‘La Clemenza di Tito’ en Bilbao: Mozart a la suiza, todo un montaje

                                                             Clemenza di Tito Bilbao Por Joaquín Ferro

Con expectación y alegría, y a pesar de las restricciones pandémicas, acudo al Palacio Euskalduna para presenciar el estreno de  La clemenza di Tito, que se presenta por primera vez en Bilbao en esta 70ª temporada que ABAO está llevando adelante con gran profesionalidad e inagotable ilusión. Quiero pues reiterar una vez más que el trabajo realizado por la asociación y las personas involucradas en cada espectáculo es ímprobo y su formación, innegable. No obstante, creo también que debemos alejarnos ya del modelo ‘Fabada’.

Lo que quiero decir es que las latas de fabada que nos venden contienen unos ingredientes saludables y se elaboran sin conservantes –lo pone en la etiqueta–, pero para un paladar exigente no se le engaña. Con algunos montajes sucede lo mismo; los cantantes cumplen, la escenografía representa lo que debe, el vestuario se adapta más o menos y la orquesta toca las notas, pero es difícil de tragar. Clemenza di Tito Bilbao

Un momento de La clemenza di Tito © E. Moreno Esquibel – ABAO Bilbao Opera 2022

La escenografía de esta Clemenza recordaba al rascacielos BBVA de la plaza circular, con fuente y todo, al que se le han colocado unas esculturas isocéfalas de Dora Salazar. Quizás en su día pareció una idea exótica montar algo así en Lausanne, pero como sucede con el resto de este montaje escénico de Fabio Ceresa, huele a armario cerrado. No alcanzo a entender que, terminando el primer cuarto del siglo XXI, una mujer en escena represente un papel masculino con recursos de un drag King, mientras otra se salve de este travestismo inverosímil. Clemenza di Tito Bilbao

Cualquier heredero de Vionnet se llevaría las manos a la cabeza ante las decisiones de Gary McCann; la caída, el color y la calidad del vestuario, no solo están manidos (La tentadora Vitelia de rojo y el bondadoso Tito de blanco) sino que subrayan en cierta medida la pobre actuación de los cantantes. En algunos momentos llegué a pensar que Vanessa Goikoetxea estaba sufriendo un ataque de dermatitis, pues sus manos debían de estar frotando su cuerpo sensualmente y no víctima de la urticaria.

Vanessa Goikoetxea (Vitellia) en La clemenza di Tito.  © E. Moreno Esquibel – ABAO Bilbao Opera 2022

La dirección de Riccardo Frizzia no consiguió que la música mostrara algo más que las notas escritas. Tampoco llegué a entender a Richard Barker en su afán por desplegar acordes, tocar escalas y entresacar motivos musicales, en lugar de sostener y enriquecer los recitativos de los cantantes. Debo decir, que todo estaba impecablemente tocado por la Orquesta Sinfónica de Euskadi, pero la idea musical no alcancé a descifrarla. En esa línea se mantuvo también el coro; cantó su parte y casi consigue mantenerse en un segundo plano, de no ser por determinadas voces que tienden a sobresalir siempre, aunque se trate de un conjunto.

En muchas ocasiones llamamos intérpretes mozartianos a aquellos que han representado algún papel escrito por este genial músico, cuando quizás nos debemos fijar en cómo se ha hecho antes de darles este calificativo. En cierta medida, sucede lo mismo con el repertorio barroco, no olvidemos en ningún caso que hay una interpretación históricamente informada que marca las líneas, no el repertorio. No se trata de que un cantante pueda afrontar un papel vocalmente, esto se da por hecho para todo aquel profesional que se sube a un escenario, y en esta representación todos son profesionales a la altura del reto que se les plantea. Clemenza di Tito Bilbao

Me resulta incómodo no poder resaltar las actuaciones de Veta Pilipenco, bella voz que aún tiene mucho por hacer, o de Itziar de Unda, que en los números de conjunto destacó más que en sus solos. Sus papeles podrían haber brillado porque Mozart siempre regala momentos en los que cualquier intérprete puede dejar una impronta. Josep Miquel Ramón estoy seguro de que podrá llegar a darnos buenos momentos si consigue anteponer la técnica a su necesidad de estar presente, pero en esta representación no pudo realizar una aportación reseñable.

Paolo Fanale (Tito) en La clemenza di Tito.  © E. Moreno Esquibel – ABAO Bilbao Opera 2022

Representar una ópera es insuflar vida a una música que lleva doscientos años pasando por muchas gargantas, geniales, mediocres y ‘obreras de la música’, por lo que sobre los artistas recae una gran responsabilidad. Paolo Fanale fue un Tito musical, con un instrumento delicado y un control técnico que se adecúa a la interpretación. Faltó una articulación más clara y que dejase ver algo más de la psicología del personaje en su interpretación. Sé que es difícil salir a escena vestido de Juan Gabriel, en todos los sentidos, y no ser una parodia (más cuando te encuentras en una sauna rodeado de hombres semidesnudos), pero se agradecería escuchar hechura de un emperador romano, no de un ambiguo cantante ligero.

El rol de Vitelia recayó sobre Vanessa Goikoetxea, que lejos de hacerlo mal diré que fue errado. No pude apreciar el terciopelo que un papel mozartiano como el suyo requería, la voz siempre presente, pianos súbitos y un primer registro forzado no son materiales que se ajusten a ese papel. Un Puccini puede asumirse con esos recursos, un Mozart es más exigente. Comprendo la incomodidad de la escena, que en ocasiones le obliga a cantar chapoteando con el agua a los tobillos, pero el público juzga al cantante por lo que escucha, no por lo que ve. Clemenza di Tito Bilbao

Daniela Mack mostró todo su repertorio vocal en su papel, desde acariciadoras notas hasta agudos firmes y proyectados, que da interés a su interpretación. Como en el caso de sus compañeros, las articulaciones y agilidades no eran claras, pero no disturbaban la interpretación. El inconveniente es que su emisión resulta en cierto aspecto inquietante por artificiosa. Su emisión varía entre notas, por lo que no se escucha una voz homogénea en todo su registro, de modo que uno se plantea continuamente cuál será realmente el sonido de su voz.

Daniela Mack (Sesto) en La clemenza di Tito.  © E. Moreno Esquibel – ABAO Bilbao Opera 2022

No quiero cerrar esta crítica sin decir una vez más que intentar gustar a todos, haciendo de todo y bajo una etiqueta, no creo que sea el modo de mostrar algo interesante. La comida enlatada da un gran beneficio, pero nunca será alta cocina. El trabajo artesano y el contacto con el proveedor es el que hace ganar estrellas Michelin. A pesar del trabajo ímprobo que supone hacer ópera, apliquemos los criterios personales de elección en lugar de comprar lotes y conozcamos la circunstancia del público para objetivar el ‘target’ y tratar en fin de ser sublimes, no solo buenos. Clemenza di Tito Bilbao

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ABAO Bilbao Opera, 26 de enero de 2022. La clemenza di Tito, música de W. A. Mozart y libreto de Tommaso Mazzolà, basado en fragmentos de De vita Caesarum de Pietro Metastasio. Riccardo Frizza, director musical. Richard Barker, fortepiano. Fabio Ceresa, director de escena. Gary McCann, escenografía y vestuario. Ben Cracknell, iluminación. Mattia Agatiello, coreógrafo. Euskadiko Orkestra. Coro de Ópera de Bilbao. Boris Dujin, director del coro. Paolo Fanale (Tito), Daniela Mack (Sesto), Vanessa Goikoetxea (Vitellia), Veta Pilipenko (Annio), Itziar de Unda (Servilia), Josep Miquel Ramón (Publio). Opera World