La esclavitud y el vudú en el Koanga de Delius en Wexford

La esclavitud y el vudú en el Koanga de Delius en Wexford
Escena de Koanga. Foto: Clive Barda

El Festival de Ópera de Wexford siempre ofrece un gran interés para el aficionado, ya que se caracteriza por ofrecer óperas olvidadas de compositores que en su día tuvieron importancia, aunque algunos de ellos hayan caído en el olvido. Este año el programa del festival lo componen tres auténticas rarezas, como son Koanga, de Frederick Delius, Guglielmo Ratcliff, de Pietro Mascagni, y Le Pré aux Clercs, de Ferdinand Herold. Una de las cosas que más llama la atención es la importante presencia de voluntarios en la organización, que tanto se ocupan de hacer de acomodadores como de atender a los Amigos del Festival, como del guardarropa. El año pasado salí muy satisfecho de mi paso por esta agradable ciudad, que no llega a 150.000 habitantes. Por si alguno de mis lectores se anima a venir (muy recomendable), les diré que el programa del año próximo incluirá Herculanum (F.David), Vanessa (S.Barber) y Maria de Rudenz (G.Donizetti).

Koanga es la tercera de las 7 óperas que compuso Frederick Delius y tiene como tema la esclavitud en el Sur de Estados Unidos, que él pudo conocer durante su estancia en dicho país. La compuso en 1897 y tuvo dificultades para estrenarse, ya que hubo de hacerse en Alemania en 1904, no teniendo lugar el estreno en Gran Bretaña hasta 1935, cuando Delius había muerto, y por el empeño personal del Sir Thomas Beecham. En 1972 se hizo una revisión del libreto, que es la versión que aquí se nos ofrece. La ópera esta bien construida, con momentos francamente buenos, entre los que destacaría el Epílogo, que resulta poético y emocionante. Quizá le falta mayor inspiración y el protagonismo que cobra el Vudú no ayuda precisamente a hacer interesante la trama.

Koanga es un príncipe africano, raptado por los traficantes de esclavos y vendido a la plantación de Don José Martínez. Su carácter rebelde rechaza el trabajo, por lo que

Martínez trata de engatusarle ofreciéndole a Palmyra, la criada de su esposa, y ambos se enamoran de inmediato, ante el enfado del capataz, Simón Pérez, que quiere casarse con Palmyra, siendo rechazado. En los preparativos de la boda se produce una pelea con Martínez y Koanga huye con otros esclavos, lanzando una maldición de vudú contra la plantación. Preocupado por la situación de Palmyra, Koanga vuelve, mata al capataz y es detenido por los guardias de Martínez, siendo ejecutado. Palmyra finalmente renuncia a sus creencias cristianas y se quita la vida para unirse con su amado.

Escena de Koanga
Escena de Koanga. Foto: Clive Barda

El Festival de Wexford ha encargado una nueva producción al director de escena inglés, de origen polaco, Michael Gieleta, que hace un trabajo simple, atractivo y eficaz. La escenografía de James Mac Namara ofrece un escenario en forma de caja cerrada por paredes, cuyos movimientos permiten ingeniosamente el desarrollo de la acción, no faltando al fondo un cañaveral. El vestuario de Sarah Roberts es bastante atemporal y en tonos claros, muy adecuado. Hay una buena labor de iluminación por parte de Ian Sommerville y, finalmente, se ofrece un notable complemento en forma de imágenes proyectadas en las paredes, obra de Sean O’Riordan. La trama está muy bien narrada y se sigue con interés, con un buen movimiento escénico, incluyendo alguna danza.

La dirección musical estuvo en manos de Stephen Barlow, que consiguió mantener el interés del espectador en una lectura interesante y convincente de la partitura. Buena impresión la dejada por la Orquesta del Festival, en la que me produjo mejor impresión el metal que la cuerda. Buena también la actuación del Coro del Festival, formado por gente joven, casi sin excepción.

Como he explicado más arriba, no se viene a Wexford a escuchar voces importantes, sino a ver óperas prácticamente desconocidas. Sí añadiré que en todos los casos los repartos vocales resultan más que dignos, aunque sus intérpretes no sean muy conocidos por el público.

El protagonista Koanga fue interpretado por el barítono americano Norman Garrett, con una figura muy adecuada, ya que tiene planta de jugador de baloncesto. Lo hizo de manera convincente, aunque tuvo algún problema en el primer acto.

Lo mejor del reparto fue la actuación de la soprano sudafricana Nozuko Teto en el personaje de Palmyra. La voz tiene calidad y está bien manejada, desenvolviéndose bien en escena. Puede tener recorrido en el repertorio puramente lírico.

El tenor americano Jeff Gwaltney dio vida al capataz Simón Pérez y lo hizo bien, aunque casi me sonaba más a barítono que a tenor. El bien conocido en España Christopher Robertson cumplió en la parte de Don José Martínez, apretado por arriba. La mezzosoprano irlandesa Kate Allen fue Clotilda, sin mayor relieve. Buena impresión la dejada por el bajo-barítono americano Aubrey Allicock, que ofreció una voz sonora, doblando como Uncle Joe y Rangwan.

El teatro estaba lleno, abundando los smokings entre la audiencia. Los artistas tuvieron una cálida acogida, especialmente los dos protagonistas.

La representación comenzó puntualmente y, como es tradicional aquí, con el público en pie y cantando en gaélico el himno de Irlanda. La representación tuvo una duración de 2 horas y 25 minutos con un intermedio. Duración musical de 1 hora y 50 minutos. Cinco minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara costaba 145 euros, siendo el precio de la más barata de 25 euros.

Jose M. Irurzun