“Puestos de pie al final de la función los mexicanos asistentes a la función de “La italiana en Argel” de Rossini, presentada en el teatro del Palacio de Bellas Artes de la CDMX, se parecían mucho a los venecianos que asistieron al estreno de esta obra celebérrima en 1813. Para recordar el 150 aniversario luctuoso de uno de los músicos italianos más geniales de todos los tiempos, Gioachino Rossini (1792-1868) que reino en toda Europa a desde principios del siglo XIX hasta su muerte, pero que sigue embelesando y cautivando a los seres humanos del siglo XXI. A ello contribuye sin duda alguna la universalidad y versatilidad de una música construida con sabiduría, arquitectónicamente perfecta, de riqueza melódica, rítmica, contrapuntística, orquestada con coloridos delirantes, rica en cambios de tiempos y tonalidades, que abarca todas las manifestaciones trágicas, comedia y tragedia, del drama musical que algunos llamaron Ópera.
La nueva administración de la OBA, Ópera de Bellas Artes, encabezada por el músico Alonso Escalante, que retornó a dirigirla, logró en esta conjuntar los ingredientes necesarios para condimentar esta pasta italiana a la mexicana, con un elenco solvente que respondió al gran reto y salió avante de la encomienda. La dirección musical concertadora del titular de la Orquesta del teatro de Bellas Artes, Srva Dinic, extraordinario en su trabajo, conocedor y músico inspirado, el Coro dirigido por la huésped Cara Tasher y la escénica del actor-cantante y hombre de teatro Hernán del Riego, la escenografía del arquitecto Jorge Ballina Jr, coincidieron y concordaron en dotar de vida y emoción a un libreto y una partitura complicada y difícil. Los cantantes estuvieron a la altura del reto. Se presentaron cuatro funciones los días 8, 10, 12 y 15 de julio.
Rossini llamó a su trabajo “mi pasatiempo” y después del estreno en el Teatro de San Benedetto en Venecia con un gran éxito escribió: “Creí que después de oír mi ópera los venecianos me tratarían de loco. Ahora veo que están más locos que yo.” Grandes cantantes de su tiempo contribuyeron al éxito extraordinario de la complicada manera de tratar las voces en un estilo bufo bel cantista cuajado de adornos y coloraturas que requieren además de voces especializadas el ser actores dotados de gracia y que hagan creíbles a sus personajes.
Stendhal, que vivió la obra rossiniana y nos legó sus vivencias en su espléndida “Vida de Rossini”, de lectura obligada, llamo a esta primera manifestación integral del genio del autor “la perfección en el estilo de la ópera buffa. Alegre, como no lo es nuestro mundo”. La historia que se nos narra, exótica para su tiempo, trata el tema “Turco” que tanto gustaba entonces. Mustafá, bey de Argel, está aburrido de su esposa Elvira, por lo que le encarga a su capitán de corsario Haly, que le consiga una esposa italiana. Isabella, naufraga en costas argelinas junto a su admirador Taddeo, buscando a su amado Lindoro. Comedia de enredos divertidísima con final feliz brindó al compositor escribir con increíble naturalidad todos sus recursos de operista nato. 33 números magistrales desde la obertura escuchamos arias, cavatinas, strettas, coros, duetos, cuartetos y hasta un Settimino, que cuenta entre las páginas más originales y geniales de la literatura operática. Dos horas y media de música de factura impresionante y rica.
Muy bien la cantaron y actuaron los solistas Guadalupe Paz, Isabella, la «bella italiana” como canta el coro al final, mexicana premiada en esta especialidad, con una brillante carrera internacional, Lindoro, su enamorado, el tenor Édgar Villalba, Mustafá, Ricardo Seguel Iturra, de origen chileno, de voz oscura, poderosa y ágil, experto en este repertorio, Taddeo, Josué Cerón, desenvuelto y buen actor de cómica simpatía, Elvira, la premiada en Florencia en este género rossiniano, la mexicana que debutó a los tres años en este mismo teatro, de estirpe operática, Angélica Alejandre, Haly, el experimentado y sabio cantante Luis Rodarte, inteligente actor carismático y la criada Zulma la mezzosoprano Mariel Reyes. Todos ellos formaron un equipo disciplinado, entusiasta y profesional. Bien dirigidos en la escena no paran un instante de salvar dificultades extremas con éxito y sobresalir en sus números como solistas y en las escenas de conjunto. Funcional y bella, la escenografía es una reposición mejorada a aquella que se presentara hace 15 años y que se perdiera con otras muchas otras en un incendio en las bodegas donde estaban mal resguardadas. Una función de la que salimos contentos por dobles razones, la música del Cisne de Pesaro, la mejor terapia para el alma, y el término feliz y prometedor de las elecciones que cambiaron el panorama político mexicano. Muy contentos. Esperanzado.
Manuel Yrízar