«La Celestina» Pedrell Teatro Zarzuela Por José Antonio Lacárcel
El Teatro de la Zarzuela ha tenido en cuenta el centenario del fallecimiento del gran Felipe Pedrell, un nombre importantísimo en el mundo musical español y cuyo centenario está pasando en el más ominoso de los silencios, siguiendo esa costumbre tan española de desdeñar lo propio y ensalzar lo de fuera. Menos mal que el coliseo que dirige Daniel Bianco ha recordado la efemérides y ha rendido un homenaje al compositor, músicólogo, historiador, crítico, hombre que influyó decisivamente en los principales compositores españoles de finales del XIX y principios del XX: Falla, Granados, Vives, Albéniz y Turina, todos ellos recibieron la influencia y, muchas veces, las enseñanzas de esta gran figura de la música española. Si no me equivoco el Ministerio de Cultura no ha programado nada importante en relación con la efemérides a la que nos referimos, siguiéndose esa táctica de no dar gran importancia a la música, desdén en el que han estado – fíjense qué casualidad- de acuerdo todos los partidos del espectro político español.
Pues tendremos que agradecer que el Teatro de la Zarzuela haya tenido en cuenta la fecha y haya programado una de las óperas más significativas de Pedrell: La Celestina, que junto a Los Pirineos y El Conde Arnau, constituye la trilogía más significativa de la creación operística de este compositor. Bien es cierto que se ha hecho en versión concierto y pienso que hubiera estado muy bien que se hubiera representado pues es teatro musical y éste se concibe y se escribe para la representación. Pero más vale algo que nada y esa nada parece que es la que configura la programación de otros teatros que pasan de largo ante este acontecimiento. Una vez más tengo que mostrar mi agradecimiento a la dirección del Teatro de la Zarzuela por esta gran labor que viene realizando al recuperar obras claves de nuestro patrimonio musical, tan rico y tan ignorado, y ofrecerlas con todas las garantías de calidad que requiere cada obra y el escenario, tan importante, del Teatro de la Zarzuela. Prueba de lo que apuntamos más arriba es el reparto que dio vida en concierto a La Celestina. La acertada dirección musical de Guillermo García Calvo, la siempre solvente presencia del coro que con tan buenos resultados dirige Antonio Fauró. Y un plantel de solistas de verdadera y bien contrastada categoría artística. Maite Beaumont encarnando el difícil y muy complejo personaje de Celestina. Miren Urbieta-Vega, una convincente Melibea. Un tenor de la categoría de Andeka Gorrotxategi, dando vida a Calixto. La hermosísima voz del barítono Juan Jesús Rodríguez, al servicio del personaje de Sempronio. Un convincente Simón Orfila, como Parmeno, la siempre exquisita Sofía Esparza en el papel de Lucrecia. Y el resto de excelentes intérpretes como Lucía Tavira, Gemma Coma-Alabert, Javier Castañeda, Mar Esteve, Isaac Galán y los ocho miembros del coro que dieron ida al verdugo, al halconero, a los voceadores, a los vecinos y recitantes. «La Celestina» Pedrell Teatro Zarzuela
Es La Celestina una obra fundamental, básica, en la evolución del género lírico español. Es una ópera concebida como española, con un libreto del propio Pedrell sobre la genial obra de Fernando de Rojas. Es mucho más que un intento de adentrarse por el difícil camino de la siempre controvertida ópera española. Es un logro absoluto, un punto de partida que va a tener notable influencia en el pensamiento musical de muchos compositores posteriores a Pedrell. No se trata de un deseo, de un intento- ya lo dijimos antes- sino de una realidad, yo diría que esplendorosa realidad, por cuanto que se consigue alcanzar un lenguaje operístico muy peculiar, muy personal, lenguaje que define sobradamente la categoría de Pedrell como compositor, categoría e importancia tantas veces olvidada. Y es netamente española y no sólo por la temática argumental elegida, sino porque las teorías de Pedrell en su buceo sobre la auténtica música popular española tienen una aplicación práctica en el desarrollo de esta importante obra. No olvidemos la utilización de romances, como el famoso Fontefrida, donde la base popular es suficientemente catalizada de manera musicalmente científica, consiguiéndose un espléndido efecto, reconstruyéndose una nueva visión que se basa en unos cimientos populares sabiamente armonizadas por el compositor Pedrell. Ese recurrir al elemento popular marca omentos muy significativos a lo largo de toda la ópera, sin que pueda decirse que Pedrell utiliza en demasía ese hálito, ese aliento, esa fuente de inspiración. La sobriedad es uno de los elementos del talento compositivo de Pedrell, algo que sabrán heredar sus discípulos.
Pedrell emplea una orquesta densa, bien equipada buscando los efectos cromáticos que quiere que sean expuestos ante el público. A pesar de su devoción wagneriana, creo que debemos subrayar que no aparece claramente el wagnerismo a lo largo de toda la obra. Si acaso algún conato en determinados momentos orquestales donde aparece el vigor, la contundencia en el tratamiento orquestal que tan habituales resultan en Wagner. Por el contrario observaos un muestrario de una recia personalidad compositiva. El tratamiento de los coros resulta muy efectivo y tiene una brillantez que va aparejada con, quizá, los momentos más hermosos de una obra que, a veces, resulta algo dura pero de la que dimana una fuerza una intensidad muy considerables. Y uno se pregunta, en su ignorancia, ¿cómo es que no se estrenó tal y como la obra en sí merecía? Por desgracia, esto resulta algo habitual en el devenir de las creaciones escénicas de buena parte del XIX e inicios del XX. «La Celestina» Pedrell Teatro Zarzuela
El tratamiento de las voces es especialmente interesante si bien en algún momento parece que se lleva al límite a los cantantes. Por ejemplo en los dos primeros actos el tenor tiene que hacer un considerable esfuerzo que puede redundar en una disminución de las facultades, conforme avanza la obra. La obra se estructura de manera que siempre están los protagonistas en acción, huyendo del concepto tradicional operístico que divide en arias, dúos, tríos, concertantes e intermedios o interludios orquestales. Aquí hay una concatenación de los distintos protagonistas sin apenas respiro lo que hace que crezca la tensión de forma considerable. Tampoco se utiliza la melodía en el sentido tradicional de la música escénica y hay una dicotomía entre lo tonal y lo modal lo que hace que, a veces, resulten un tanto duros diversos momentos sobre todo si el espectador se acerca imbuído de lo que es habitual en los otros espectáculos que ha visto, sea de un romanticismo tardío, o de los albores del verismo. En La Celestina es otro planteamiento lo que puede suponer un mayor esfuerzo para que sea entendida y asimilada por buena parte del público.
Como siempre suele ocurrir en el Teatro de la Zarzuela, se ha cuidado mucho la selección de intérpretes. Maite Beaumont posee una buena voz de mezzo que puso al servicio de su personaje, el principal, la vieja Celestina. Cantó bien aunque en algunos momentos la vimos un poco falta de la potencia suficiente para enfrentarse a una orquestación muy densa. Miren Urbieta-Vega fue una excelente Melibea, teniendo una meritoria actuación, sobre todo en el dramático final cuando su personaje se enfrenta a la muerte tras la tragedia sufrida por Calixto. Midió muy bien sus fuerzas y su labor resultó muy convincente. En cuanto al tenor Andeka Gorrotxategi hay que señalar que tuvo que enfrentarse a un personaje difícil de interpretar, ya que la partitura le exige un esfuerzo tremendo, desde el primer instante. Es éste un tenor con suficiente solvencia y llevó a cabo una meritoria labor en los dos primeros actos. Pero ese sobreesfuerzo tuvo consecuencias y pasó momentos muy difíciles en los últimos actos de la obra. La bella voz y la gran personalidad del barítono Juan Jesús Rodríguez sirvió para que bordara su papel como Sempronio, al igual que Simón Orfila hizo un Parmeno muy estimable. Sofía Esparza cantó con buen gusto, con la delicadeza y el encanto musical que siempre pone en sus actuaciones. Y algo similar puede decirse de Lucía Tavira y Gemma Coma-Alabert. Convincentes subieron Javier Castañeda, Mar Esteve e Isaac Galán. Buena y segura la dirección de Guillermo García Calvo con una orquesta disciplinada y segura en la afinación y consiguiendo buenas cotas de expresividad.
En definitiva, hay que agradecer que el Teatro de la Zarzuela haya tenido la sensibilidad e no olvidar una fecha importante como era el centenario de la muerte de un importante compositor español como Felipe Pedrell. La Celestina es un ejemplo de que no sólo era un excelente musicólogo y profesor, sino también un compositor muy digno de ser tenido en cuenta.
9 de septiembre de 2022. Teatro de la Zarzuela, Madrid. La Celestina de Felipe Pedrell. Maite Beaumont, Andeka Gorratxategi, Miren Urbieta-Vega, Juan Jesús Rodríguez, Simón Orfila, Lucía Tavira, Gemma Coma-Alabert, Javier Castañeda, Mar Esteve, Isaac Galán. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (director: Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Guillermo García Calvo. OW