La Orchestre de París, dirigida por Josep Pons, interpretó en el alhambreño Palacio de Carlos V, una serie de obras en las que se dieron cita algunos compositores franceses como es el caso de Georgs Bizet, Ernest Chausson y Maurice Ravel. El concierto comenzó con la Suite núm. 1 de L´Arlésienne (prélude, minueto, adagietto y carillón) de Georges Bizet, célebre obra del compositor francés basada en la ópera homónima que fue bien ejecutada por una orquesta solvente. A continuación escuchamos Poème, op. 25, para violín y orquesta de Ernest Chausson, obra con estética romántica en la que orquesta dialoga con el violín solista, gran protagonista de la misma. El papel solista fue ejecutado por el concertino de la orquesta, Roland Daugareil, quién demostró una buena técnica en todo momento, luciendo un sonido limpio y ejecutando eficazmente los pasajes más exigentes de la obra. Meritoria sin duda la actuación del violinista que, muy aplaudido por el público, ofreció, junto a sus compañeros, un arreglo de un fragmento de La vida breve de Manuel de Falla, arreglo realizado, como aclaró Josep Pons, por un miembro de la orquesta; esta versión, respetuosa con la original de Falla, que no pierde el sabor nacionalista, puro, propio de la obra, cede un enorme protagonismo al violín, exigiéndole bastante a nivel técnico, y, acompañado por una orquesta que le da un aire tímbrico interesante, fue muy del agrado del público asistente. Buen detalle por parte de Pons (con destacado pasado en Granada como director de su orquesta) y de los músicos al incluír fuera de programa una obra del compositor, tan vinculado a Granada, que debió su estreno precisamente a Francia.
En la segunda parte pudimos escuchar Daphnis et Chloé, suite número 1 y número 2 de Maurice Ravel. Esta magistral obra es una buena muestra de la excelsa capacidad de Ravel en el manejo de la orquesta; con un aire totalmente impresionista, el compositor francés da toda una lección de orquestación con esta música efectista, que crea atmósferas variadas, en la que los cambios dinámicos tienen un papel fundamental y en la que la riqueza tímbrica, magníficamente manejada por Ravel, es básica. Muy buena fue la interpretación de Pons y de la Orquesta de París, probablemente lo más destacado del concierto, ejecutando perfectamente esos crescendos tan característicos de la pieza y sacándole un partido considerable a la magnífica partitura de Ravel. Muy buenos los papeles del viento madera, especialmente la flauta, de la percusión y de la orquesta en general en una noche en la que el Palacio de Carlos V se impregnó de aires franceses.
Emilio Lacárcel Vílchez