La Misa en Re mayor Op.123, Missa Solemnis compuesta por Ludwig van Beethoven entre 1819 y 1823 en el Conservatorio de San Petersburgo, Rusia, el 24 de marzo de 1824, se presento en dos conciertos auspiciados por la Ópera de Bellas Artes, OBA, el jueves 6 y el domingo 9 de julio de 2017. Con dirección musical del servio Srba Dinic y la dirección del coro del mexicano radicado en Florencia, Pablo Varela. Participaron la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes. Los solistas: Celia Gómez, soprano, Belem Rodríguez, mezzosoprano, Hugo Colín, tenor y Alejandro Armenta, bajo-barítono.
Considerada por algunos musicólogos como quizá el logro más destacado de Beethoven esta partitura constituye algo singular y distinto. Ya desde su estreno la obra suscitó controversias y polémicas pues los más ortodoxos y cerrados decían que esa música no podía ser interpretada en un templo pues era “hereje” e indigna del lugar sagrado. Otros afirmaban que nunca se había compuesto Misa más hermosa solo comparable con la Misa de Bach. Para algunos de los que asistimos estar ahí presentes constituyó una experiencia tan importante que todavía estamos tratando de asimilar. Para este cronista ha sido impactante constatar como puede trascenderse de lo rutinario para llegar a una lectura de muy alto nivel artístico. Hacía mucho tiempo que no escuchábamos tan bien al coro y a la orquesta. Gratificados y satisfechos no nos era fácil ni sencillo asimilar la experiencia. Fue una función redonda.
Al terminar nos acercamos al director del coro, Pablo Varela, quién nos contó del trabajo fuerte y a fondo con los cantantes del coro, durante los ensayos donde analizaron no solo la parte musical sino que se adentraron al concepto profundo y penetrante de la MISSA. Le pedimos que nos mandara esos conceptos con los que trabajo y esto parte de lo que nos escribió: “ El Genio Beethoveniano crucifica (en el sentido de unir la vertical y la horizontal) su ánimo y su espíritu construyendo una imponente y magnificente «catedral de sonido». La Misa con sus cinco partes nos recuerda el pentalfa pitagórico, áureo por excelencia. Así mismo vemos inscrito a Beethoven cual hombre de Vitruvio dentro de ésta estrella con sus brazos extendidos al horizonte y su pies entre la tierra y el cielo. En cada punta de la estrella o parte de la Misa nos presenta un sentimiento sagrado: Kirie, la humildad, la capacidad de pedir perdón. Gloria, honor universal que se adquiere gracias a la virtud. Credo, fe en lo supremo y confianza en sí mismo. Sanctus, participio pasado latino de «sancire» separar, reservar, dedicar a Dios. Es decir lo que «está aparte» en una condición inviolable, en fuerza de la sanción que lo hace sagrado, separado del mundo. El Sanctus es el momento de máxima comunión del hombre con la esencia suprema, con Dios Universal. Precisamente en esta parte de la Misa Beethoven va más allá del tiempo cronológico penetrando en los arcanos de la eternidad, baste con escuchar el preludio al Benedictus donde en 33 compases de luz (pues está en la tonalidad de Sol, solar, luminosa) el Genio nos ofrece una panorámica del futuro; durante 33 expandidos compases nos parece escuchar la lejana voz difusa de un Bruckner y de un Mahler, constatando el por qué Beethoven es el tronco de un maravilloso árbol del cual penden hermosos ramos y muchísimos frutos. Bach y Mozart son las raíces. Al finalizar el preludio las voces aéreas y agudas de los ángeles, personificados en los instrumentos de aliento cantan SI RE SOL , la triada de la Aceptación (sí!), del Reino (re) y de la LUZ (sol) que desde lo alto descienden en una escala gradual acercándose a la tierra anunciando «Bendito el que viene en nombre del Señor». El Agnus Dei cierra el círculo pues si el Kirie se asocia con la capacidad del Hombre para pedir el perdón – no ese perdón hipócrita de dientes hacia afuera, sino aquel que proviene de la fuente profunda del arrepentimiento – ahora se nos muestra la capacidad también de perdonar; el hombre debe saber perdonar, así como el Cordero de Dios. El Beethoven vitruviano corona la punta superior de la estrella en correspondencia de su cabeza, con su inteligencia, con su mente generadora, con el elemento que trasciende lo físico y nos aproxima a lo etéreo a lo Divino.”
Quienes quieran entrar en la música de Beethoven, y en la de los compositores universales de la primera generación, deben penetrar con humildad a los arcanos secretos de donde proviene ese mensaje que podemos asimilar lejanamente. Experiencias de ese tamaño y esa naturaleza, como la que tuvimos ese día tan especial, son las que verdaderamente enriquecen. Un logro importante que agradecemos y sabemos valorar.
Manuel Yrízar