Jessica Pratt, gran soprano de coloratura, es la primadonna assoluta de La sonnambula belliniana que completa la temporada de 2019. ACO dedica las tres funciones a la memoria del doctor José Luis Montesdeoca, “directivo durante muchos años de nuestra asociación y trabajador incansable por la ópera de Gran Canaria”. Merecido y justo recuerdo.
La soprano luce la finura y el poder de su voz desde el Come per me sereno del primer acto, atacado con cautelas que desaparecen gradualmente hasta la apoteósica escena en torno al aria Ah, non credea mirarti que da fin a la obra. La señora Pratt hace en general un alarde de cantabilidad melódica en toda su tesitura. Alcanza con juvenil valentía, sin trampa ni apoyaturas, los sobreagudos extremos, sin merma de la luminosidad cristalina del color, el delicado legato , las perfectas agilidades en las grandes fermatas , el largo aliento y el encanto expresivo. Intérprete ideal de una ópera que necesita estas calidades sopraniles para mantenerse en los programas.
Junto a ella despliegan dos canarias un trabajo bello en las voces e impecablemente profesional, la soprano Abenauara Graffigna y la veterana mezzo Rosa Delia Martín. Entre las voces masculinas, el tenor Giulio Pelligra, aquí debutante, lucha bravamente con Elvino a fuerza de entusiasmo y pundonor; y el bajo Riccardo Fassi exhibe una vez más en el Galdós la densidad y nobleza de una magnífica voz. Dos partiquinos canarios , el barítono Fernando Campero y el tenor Gabriel Alvarez lucen voces seguras y desenvoltura escénica.
El maestro catalán David Giménez hizo poco o nada para animar la premiosidad repetitiva del primer acto, francamente cansino. Mucho mejor el tempo del segundo aunque bien se sabe que el 90% de la patitura orquestal, sumaria y paupérrima, no abona precisamente las tensiones dramáticas. Siempre correcto, el Coro de la Opera que dirige Olga Santana demuestra al comiezo del según acto que también sabe cantar piano y consdeguir texturas muy agradables. La escenografía, coproducida por ACO con la Opera de Lombardía, descansa en una sola arquitectura de inclasificable estética, que empequeñece el espacio escénico por dividirlo en dos alturas inncecesarias.Cuando aparece la rampa del sonambulismo. la aglomeración humana tiene algo de angustioso. Seguro que el teatro lombardo es chico. Pero todo lo salva una belllisima voz virtuosa: la de la muy aclamada Jessica Pratt, que debe volver cuanto antes.
G.García-Alcalde