La Cenerentola. Rossini. Sevilla. Opera World

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Un soave non so che: una Cenicienta fresca e hilarante

La Cenerentola, ópera en dos actos

Música: Gioachino Rossini. Libreto: Jacopo Ferretti.Dirección Musical: Giacomo Sagripanti. Dirección de escena: Paul Curran Vestuario: Zaira de Vincenstiis. Escenografía: Pasquale Grossi. Director del coro: Íñigo Sampil. Reposición de la puesta en escena: Óscar Cecchi.

Intérpretes: Marianna Pizzolato (Angelina, la Cenicienta), Edgardo Rocha (Don Ramiro, príncipe de Salerno), Carlos Chausson (Don Magnífico, barón de Montefiascone), Borja Quiza (Dandini, criado de Don Ramiro), Mercedes Arcuri y Anna Tobella (Clorinda y Tisbe, hermanastras de Cenicienta), Wojtek Gierlach (Aliodoro, maestro de Don Ramiro). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Teatro de la Maestranza, sábado 22 de febrero de 2014.

La Cenerentola de Gioachino Rossini cautivó al público de la Maestranza, en una producción del Teatro de San Carlo de Nápoles con dirección de escena de Paul Curran y musical de Giacomo Sagripanti. Un granado elenco de cantantes muy oportunos para esta partitura elevaron la música de Rossini a la categoría de espectáculo plástico y musical, en una representación cargada de humor y lirismo.

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Poner en escena La Cenerentola de Rossini fue durante el siglo XIX garantía de éxito, a la vez que un reto para la compañía que se enfrentase a ella. Podría decirse que casi doscientos años después de su estreno, acaecido en Roma durante el carnaval de 1817, en cierto modo la cualidad popular de esta ópera bufa sigue estando vigente, a la vez que las dificultades técnicas en el ámbito musical. No en vano se trata de una de las obras rossinianas de más éxito, capaz de competir con el mismísimo Barbero de Sevilla, a la que sucedió en estreno y éxito tan sólo un año después. El acierto de Rossini radica, por un lado, en la visión realista que deseaba del cuento de Perrault, dando instrucciones explícitas al libretista Jacopo Ferretti de eliminar cualquier alusión fantástica o mágica; esto acercó la trama a la realidad de la Europa en que se compuso, y en cierto modo la hace idónea para que con el paso del tiempo se pueda seguir adaptando la historia sin miedo a caer en tipismos. Por otro lado, la habilidad de Rossini para construir momentos de gran belleza musical, junto con otros de hilarante comicidad, hacen la partitura sumamente dinámica, hasta el punto de parecer al espectador más breve y ligera de lo que en realidad es.

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Enumerar las bondades de esta producción de la Cenicienta resulta sencillo, pues hubo aciertos en todos los aspectos. En primer lugar, la dirección de escena de Paul Curran, junto con el equipo de escenografía, vestuario e iluminación, fue muy acertada. El aprovechamiento de los paneles modulares, que ascendían y descendían en un juego dinámico y efectivo, creaba rápidamente nuevos espacios al servicio de la trama, ayudando a que ésta transcurriera con total naturalidad. Particularmente efectista resultó el diseño de los interiores, con columnatas móviles, o el del jardín de palacio, en el que preciosos rosales vidriados recordaban a la estética art nouveau de Charles Rennie Mackintosh, desplegados en un diseño de líneas geométricas sencillas pero de gran belleza.

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Otro gran acierto de esta producción es el buen elenco de cantantes que personificaron a los personajes de la historia. Un conjunto bastante homogéneo de voces se entregó magníficamente a la interpretación de sus distintos papeles, llevando más allá de la música su actuación. Así, las situaciones cómicas que se suceden en cada escena se potenciaron por la gestualidad y expresividad de los cantantes, algo no siempre frecuente en el mundo de la ópera.

Particularmente acertado estuvo Borja Quiza en el papel de Dandini, un personaje al que se le encomiendan no pocas agilidades y números de conjunto  que el barítono superó sobradamente desplegando una timbrada voz en la que potencia y precisión se aúnan notablemente. Igualmente meritoria fue la actuación de la mezzosoprano Marianna Pizzolato, a cuyo rol de Cenerentola se le exige una coloratura considerable en registros poco agradecidos que superó con solvencia pese a la falta de potencia en los graves, con grandes intervenciones como en el aria Non piu mesta. Estuvo acompañada en el papel del príncipe Ramiro por Edgardo Rocha, más hábil en las arias en solitario que en los números corales, cuyo timbre ligero lo señalaba como un tenor muy apropiado para el papel rossiniano, destacando en arias como Un soave non so che o Zitto, zitto; piano piano.

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Pero, sin lugar a dudas, sobre todos los cantantes destacó Carlos Chausson en su realización de Don Magnífico. Su sola presencia llenaba la escena, y sus intervenciones, ya fueran en solitario o en pasajes corales, estuvieron siempre un punto por encima de los demás, tanto en potencia y claridad vocal como en expresividad y belleza. Como veterano de la escena, dominó a la perfección el movimiento y la postura; como maestro entre los cantantes, demostró que su técnica de bajo-barítono es intachable en cada aria y cada número de conjunto, siendo admirable la vitalidad y fuerza que puede llegar a transmitir, y que sin duda fueron un motivo añadido para el éxito de esta producción de la Cenicienta.

Es necesario mencionar igualmente a los papeles secundarios, también muy a propósito para la producción. El dúo de cantantes formado por la soprano Mercedes Arcuri y la mezzosoprano Anna Tobella, las insufribles hermanastras Clorinda y Tisbe, embelesaron al público con sus dúos en más de una ocasión, y ofrecieron un punto cómico a la historia muy acertado. Por último, pero no por ello menos destacado, el bajo Wojtek Gierlach tuvo también varias intervenciones muy inspiradas, pese a que su papel más serio y reflexivo lo alejan de la frenética actividad de los demás personajes.

En definitiva, La Cenerentola que exhibió la Maestranza fue todo un acierto en lo musical y en lo escénico, al que se unió una equilibrada dirección musical de Giacomo Sagripanti al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y la encomiable labor escénica del Coro de la Maestranza.

Gonzalo Roldán Herencia