La Ópera de Oviedo culmina su Ciclo del Anillo

La Ópera de Oviedo culmina su Ciclo del Anillo
La Ópera de Oviedo culmina su Ciclo del Anillo

Tras seis años, la Ópera de Oviedo culmina con El Ocaso de los Dioses su proyecto más ambicioso, la representación por primera vez en Asturias del Anillo wagneriano, que comenzó en 2013 con El Oro del Rin y que, a razón de una jornada cada dos años abriendo temporada, ha llegado a su fin de una manera muy notable en lo vocal, dejando en evidencia las carencias de un espacio como el Teatro Campoamor, que se ha demostrado obsoleto para representaciones de este calibre.

La propuesta escénica de Carlos Wagner entronca directamente con la presentada hace dos años para Sigfrido, basada en el videomapping a dos niveles, con imágenes que complementan el mensaje del compositor, reforzando el subtexto, adelantando acontecimientos o revelando las verdaderas intenciones de los personajes. Todo a través de una simbología muy precisa, a ratos críptica y a ratos más evidente, que resultó una solución válida para la problemática de espacio que presentaba la obra. Debido a las reducidas dimensiones del foso, la orquesta (formada por la unión de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y la Oviedo Filarmonía) se situó en el escenario, dejando solamente la corbata y el foso propiamente dicho (cubierto y situado a un nivel inferior) como practicables para las evoluciones de los personajes. La producción se sirve también del patio de butacas para las llegadas y salidas de los personajes e incluso para situar al coro, tratando de dar diversidad a las situaciones que, de otra manera, lastrarían a la representación. Algo más incomprensible es la decisión de prescindir de toda la utilería, en una ópera donde las copas, las lanzas o el mismo anillo cobran un papel fundamental, y que lleva a situaciones como que Hagen acabe asesinando a Sigfrido con una suerte de arañazo en la espalda por no disponer de la lanza a la que hace referencia su texto.

En el apartado musical cabe destacar la labor de ambas orquestas y del coro de la ópera de Oviedo (con refuerzos de Intermezzo), en especial la potencia y el empaste de las voces masculinas, todos bajo la dirección musical de Christoph Gedschold, quien en todo momento supo equilibrar los planos sonoros, dejando espacio para el lucimiento solista tanto de las voces como de los profesores de la orquesta, y manteniendo la intensidad durante las más de cinco horas de representación. Stéphanie Müther tuvo que sustituir unos días antes del estreno a Elisabete Matos por una indisposición, y a pesar de contar con menos ensayos fue la gran triunfadora de la noche. No en vano, Brünnhilde se revela como la gran protagonista de la ópera. Su labor dramática en el segundo acto, el magnífico dúo desarrollado junto a Agnieszka Rehlis (Waltraute), el nivel vocal desarrollado y mantenido durante toda la noche que culminó en su gran escena de inmolación y su poderosa presencia escénica le granjearon la ovación más sonora de la noche. A su lado Mikhail Vekua repetía en el papel de Sigfrido, un Heldentenor de manual que se vació en cada intervención, acusando la fatiga vocal al final del segundo acto, pero derrochando una energía que contagiaba a todos los compañeros de escena.

El bajo barítono Taras Shtonda debutaba en Oviedo en el papel de Hagen, demostrando una gran versatilidad, con cuerpo en los graves y facilidad para moverse por el registro más agudo. Completó un trío protagonista que, sin embargo, no sería nada sin el amplio elenco que convierte al Ocaso en una pieza que exige las máximas calidades a cada miembro del reparto. Sería injusto no reconocer a Zoltan Nagy como Alberich, a Boaz Daniel y Berna Perles en los papeles de Gunter y Gutrune, esta última repitiendo como Norna junto a Cristina Faus y Sandra Ferrández, en una intervención que destacó por la limpieza y el empaste vocal de las tres cantantes. Un excelente trabajo de empaste y concertación que también se pudo disfrutar en las intervenciones de las doncellas del Rin interpretadas por Marina Pardo, Marina Pinchuk y Vanessa Goikoetxea.

Un comienzo de temporada que dejó un altísimo nivel vocal y que abrió el curso que continuará con Rinaldo de Händel en octubre, Un ballo in maschera en noviembre, un programa doble con Pagliacci y Una tragedia florentina en diciembre y que terminará en enero con Lucia di Lammermoor.

Alejandro G. Villalibre