La ROSS, Oliver Díaz y ‘Leonor de Sevilla’: maravillosa sinergia

                                                                  Ross Oliver Díaz Leonor Por María Ogueta

Tan deliciosa como el paso de las flores en primavera fue la visita de Leonor Bonilla, la ROSS y Óliver Díaz al Lope de Vega el pasado 12 de mayo para ofrecer una maravillosa gala dedicada a la ciudad de Sevilla, que dejó un poso profundo y placentero a los que asistimos. Era una esperada cita con la ciudad y su público, quien supo apreciar con calurosa acogida el savoir-faire a la española de un elenco artístico inspirado y generoso. Nunca antes se habían encontrado escénicamente el director asturiano y la soprano sevillana, pero dejaron claro que forman más que satisfactorio binomio, magistralmente compactado por la ROSS, una orquesta que se encuentra en un buen estado de salud musical. Es grato constatar que su gerente, Pedro Vázquez Marín, en su propósito de afianzar la marca de la orquesta hispalense y generar nuevas audiencias, no solo está explorando formatos novedosos sino que está detrás de proyectos tan estimulantes como la creación de la Joven Orquesta, que debutó el pasado 9 de mayo en el Maestranza bajo la cariñosa batuta del propio Oliver Díaz.  Ross Oliver Díaz Leonor

El maestro ovetense, gran conocedor de la idiosincrasia orquestal en este país (ha dirigido las formaciones más importantes de España) posee el valor del gran artista que va más allá de su batuta y se preocupa por conservar y mantener el futuro de nuestro Patrimonio Musical vivo, que son los músicos. En la noche del Lope, Oliver lo pasó en grande. Se generó una química que supo equilibrar en todo momento, la cual se debió en buena medida a la personalidad de la joven soprano Leonor ‘de Sevilla’, la voz que camina por la nube y deja descender con su rocío sonoro todo un festival de inconmensurable belleza. Impecablemente vestida de rojo carmesí (el color predominante en el Lope), se sirvió, para adornar su canto, de elementos tan andaluces como el mantón, el abanico y las castañuelas, manejados con un salero incomparable que llenó el escenario por los cuatro costados.

Vista general del concierto ofrecido por Leonor Bonilla y la ROSS, dirigidos por Óliver Díaz el pasado 12 de mayo en el Teatro Lope de Vega de Sevilla (c) Guillermo Mendo

Se abrió el concierto con la «Obertura» para El Barbero de Sevilla de R. Carnicer, estrenada en Barcelona en 1818. Importante precursor de la Zarzuela y uno de los máximos responsables del «huracán Rossini» en España, escribió esta obra tan alegre y pizpireta como abrir una botella del mejor cava. El arranque orquestal estuvo bien equilibrado por parte de Díaz, que mantuvo el gesto algo parco, imagino para canalizar la masa en los primeros compases adaptativos al entorno acústico. El conjunto de la cuerda fue sin duda el más convincente y seguro en los primeros minutos del concierto. No tanto así fue la intervención del componente viento, que sobre todo en la sección de metales, no terminaba de transmitir esa frizzante rítmica solar y orgullosa de sí misma que tanto caracteriza el fraseo a la italiana y más aún a la rossiniana. Ross Oliver Díaz Leonor

A cargo de Leonor estarían las segunda y tercera piezas, obras del genial y también rossiniano maestro M. García, empezando  por la cavatina de Dorotea del Don Quijote «Quanto mai lente… Pietoso ciel» y el aria «Nato al  mondo». La entrada de la diva al escenario parecía tener ligeros visos de emoción, pues se enfrentaba ni más ni menos que a su público sevillano, que la ama y le exige a partes iguales, y al que ella siempre está dispuesta a entregar todo su esplendor artístico. Son momentos de conexión muy bonitos de vivir. Comenzó algo contenida, detrás del atril y sopesando la exigente acústica de este teatro clásico, la cual no le impidió dominar la situación con un canto en perfecta dicción italiana y un control exquisito del fiato ante los cambios que demandaba la mano de Díaz.  Tal vez la vocal «a» fue la que menos le ayudó en estas dos primeras piezas; al querer llenar el grave (con su cálido color aterciopelado) le costaba mantener a veces el brillo en la zona aguda, tanto en alguna coloratura como en zonas más expansivas, por lo que algunos agudos le quedaban abiertos y ligeramente cargados en laringe. No obstante, el sonido y la consistencia de su cristalina y dulce voz, su maravillosa musicalidad y su sabiduría escénica convencieron en todo momento y sin ningún pero.

Prosiguió el concierto con un interesante cambio de intenciones apreciable en el lenguaje corporal del director. Aquí Óliver desplegó sus «alas», encendió toda la masa orquestal y presentó un «Preludio» de La Torre del Oro de G. Giménez de lo más sugerente. La percusión apareció como una explosión dorada, creando una imagen embaucadora de esa torre a los pies del Guadalquivir expuesta a los rayos del Sol. La entregada alma de Díaz llevó los tiempos acordes a las bellísimas melodías que recrea la partitura y asimismo a los cambios de carácter: bien pisados, con sevillanía. Los maestros de la orquesta agradecieron ese manejo del astur, tan sincero y contagioso a través de su mímica y baile de brazos y cadera, que anticipaban lo que ellos reproducirían segundos después. Gran sintonía. A destacar la magia que surgió de los arcos de los violonchelos, protagonistas junto a la percusión de este momento de la velada. Ross Oliver Díaz Leonor

Leonor Bonilla y Ólvier Díaz en un momento del concierto (c) Guillermo Mendo – Real Orquesta Sinfónica de Sevilla 2022

También del maestro Giménez fue la quinta pieza, a cargo de Leonor, «Me llaman la primorosa» de El Barbero de Sevilla. La cantante regresó a escena armada con un precioso mantón. Bonilla, que entre otras de sus innumerables cualidades, es bailarina, movió el manila con un porte genuino, llenando de significado cada pose que adquiría su elegante ademán y bailando los flecos como pocas veces he visto a una lírica. No se puede interpretar la dificilísima polonesa de Giménez mejor de como lo hizo Leonor. Ese canto al empoderamiento de lo bello, manejado en absoluto control de la columna de aire, liberadísima en diafragma pero bajo la más estricta sujeción del espacio óseo… Bonilla hizo alarde de su grandeza profesional y, sorteando un enganchón del mantón de manila en medio de un pasaje vocal lleno de cambios preparatorios a la cadencia final (realmente endemoniada), cantó limpia, con afinación y pulso impecables hasta ofrecernos una pirotecnia de elegante coloratura, picados imposibles, filados y crescendos en su perfecto equilibrio expresivo… Todo ello en tímbrica brillante como el mejor diamante y coronado por un sobreagudo final que tocó las estrellas.  Aquí ya aplausos a rabiar y un Óliver Díaz satisfecho y feliz lanzando besos a la diva, quien los supo recoger con la más absoluta de las elegancias. Ross Oliver Díaz Leonor

A partir de ahí todo fue a más. En la siguiente pieza, la inspiradísima «Habanera» de Monte Carmelo del maestro Moreno Torroba, Leonor quiso dejarnos unas emotivas palabras dedicando el tema a las madres en general (mayo es el mes de la Madre por antonomasia) y a su progenitora en particular, que estaba allí presente y según la diva siempre ha sido el pilar más importante en su vida y en su carrera. Ofreció una interpretación realmente emotiva. Cantó a corazón abierto y desplegó todo el encanto del centro de su voz. Un sonido pastoso pero a la vez brillante. Muy elegante y sentido su fraseo, lleno de armónicos. Y Óliver supo aprovechar este estado de Gracia en la sevillana para navegar con la orquesta, que la acompañó a la perfección. Por supuesto los asistentes agradecimos ese amor tan entrañable que se generó en el recinto y los vítores aumentaron. Y, claro está, Oliver lanzó más besos tras bajarse de las ondas de la bella Habanera.

Siguió la propuesta de oberturas, en este caso con la de Las Bodas de Fígaro de Mozart. La ROSS estaba suelta y disponible a todo lo que Díaz indicaba, anticipando como un ejecutor biomecánico cada intención. Y esa energía que recogían los maestros de la orquesta nos ofreció una deliciosa versión ajustada como un traje a medida bien confeccionado.

Como colofón del concierto llegaron sendas obras de Delibes y Massenet. Leonor volvió al escenario y arrancó con la «Chansson Espagnole» de Les filles de Cádix. Aquí supo intuir bien el estilo tan «bizetiano», que nos transportaba a una Carmen, con otro registro, pero igual de sensual, entregada al fraseo impecable y juguetón que requiere el repertorio francés en general y esta aria en particular. Bonilla brilló en un combinado de saber estar escénico-corporal, pero sobre todo vocal, con un Óliver que no le quitaba el ojo para no perder su buen paso. La soprano, abierta en canal para sujetar todo el recorrido ascendente y descendente hacia un grave de sonoridad que enamora, dio pruebas de sabiduría en todos sus registros, con una inmejorable proyección en el agudo, y también en los cambios de tempo, perfectamente compaginados con la orquesta. El aria se cerró con un mi sobreagudo extático, gallardo, soberbio, como ningún otro.

Leonor Bonilla saludando tras una interpretación con la ROSS (c) Guillermo Mendo

Y la última pieza del concierto parecía haberse escrito expresamente para ella. En la «Sevillana» de Massenet, dio una clase magistral de canto. Su perfecto francés ayudaba a que el sonido saliera bien proyectado desde su consonante, labor difícil para un idioma complicado de cantar por su guturalidad intrínseca. Y este fenómeno de la naturaleza vocal que es Leonor Bonilla no sólo nos regaló una noria de timbres sonoros como campanillas, sino también una ejecución perfecta de todos los pasajes, entresijos y acrobacias técnico-vocales de la partitura con una templanza torera digna de alabar, ya que todo estuvo acompañado por el aleteo de un abanico que movió como nadie. Sencillamente Divina.

Como su sonido y prestaciones no dejaron de ir a más en todo el concierto, la sevillana quiso volver a cantar, a modo de bis y cierre, el final de la Cavatina de García, esta vez castañuelas en mano. Y todos los espectadores quedamos embelesados en armoniosa unidad, como imantados por el poderío máximo de la Bonilla, que hacía que sólo pudiéramos observar el pulso que gestionaba ella y sólo ella a golpe de castañuela. Arrebatadora como poco. Y es que la ciudad Sevilla tiene la inmensa suerte de tenerse y homenajearse a sí misma en cada uno de sus gestos y expresiones. Y este maravilloso homenaje queda para el recuerdo, y sólo podemos agradecerlo a la gran estrella lírica que es ¡Leonor de Sevilla’. Ross Oliver Díaz Leonor

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Teatro Lope de Vega de Sevilla, a 12 de mayo de 2022. Piezas de R. Carnicer, M. García, G. Giménez, Moreno Torroba, Mozart, Massenet y Delibes. Intérpretes: Leonor Bonilla, Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director: Oliver Díaz. Opera World