Renovarse o morir. Presentar de forma diferente un clásico. Acercar con nueva savia el repertorio del clasicismo. Estas podrían ser las ideas de la última y brillante propuesta de la Orquesta Sinfónica del Vallés en el Ciclo que dicha formación tiene en el Palau de la Música Catalana y cuyos resultados se vieron refrendados por largos aplausos y entusiastas bravos por todo el público que llenaba el recinto modernista
En un momento en que en la ciudad condal se pueden escuchar por la poca coordinación de los programadores las mismas sinfonías, pasiones, réquiems, etc, en el mismo mes o semana siempre se agradece que haya una entidad musical como la Orquesta del Vallés junto con el Palau que se atreva a programar de manera diferente un clásico como es el oratorio de J. F. Haydn: La Creación, Hob. XXI:2 en un formato de semiescenificación.
Para ello se ha contado con un trio de cantantes solistas de la cantera catalana de amplia experiencia y probada carrera internacional: la soprano Marta Mathéu, el tenor David Alegret y el barítono Enric Martínez-Castignani, que fueron desgranando las arias, dúos y tríos más representativos de esta joya del clasicismo vienés con una gran expresividad y un movimiento escénico que se acompañaba perfectamente con una paleta expresiva en la intención de cada una de sus intervenciones.
A pesar de tratarse de una selección de una hora de duración de una pieza que alcanza casi el doble de duración en su versión original no se hizo nada corta sino que otro de sus meritos fue el perfecto hilo narrativo de la versión seleccionada.
Se cantó en el original alemán y tal vez ahí fue el único reparo de la propuesta ya que la fuerza de la obra radica en partes iguales en la música de Haydn que juega con la semántica musical de la poesía y los textos bíblicos y de la obra El paraíso perdido de Jhon Milton. Hubiera sido deseable poder seguir los textos en alguna traducción, bien al programa de mano, bien en sobretitulados ya que no distraerían de la acción musical y en cambio ganarían en comprensión y sentido de la composición ofrecida.
Se optó únicamente por unas grabaciones en off en catalán de algunos de los recitativos originales para avanzar la obra, buena propuesta pero insuficiente.
Lo que no fue insuficiente sino genial fue el planteamiento escénico de Marta G.Otín que distribuyó orquesta, coro y solistas por el escenario, pero no a la manera de concierto sino de una forma más orgánica y dinámica, ocupando y evolucionando por todo el escenario. La orquesta interpretó toda la introducción del Caos primigenio en un movimiento casi coreográfico hasta explotar en la primera intervención del Cor de Cambra del Palau que se unió en este concepto con su gran profesionalidad canora y escénica trasmitiendo temor, alegría y solemnidad dependiendo del momento del oratorio que salía de sus gargantas.
El contraste en tre el negro del vestuario de coro y orquesta con el blanco ibizenco de los solistas en sus dobles papeles de ángeles y Adán/Eva fue otro de los aciertos junto con el trabajo de iluminación.
Rubén Gimeno, director titular de la formación orquestal vallesana, supo concertar desde un extremo del escenario los distintos momentos con un buen criterio y consiguiendo solucionar los momentos más peligrosos de descoordinación, que fueron los mínimos y sin que produjeran un gran debacle.
Una apuesta como esta necesita mucho tiempo de ensayos para el buen empaste y coordinación entre los distintos elementos y es tal vez lo que faltó para acabar de redondear una velada diferente.
Entre los momentos más mágicos destacaríamos el inicio del oratorio por su capacidad sorpresiva junto con el dúo de barítono y soprano de la segunda parte donde se incorporaron dos magníficos bailarines anónimos ya que por desgracia en ningún lugar del programa aparecían sus nombres pero que aportaron desde la sutileza del movimiento una fuerza a dicho dúo.
Solo queda esperar que estas propuestas que tanto esfuerzo de quien lo ejecuta y placer para quien lo escucha no queden en saco roto sino que se puedan ver en más ocasiones y escenarios que los dos en los que a priori estaban programados ya que por su calidad y originalidad bien podían formar parte de un Festival Grec tan falto de buenas propuestas musicales clásicas y a la vez diferentes.
Robert Benito