La Compañía Nacional de Danza, aclamada por las coreografías de Van Manen, Wheeldon y Ratmansky en el Teatro de La Zarzuela

                                                    Compañía Nacional de Danza Por Cristina Marinero

Hans van Manen va a cumplir 90 años el próximo 11 de julio. Es uno de los coreógrafos esenciales del siglo XX, iniciador desde Holanda de un neoclasicismo con un paso adelante hacia la expresión del torso más contemporánea y movimientos de piernas que habitan en una dimensión dibujada en el círculo. Compañía Nacional de Danza

Su creación Grosse Fugue, estrenada en 1971 y para la que también diseñó el vestuario con la entonces modernísima falda-pantalón negra que visten los chicos, es la que abre este acertado programa que Joaquín de Luz ha confeccionado para la Compañía Nacional de Danza (CND) en su breve (siempre lo es) temporada en el Teatro de la Zarzuela, hasta el 17 de julio.

Con Manuel Coves, al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, estuvo como invitado el pianista Mario Prisuelos, que bordó con su maestría las partes de solista de Polyphonia y Concerto DSCH. Coves es ya todo un referente para la danza, ya sea frente a una partitura creada como ballet, o, como es el caso, con piezas que no fueron concebidas para ello y han sido coreografiadas después.

Erez Ilan en ‘Grosse Fugue’. Detrás, Alessandro Riga, Anthony Pina y Juan José Carazo. Foto-Albiru

Además, el director de la Compañía Nacional de Danza ha invitado para estas actuaciones a la bailarina norteamericana Lauren Lovette, ahora también coreógrafa, compañera suya en las filas del New York City Ballet mientras él fue estrella allí, quien ofreció su estilo depurado y los perfectos arabesques y attitudes en Polyphonia.

Esta línea neoclásica es la que más debe primar –junto con los ballets de la tradición- en la formación estatal inaugurada en 1979 como Ballet Clásico Nacional y dirigida entonces por Víctor Ullate, primer maestro del director de la CND. Fue precisamente él con su compañía por quien vimos por primera vez en Madrid Grosse Fugue, hilada sobre las composiciones de Beethoven Cuarteto para cuerda en sol menor «Grosse Fuge», Op. 133. Overture. Allegro. Fuga y  Cuarteto para cuerda en si bemol mayor, op. 130. V. Cavatina: Adagio molto espressivo. Compañía Nacional de Danza

En los años sesenta y principio de los setenta, crear sobre música romántica no era precisamente “estar a la moda” y, en medio del arrojo “flower power” de la época, coreografiar sobre el primer compositor romántico podía ser tachado de anticuado. Hans van Manen siempre ha manifestado que lo que le interesa es el ser humano y nunca fue su objetivo dar un mensaje, sino el movimiento, además de hacer universal el paso a dos “marca Petipa”.

Shani Peretz y Alessandro Riga en ‘Grosse Fugue’. Foto-Albiru

Aunque se suelen definir sus ballets como abstractos, Van Manen dice no creer en la pura abstracción y apunta a que en sus ballets siempre hay una historia interna. Para el coreógrafo holandés, George Balanchine lo definía muy bien: en cuanto un chico y una chica aparecen en escena, ya hay una historia.

En Grosse Fugue, su siempre latente sensualidad, elegante y marcada por la ductilidad del movimiento engarzado perfectamente aunque parezcan encadenados dispares, también se subraya con el vestuario: maillots color carne, para ellas, y slip-pantalón corto para ellos cuando se despojan de la larga falda. Compañía Nacional de Danza

Con el siempre flamante Alessandro Riga como uno de los bailarines de las cuatro parejas protagonistas, volvimos a deleitarnos con Erez Ilan y su expresivo torso, proyectado en el cambré a la vez que eleva sus largos brazos, engrandeciéndolo con la respiración. Bailó junto a Clara Maroto, que continúa estilizando su figura, una de las cuatro mujeres de la pieza además de Pauline Perraut, Shani Peretz y Laura Pérez Hierro. Anthony Pina, con su gran extensión de piernas, y Juan José Carazo completaron el elenco de esta coreografía destacada del nonagenario maestro holandés.

Estrenado en enero de 2001 por el New York City Ballet (NYCB), Polyphonia fue la cuarta obra que Christopher Wheeldon (Somerset, Reino Unido, 1973) creó para la compañía fundada por George Balanchine y Lincoln Kirstein en 1948, a la que el coreógrafo británico se unió en 1993, nombrado solista en 1998. Compañía Nacional de Danza

Wheeldon se retiró de bailar muy pronto, en 2000, con solo 27 años, para enfocar todo su tiempo en la coreografía y Polyphonia fue su primera creación de esta etapa, tras ser el primer coreógrafo nombrado Artista en Residencia del NYCB. En 2002, la estrenó en Londres el Royal Ballet, donde Wheeldon se inició, y ganó el Premio Laurence Olivier. Como en el caso de Grosse Fugue, este ballet es también estreno en Madrid por la CND, presentado por primera vez en nuestro país el pasado febrero, en Santander.

Giada Rossi y Alessandro Riga en ‘Polyphonia’. Foto-Albiru

Creada para ocho bailarines, Polyphonia está construida sobre diez piezas para piano de uno de los compositores clave de la segunda mitad del siglo XX, el húngaro-austriaco György Ligeti, que le permiten al coreógrafo mostrar un movimiento prístino, con pasos y variaciones cristalinos en su ejecución, siguiendo la tradición neoclásica de Balanchine, a quien también recuerda –la obra es todo un homenaje a él- por su escueto vestuario, en la línea de sus ballets en mallas tan “marca de la casa”.

Para la Compañía Nacional de Danza, interpretar estas coreografías tan técnicas, exentas de adornos, y para la que cada uno de los pasos y variaciones tienen que ser perfectos son esenciales para que sus bailarines sigan avanzando. Quizás no tienen el atractivo chispeante de otras –la música de Ligeti es “dura” para el no iniciado- pero son importantes desde el punto de vista de lo que proporcionan para el avance de nuestros artistas y como parte del repertorio internacional que podemos ver gracias a ellos. Son ya historia del ballet neoclásico y eso es lo que necesitamos en España. Compañía Nacional de Danza

Sobre Ligeti, decir que muchos lo conocerán por el cine y, más concretamente, por Stanley Kubrick, quien escogió obras suyas para 2001, una odisea en el espacio, El resplandor y Eyes Wide Shut.  En esta última, la controvertida película estrenada en 1999 y protagonizada por Nicole Kidman y Tom Cruise cuando todavía eran matrimonio, se puede escuchar como una de las piezas señeras, Musica Ricercata No. 2 Mesto, rigido e cerimoniale. Aquí sirve de base al paso a dos que interpretan los primeros bailarines Giada Rossi y Alessandro Riga en perfecta comunión, dibujando cada acorde con los minimalistas movimientos diseñados por Wheldon y dando con su interpretación una dimensión solemne a la pieza.

Mario Galindo, en el centro, Cristina Casa y Toby William Mallitt, a sus lados, en Concerto DSCH. Foto-Albiru
Mario Galindo, en el centro, Cristina Casa y Toby William Mallitt, a sus lados, en Concerto DSCH. Foto-Albiru

Como cierre de este triple-bill, como se denomina en el mundo anglosajón al programa compuesto por tres obras de danza diferentes, volvimos a ver Concerto DSCH, de Alexei Ratmansky (San Petersburgo, 1968), sobre el  Concerto No. 2 in F Major, Op. 102, de Dmitri Shostakovich, que la CND estrenó en sus primeras actuaciones tras el confinamiento, en noviembre de 2020, en el Teatro Real.

El coreógrafo ruso-americano afincado en Nueva York, exdirector del Ballet Bolshoi y, desde 2014, Artista en Residencia del American Ballet Theatre, realizó esta coreografía para el NYCB en 2008 y Joaquín de Luz fue parte de los solistas de ese elenco de estreno. En 2020, de Luz  lo bailó junto a otro de los protagonistas originales, Gonzalo García, a quien invitó antes de su retirada como bailarín, y en estas funciones lo interpreta, algunos días, junto a Ana Mª Calderón y Mario Galindo. Precisamente, este bailarín es la joven figura que el director de la Compañía Nacional de Danza está impulsando, por sus excelentes dotes artísticas y técnicas, que pudimos admirar en esta última obra y en Polyphonia. Compañía Nacional de Danza

Concerto DSCH está impregnado de una alegría de vivir y desenfado que traspasa la cuarta pared, pero que no debe confundirse con que sea “fácil”, ya que Ratmansky ha incluido toda su “artillería” técnica y de virtuosismo, a velocidad de vértigo en la mayoría de sus pasajes. Con Cristina Casa, Anthony Pina y Galindo como el trío protagonista en la noche de estreno, además de Kayoko Everhart y Toby William Mallitt en el paso a dos, Concerto DSCH es perfecto como título final de este programa neoclásico de tres coreógrafos esenciales del último medio siglo.

El coreógrafo Alexei Ratmansky, en los saludos, con la bandera de Ucrania. Foto-Albiru

En los saludos finales apareció Alexei Ratmanksy, que ha venido a reponer la coreografía hace unos días, junto a Joaquín de Luz y toda la compañía, y desplegó la bandera de Ucrania, con la consiguiente elevación de los aplausos del público.

Ratmansky es medio ruso, medio ucraniano –creció en Kiev y bailó allí al principio de su carrera- y sus padres y parte de su familia viven en la capital ucraniana, ahora sufriendo los horrores de esta guerra. Él estaba preparando un nuevo ballet en el Bolshoi de Moscú cuando Putin inició la invasión. Inmediatamente después de saber la noticia, decidió dejar Moscú y, con la ayuda del Bolshoi, viajó a Nueva York, vía Varsovia, con su equipo.

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Compañía Nacional de Danza. Jueves 7 de julio de 2022. Teatro de la Zarzuela de Madrid. Opera World