de nuevo aporta esta producción que no haya sido vista una y cien veces. Para mi gusto lo menos conseguido es el acto del Barrio Latino, ya que la excesiva escenografía deja muy poco espacio para el movimiento de masas, quedando todo excesivamente abigarrado. No se me ocurre resaltar sino un par de “originalidades”. En el arranque del Acto III se entiende que los barrenderos canten lo de le guardie, aprite!, ya que el aduanero estaba en plena faena amorosa en un carromato. En el arranque del acto IV nos encontramos a Marcello pintando un desnudo femenino con modelo incluida, aunque diga lo de infame pennello mientras dibuja con un lápiz. En resumen, una Bohème más, únicamente apta para nostálgicos y turistas.
Si escénicamente estamos ante una Bohème más, otro tanto podemos decir en términos musicales. La dirección de Cornelius Meister fue correcta y aseada y no mucho más. Prácticamente lo mismo se puede decir de la prestación de la Orquesta de la Royal Opera House. Correcto también el Coro de la Royal Ópera en sus breves intervenciones.
En estos 40 años han cantado en esta producción todos los grandes divos, aunque también ha servido de vehículo para otros repartos de menos fuste. En estas fechas el Covent Garden nos ofrece dos repartos alternativos, siendo éste el menos interesante, mientras que el martes se anuncia la presencia al frente del reparto de Angela Gheorghiu y Vittorio Grigolo.
Al frente del reparto estaba la soprano albanesa Ermonela Jaho, que hizo una Mimí correcta, bien cantada y corta de emoción, como fue toda la representación. La voz es agradable, con un timbre oscuro en el centro, pero no voló por encima de la mera e intachable rutina.
El tenor americano Charles Castronovo me resultó tan monótono como siempre. La voz tiene cierta calidad, aunque tiende excesivamente al engolamiento, pero el cantante resulta aburrido y la emoción no salta en ningún momento. Si a una Bohème le falla la emoción, poco interés puede tener.
El barítono austriaco Markus Werba siempre ha sido – y sigue siéndolo – un especialista mozartiano, cuyos Papagenos se han podido ver muchas veces Su Marcello tampoco pasó de la corrección, resultando su voz algo reducida y con algún problema para proyectarse debidamente.
La soprano Simona Mihai cubrió la parte de Musetta y lo hizo razonablemente bien, pero sin salir tampoco de la mediocridad. El bajo coreano Jongmin Park ofreció una voz basta como Colline, ayuno de interés. Correcto el Schaunard de Daniel Grice. Cumplieron con su cometido Jeremy White (Benoit) y el veterano Donald Maxwell (Alcindoro).
El Covent Garden estaba casi lleno y el público se mostró cálido con los artistas, aunque no hubo muestras de entusiasmo. La mayor ovación a escena abierta fue para Che gelida manina y no llegó a los 15 segundos. Aunque el maestro paró la orquesta, no hubo aplausos para donde lieta usci, que fue bien interpretada por Ermonela Jaho.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 39 minutos, incluyendo dos intermedios y una parada entre los actos I y II. Duración musical de 1 hora y 44minutos. Cuatro minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 250 euros, mientras que la más barata con visibilidad plena costaba 32 euros.
José M. Irurzun