La Flauta Mágica en Dresde: un cuento de niños

La Flauta Mágica en Dresde: un cuento de niños
La Flauta Mágica en Dresde: un cuento de niños

En la programación de los teatros de ópera alemanes hay dos títulos que se repiten año tras años y en muchas ocasiones alrededor de la fiestas navideñas. Me estoy refiriendo a la ópera de Humperdinck, Hansel y Gretel, y a la del divino Mozart, La Flauta Mágica. Ambas han sido y siguen siendo las obras con las que muchos niños comienzan su experiencia operística y, por tanto, es muy natural que las producciones que se ofrecen de estos títulos respondan a la más absoluta tradición, quedando ausentes relecturas, a las que tan dados son los directores de escena y los propios teatros, cuando se tata de otros títulos.

Cuando hablamos de La Flauta Mágica, la cosa no es tan evidente como parece a la hora de ofrecer una producción. No cabe duda de que estamos ante un cuento (infantil por más señas), pero no faltan pasajes musicales y dramáticos que hacen referencia a aspectos iniciáticos masones, porque así lo quiso su autor. Indudablemente, son dos mundos muy distintos y es precisamente esta diversidad la que hace que no sea fácil una nueva producción de Die Zauberflöte.

Valga esta introducción para tratar de encuadrar la producción de Achim Freyer, que no trata de ofrecer sino un cuento sin más elementos añadidos, de los que hace caso omiso la producción. Esto no es una casualidad. Y seguramente es también lo que ha querido la Ópera de Dresde, cuando encargó la producción hace 10 años. Bastará recordar que ha alcanzado la cifra de 170 representaciones desde su estreno, lo que significa que La Flauta Mágica se ha representados una media de 17 veces cada año. Tiene toda la lógica del mundo que se haya querido ofrecer ni más ni menos que un cuento.

Tanto la dirección de escena original como escenografía, vestuario e iluminación son obra de Achimn Freyer. En su afán de ofrecer un cuento se inclina por un escenario reducido, como si de un libro de cuentos infantiles se tratara, en el que todos los personajes van con la cara pintada, como si fueran payasos de circo. Los gags se repiten y ofrecen un humor muy poco sutil, buscando la carcajada de los niños. Toda la escena de las pruebas inciáticas pasan aquí desapercibidas por no decir que son una paparrucha, terminando con una escena final en la que el escenario está vacío y el coro canta en interno. Ni siquiera Sarastro y los sacerdotes del templo se salvan de lo grotesco. Uno entiende las razones que asisten para esta producción, pero me resulta muy poco convincente. Lamentablemente, dejé de ser niño hace algunas décadas.

La dirección musical estuvo encomendada a Stefan Klingele, que es quien viene encargándose de esta opera en Dresde en los últimos años. Su lectura fue francamente buena, con un perfecto conocimiento de la partitura, con tiempos adecuados y con una buena coordinación con el escenario. Buenas también las prestaciones de la Staatskapelle Dresden, asi como del Coro en sus breves intervenciones en interno.

La Flauta Mágica en Dresde: un cuento de niños
La Flauta Mágica en Dresde: un cuento de niños

Tamino fue bien interpretado por el tenor Martin Mitterrutzner, con una voz atractiva y ligera. Aquí Tamino pierde todo aspecto heroico y resulta su voz ligera más adecuada para el personaje que lo que lo sería en otro tipo de producciones.

La soprano chilena Carolina Ullrich fue una Pamina muy adecuada, con una voz muy atractiva y cantando con gusto siempre, particularmente en su gran aria del segundo acto.

El Papageno del austriaco Rafael Fingerlos me pareció bastante modesto en términos vocales, aunque se desenvuelve bien en escena.

La Reina de la Noche fue Anna Durlovski, a quien acabábamos de ver en el personaje en el Teatro Real. Su actuación fue impecable, salvando con suficiencia las dificultades de su primera aria y brillando en las agilidades de la segunda.

Sarastro queda bastante maltratado en esta producción, ya que no hay solemnidad ni autoridad presentes en su composición escénica. Georg Zeppenfeld cumplió en el personaje, corto de graves y de autoridad vocal.

Gerald Hupach me resultó un Monostatos insuficiente vocalmente. Hace falta otro tipo de voz para este personaje. Mucho me acordé de Mikeldi Atxalandabaso y su interpretación en Madrid el mes pasado. Adecuada la Papagena de Christiane Hossfeld, así como también. el Sprecher de Thomas Gazheli.

Lo hicieron bien las Damas de la Reina de la Noche, que eran Roxana Incontrera, Angela Liebold y Elisabeth Wilke. Correctos los Sacerdotes y los Hombres Armados, si nos olvidamos de las payasada que hacían en escena. Los primeros era Bernhard Hansky y Levy Sekgapane. Los segundos eran Tom Martinsen y Evan Hughes. Finalmente, los 3 Genios era miembros del Aurelius Sangerknaben Calw.

El teatro estaba oficialmente totalmente vendido, aunque se observaban algunos huecos, habiendo oferta de entradas en los alrededores del teatro. El público se mostró cálido con los artistas, siendo los mayores aplausos para Carolina Ullrich, Anna Durlovski y Stefan Klingele

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 56 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 29 minutos. Siete minutos de aplausos.

La entrada más cara costaba 88 euros, siendo el precio de la más barata de 21 euros.

José M. Irurzun