La tercera nueva producción de otoño se representa en el Teatro alla Scala con cinco funciones del 30 de octubre al 13 de noviembre. Se trata de La Calisto de Francesco Cavalli, ópera que nunca antes se había visto en el Piermarini. Contará con la dirección musical de Christophe Rousset y la puesta en escena de David McVicar y su equipo de colaboradores [Charles Edwards (decorados), Doey Lüthi (vestuario), Adam Silverman (diseño de iluminación), Jo Meredith (coreografía) y Rob Vale (vídeo)].
En el rico elenco de cantantes, a los que se les pide una brillante soltura escénica junto a la propiedad estilística, destacan Chen Reiss, Véronique Gens, Olga Bezsmertna, Christophe Dumaux, Luca Tittoto y Markus Werba, junto a las jóvenes Federica Guida y Svetlina Stoyanova.
La Calisto, representada por primera vez en Venecia el 28 de noviembre de 1651 sin mucho éxito durante la programación inaugural del Teatro di Sant’Apollinare, ha marcado un punto de inflexión en los tiempos modernos para el resurgimiento del interés no solo por la ópera veneciana sino por toda la música antigua.
Los manuscritos de Cavalli fueron descubiertos a finales del siglo XIX por Taddeo Wiel y durante el siglo XX se interpretaron algunas de sus obras en el Maggio Fiorentino, con Carlo Maria Giulini ,y en la Fenice de Venecia.
El mérito del renacimiento internacional es para el Festival de Glyndebourne, que en 1970 recuperó La Calisto bajo la dirección de Raymond Leppard y las voces de Ileana Cotrubas y Janet Baker, en una versión grabada por Decca. Desde entonces La Calisto ha gozado de una presencia habitual en los escenarios europeos. En 1993 la obra fue presentada en una famosa puesta en escena por Herbert Wernicke bajo la dirección de René Jacobs en Bruselas, mientras que en tiempos más recientes fue el director musical Christophe Rousset quien se consagró entre los intérpretes de referencia, primero con la puesta en escena de Macha Makeïeff en el Théâtre des Champs-Elysées y luego con la de Mariame Clément para la Opéra du Rhin en 2017.
El espectáculo de David McVicar se inspira en esta visión actualizada, consciente de cómo la República de Venecia, en la que se escenificó por primera vez la ópera, fue el hogar y refugio de las libertades tanto personales como filosóficas, científicas y políticas. La analogía tenía que ser evidente para los oyentes del Teatro di Sant’Apollinare, un teatro que vivía de la venta de entradas, en términos de capacidad y programación, pero no era un teatro popular.
En el libreto, además del reclamo de libertad y autodeterminación para la vida personal, incluyendo una referencia no solo al homoerotismo sino en general a la libertad del placer femenino, los espectadores podían leer un manifiesto de los valores del humanismo, entre los que la dignidad del saber ocupa una posición privilegiada.
Bernardo Gaitán