Ante un panorama desolador con escases de propuestas en el ámbito de la lírica es alentador y plausible que se presenten nuevas ideas escénicas y musicales, que no otra cosa que esa es la Ópera, drama musical, que saquen al público del letargo de la rutina y de falsas propuestas a veces repetidas hasta la saciedad con el pretexto de que siempre tendrán público “nuevo”. Es por ello totalmente agradecible y grato enfrentarnos a este título desconocido que con el feliz y atinado nombre de “La Ópera de Daniel” se presentó en el Teatro de las Artes del CENART a donde asistimos a la última función el domingo 26 de noviembre de este finito ya año 2017 carente de creatividad en el ámbito oficial decadente.
“La Ópera de Daniel” es una versión del drama musical del siglo XIII de Edward Lambert en un arreglo “sobre el Ludus Danielis (Juego de Daniel o quizás mejor Misterio de Daniel) drama litúrgico basado en el Libro de Daniel, pasaje bíblico, uno de los más bellos libros del antiguo testamento, compuesto de forma colectiva en la parroquia de Beauvais. En esta ciudad del norte de Francia, se encontró el manuscrito en el que registraron la música y el texto de estas escenificaciones que los miembros más jóvenes del clero personificaban en las fiestas de Navidad. En ellas se representaban tres de los pasajes del Libro: Daniel interpretando la escritura aparecida en la pared durante la cena del rey Baltasar. Daniel salvado del foso de los leones, y su anuncio del nacimiento del Mesías.” Así se nos explica en el programa de mano.
No es la primera vez que se juntan las fuerzas del GRUPO SOLISTAS ENSAMBLE DEL INBA, conjunto de cantantes perteneciente a los grupos artísticos de Bellas Artes quienes pueden cantar como solistas o de forma grupal y que poseen entrenamiento escénico y conocen varios estilos, y la productora TORRE DE VIENTO PRODUCCIONES, con el apoyo logístico y técnico del TEATRO DE LAS ARTES. De esta manera se plantea y se realiza una idea original diseñada especialmente para esas agrupaciones. El resultado logrado es a mi parecer exitoso y gratificante. Ópera de cámara bien hecha, planeada, construida y concertada por un equipo de trabajo joven, entusiasta, propositivo, que está formando un estilo propio, original, creativo.
Es el profeta Daniel el personaje central de esta ópera, que como antecedente genuino de lo que sería este género 300 años después, ya reúne en esta bella obra, todas las características teatrales musicales, para contarnos la historia. Un narrador suple contándonos los antecedentes de lo sucedido antes en la vida de este personaje fascinante que, lleno de fe siempre en su Dios judío, Jehová, a quien se entrega y sirve con ferviente pasión. Se nos cuentan casi cien años, que son los que vivió Daniel, al servicio de cuatro reyes de Babilonia, Nabucodonosor, Baltasar, Darío y Ciro. Sus dones proféticos y adivinatorios, su facultad para adivinar y leer los sueños, su vida austera, de oración diaria, su honestidad, su valor, lo hacen un personaje entrañable y fascinante. En esta obra entramos a un mundo lleno de magia, fantasía, preñado de sucesos inverosímiles y milagrosos.
La dirección musical estuvo a cargo de los maestros Christian Gohmer, director artístico y Rodrigo Cadet, director concertador invitado. Una pequeña orquesta que reúne un clavecinista, que también toca órgano, percusiones, flautas de pico, oboe, contrabajo, guitarra barroca y violín. Los directores se alternaron en las funciones. El resultado fue feliz. La sonoridad vocal, coral, orquestal, logró hacer correr las diversas escenas con agilidad, el equilibrio logrado fue placentero y el discurso dramático y armónico cautivador. La producción estuvo a cargo a de dos talentosas mujeres que formaron mancuerna perfecta y que se multiplican en todas las actividades del diseño: Valeria Palomino, puesta en escena, y Juliana Vanscoit, en los diseños de escenografía y vestuario. Ambas llevaron la producción ejecutiva contando con un equipo reducido pero muy eficiente en la iluminación, maquillaje, Érika Gómez, y Antonio Solares colaboró también el la escenografía. Todos ellos en realidad multiplicaron sus esfuerzos y le entraron a todo. TORRE DE VIENTO.
El GRUPO SOLISTAS ENSAMBLE DEL INBA dio vida a los personajes y canto el coro de jóvenes, nobles, sabios, soldados, mensajeros, conspiradores, ángeles y leones. Destacó en el personaje protagónico el tenor Angel Ruz Tenor en uno de los mejores papeles que le hemos escuchado, el santo profeta Daniel. La belleza de su voz y el canto decidido, brillante y profundo hizo que sintiéramos admiración y nos conmoviéramos con ese hombre santo sumido en la oración y la contemplación mística y adivinando los sueños de los reyes. Baltasar, rey de Babilonia lo cantó el bajo Emilio Carsi, su esposa la reina fue la soprano Angelina Rojas, Darío, rey de Babilonia sucesor de Baltasar, Gustavo Cuatli, tenor. La soprano Martha Molinar hizo el Ángel. Habakkuk, hombre santo el bajo Iván Juárez. Un cortesano, Rubén Cosme, tenor. Narrador, Alejandro Camacho, actor. Lacayos, Arturo Vega y Antonio Solares.
Cuando las cosas se hacen bien, con recursos escasos y sin grandes pretensiones lo resultados son excelentes si se cuenta con un equipo de trabajo que conjunte una idea clara y correcta y que la lleve a concretar con entusiasmo y pasión. Es tal vez la sencillez, la simplicidad, la ternura de una historia milenaria bien contada y cantada con humildad verdadera, con rigor y economía bien entendida, sin ostentación ninguna, libre de pretensiosas y falsas vanidades, los recursos necesarios para gozar del placer de la ópera. Y eso se agradece. Un ejemplo a seguir.
Manuel Yrízar