Las tablas del Teatro Cervantes acogieron la representación de la ópera de Gaetano Donizetti, La favorita, en libreto en francés en el original, del escritor Alphonse Royer y Jean Nicolás Gustave van Nieuwenhuysen (conocido por Gustave Vaez). La versión y traducción italiana estrenada en Padua en 1842, es la que inauguró también en 1850 el Teatro Real de Madrid, y es la que se representa ahora en Málaga.
La ópera relata los infortunios de la amante (La favorita) del rey castellano Alfonso XI durante la conquista de los territorios moriscos cuando esta se enamora del caballero Don Fernando. Una ópera en cuatro actos que desarrolla los temas de la honra y el honor y el amor frente al poder establecido. Dos ideas principales que coparon las proyecciones en el tramo final de la obra, aunque hablaremos posteriormente de la escenografía.
En los tiempos del coronavirus, no hubo mayores incidencias que la sustitución en la última representación de la obra, de la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera por una afección de garganta, por la también mezzosoprano Laura Vila, con gran experiencia en personajes de Donizetti: como Giovanna Seymour de Anna Bolena, Sara de Roberto Devereux o la propia Leonora en este caso.
Brillaron especialmente los protagonistas masculinos: un tenor de afinación perfecta, fraseado ligero y cálidos emisión, como es Ismael Jordi. A nuestro Carlos Álvarez, sólo queda dedicarle elogios. Destaca de manera habitual, y no fue una excepción en su papel de monarca tiránico, por su precisión en el canto, rotundez de potencia vocal y fabulosa presencia interpretativa en el escenario. Por otra parte, cumplió correctamente otro cantante local como es el tenor Luis Pacetti con una técnica certera, así como el bajo Pavel Shmulevich y Daniel Romero de la Rocha.
En una partitura irregular, con evidentes aciertos y errores, encontramos fragmentos de gran belleza en arias, dúos, tercetos, cuartetos, concertantes… Destacamos el trabajo de la soprano Lucía Millán en su papel de Inés, que deslumbra en el comienzo del segundo acto, con su amplio colorido y agradable timbre.
La propuesta del director de escena Curro Carreres no dejó al público indiferente, incluso, en ocasiones disputó el foco principal al fabuloso elenco. La escenografía avanza cronológicamente desde el siglo XI, pasando por el siglo XIX hasta los tiempos actuales, así como el estupendo diseño de vestuario a cargo de Jesús Ruiz. Y también debemos mencionar la compañía de Danza Ana Rando que ofreció dilatados números contemporáneos tanto para el intermedio como en el dúo final, junto con la intervención de cámaras que proyectaban la danza en directo.
En definitiva, es un lujo contar con una producción de este nivel; altamente encomiable fuera de los tradicionales centros de producción operísticos del país. En su 150 aniversario, el Teatro malagueño colgó el “No hay entradas” para conseguir un nuevo éxito rotundo en la Temporada Lírica, de la que ya sólo restan La casa de Bernarda Alba y El Barbero de Sevilla. Esperamos ambas con ilusión y apetito.
Andrés Sánchez Miranda