La lapidaria liviandad de Roméo et Juliette en el Liceu, con Aida Garifullina

Rómeo et Juliette en el Liceu
Rómeo et Juliette en el Liceu © A. Bofill

El Liceu estrenó por San Valentín esta ópera de Charles Gounod coproducida por el propio Gran Teatre y The Santa Fe Opera bajo la dirección de Stephen Lawless y rubricada por el precioso canto de Aida Garifullina en el rol de Juliette.

Lawless transpone la rivalidad entre las dos familias renacentistas al contexto de la guerra civil estadounidense en el siglo XIX, pero ¿qué dos ideologías enfrentadas militarmente depondrán las armas por el trágico sinsentido de la muerte de los amantes de Verona?

Una cuestión que fricciona con el planteamiento y la jerarquía de poder inherentes al libreto. Y es que la historia de Romeo y Julieta es fácilmente desplazable en el tiempo siempre que la contienda sea local y exista una autoridad superior acatada por los bandos, pero ¿qué duque ostenta poderes ejecutivos y  judiciales sobre las facciones de una guerra civil? ¿Puede ser análoga una escaramuza callejera espontánea al enfrentamiento de dos campañas militares? ¿Qué trascendencia inmediata puede tener la muerte de Mercucio y Tibaldo en el fragor bélico entre masas anónimas de soldados?

Conceptualmente liviano, este Roméo y Juliette en el Liceu plantea, antes que una reubicación temática enraizada en el libreto, una muda estética al siglo XIX sobre el superficial trasfondo de los caídos en un conflicto, expresado, literalmente, como inscripciones lapidarias sobre la superficie de un fondo escénico .

Ashley Martin Davis plantea una fachada cóncava modulada con casetones, como los que vemos en la parte de atrás de las puertas de madera tradicionales, con una breve escalera monumental en el centro para el paterfamilias Capuleto (Rubén Amoretti) y el Duque (Stefano Palatchi), y una larga escalinata lateral hacia el primer piso del balcón de Julieta. Resulta interesante la ambigüedad de los binomios interior-exterior y delante-detrás de esta composición, donde los casetones se presentan bien como lápidas del premonitorio mausoleo de la obertura, bien como empanelado del gran salón de fiestas, o bien como una peculiar inversión del almohadillado de las fachadas clásicas de una plaza o unas calles.

Rómeo et Juliette © A. Bofill
Rómeo et Juliette © A. Bofill

En lo musical, la Juliette de Aida Garifullina puso nervio y color a una noche más bien adormecida y desvaída. Cristalina desde su aclamado primer «Je veux vivre dans ce rêve» hasta un desenlace hacia el cual el Roméo de Saimir Pirgu fue in crescendo, aunque por lo general su contraparte fue mucho más tibia en los largos duetos que estructuran la partitura de Gounod. Su «Ah, lève toi soleil» bajo el balcón despertó, eso sí, igual hervor en su amada y en la sala. El coro de Conxita García centelleó en la frustrada boda de Juliette con Paris, mientras el maestro Josep Pons construía ciertos momentos orquestales golosos, y contenía en lo posible el volumen para no cubrir a un elenco vocal secundario más atenuado.

Félix de la Fuente