Crítica: «La Bohème» vuelve al Met con Ailyn Pérez y Dmytro Popov

Por Carlos J. López Rayward

El Met neoyorquino celebró su 1,392ª representación de La Bohème, esa incombustible joya de Puccini que, a pesar de los siglos, sigue seduciendo con la historia de amor trágicamente truncado de Rodolfo y Mimì, esta vez intrepretados por Ailyn Pérez y Dmytro Popov, en una noche más bien decepcionante.

"La Bohème" en el Met. Foto: Marty Sohl / Met Opera
«La Bohème» en el Met. Foto: Marty Sohl / Met Opera

Bajo la batuta del debutante Kensho Watanabe, la orquesta del Met navegó por la partitura con un pulso correcto e intención teatral. Su dirección careció de ese «rubato» visceral que convierte el invierno parisino en una experiencia sensorial, pero fungió de manera lustrosa en los concertantes. Watanabe mantuvo el ritmo del drama, entregando una lectura funcional pero algo anodina.

En el plano vocal, el Rodolfo del tenor Dmytro Popov fue muy discreto. Su timbre, algo pobre, posee empero un atractivo brillo metálico.  Su fraseo resultó mecánico y voluntarioso, falto de matices aunque muy entregado. En el primer acto, su «Che gelida manina» careció del apoyo vocal y del lirismo necesario para convencernos de que Mimì era su musa, más allá de la poesía.

La soprano Ailyn Pérez, por su parte, nos ofreció una Mimì disipada en lo actoral y floja en lo vocal. Pérez tiene una voz hermosa, pero en esta ocasión detectamos un canto muscular y poco natural. Su interpretación en el papel de la enferma bohemia tuvo la fragilidad debida en «Donde lieta uscì». Queda patente que la Pérez debe dar más para mantenerse en el candelero de las mejores cantantes.

Dmytro Popov y Ailyn Pérez en "La Bohème." Foto: Marty Sohl / Met Opera
Dmytro Popov y Ailyn Pérez en «La Bohème.» Foto: Marty Sohl / Met Opera

Boris Pinkhasovich, también debutante como Marcello, fue una grata sorpresa. Con una voz robusta y un fraseo elegante, logró dotar a su personaje de una autenticidad conmovedora. Su química con Emily Pogorelc, como la caprichosa Musetta, fue uno de los puntos fuertes de la velada. Pogorelc se adueñó del escenario en su “Quando me’n vo,” irradiando coquetería y picardía, aunque su volumen se perdió en algunos momentos bajo la orquesta.

Bogdan Talos, como Colline, tuvo un debut discreto pero eficaz. Su «Vecchia zimarra» fue cantado con sobriedad, pero sin la profundidad emocional que hace que este monólogo breve sea memorable. Schaunard, interpretado por Gihoon Kim, aportó frescura y dinamismo al cuarteto bohemio, y su debut alcanzó un nivel destacable que debe animarlo en su incipiente carrera.

Donald Maxwell y Emily Pogorelc en "La Bohème." Foto: Marty Sohl / Met Opera
Donald Maxwell y Emily Pogorelc en «La Bohème.» Foto: Marty Sohl / Met Opera

El diseño escénico clásico de Franco Zeffirelli, siempre visualmente deslumbrante, comienza a mostrar signos de cansancio. Si bien sigue siendo una experiencia inmersiva, su grandilocuencia se siente en desacuerdo con las representaciones más íntimas y psicológicas que el público moderno valora. En lugar de resaltar el desamparo y la desesperación de los personajes, las opulentas escenografías, que parecen convertir el sufrimiento en un decorado pintoresco, pueden resultar hoy fuera de tono.

El público del Met, siempre generoso, recibió la función con cálidos aplausos, aunque no se percibió la electricidad que una Bohème verdaderamente inspirada puede generar. Si algo queda claro, es que esta producción necesita no solo caras nuevas, sino también una chispa renovadora que vuelva a encender la llama en los corazones de los espectadores.

Esta bohème de Pérez y Popov cumplió con el expediente pero nos pareció prescindible en la saturada y lujosa cartelera neoyorkina. Entre los debutantes y los veteranos, la representación navegó entre luces y sombras, sin alcanzar las alturas de emoción que esta obra maestra merece. Una Bohème que pasó como un invierno cualquiera, sin helar la sangre ni derretir el alma.

OW


Metropolitan Opera de Nueva York, a 13 de noviembre de 2024. La bohème, ópera en cuatro actos con música de Giacomo Puccini y libreto en italiano de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa.

Dirección Musical: Kensho Watanabe. Orquesta y coro de la Metropolitan Opera (director del coro: Tilman Michael). Director de escena y Escenografía: Franco Zeffirelli, Vesturario: Peter J. Hall, Iluminación: Gil Wechsler, Directora del revival: Mirabelle Ordinaire.

Reparto: Boris Pinkhasovich, Dmytro Popov, Bogdan Talos, Gihoon Kim, Donald Maxwell, Ailyn Pérez, Marco Jordão, Emily Pogorelc, Tyler Simpson, Yohan Yi.