La Sonnambula en Vigo: triunfo de de la jovencísima Marina Monzó

Sonnambula en Vigo. Foto: Ricardo Grobas
Sonnambula en Vigo. Foto: Ricardo Grobas

Por segunda ocasión consecutiva, el feliz convenio de colaboración entre la Asociación de Amigos de la Ópera de Vigo y la Real Filharmonía de Galicia permitían alzar el telón del Otoño lírico vigués, en el Teatro García Barbón el pasado domingo 8 de octubre, dos días después de que lo hiciera en el Auditorio de Galicia compostelano, con el emblemático título belliniano en dos actos sobre libreto de Felice Romani, La Sonnambula. La cita, sustentada en la reconocida solvencia de la orquesta gallega, concitaba el interés añadido de poder escuchar por primera vez a la pareja protagonista, encarnada por el tenor mexicano Jesús León, frecuente Elvino en numerosos teatros europeos pero que realizaba su debut en España y la jovencísima soprano valenciana Marina Monzó, de fulgurante proyección internacional tras su exitosa Amina con la ABAO y su participación en el Festival de Pesaro por selección directa del eximio Alberto Zedda. La elección de ambos intérpretes no ha podido ser más afortunada.

En su séptima composición lírica, el cisne de Catania sublimaba las características más sobresalientes de su particular escritura neobelcantista, para mayor gloria de los intérpretes del estreno milanés de 1831, los ya míticos Giovanni Battista Rubini y Giuditta Pasta, y dejaba para la posteridad uno de los títulos más celebrados de su reducido catálogo. Los amantes del género conocen sobradamente que una acertada recreación de la exigente escritura vocal plasmada en los pentagramas de la obra les permitirá disfrutar de extensas y delicadas melodías, alternadas con brillantes strettas, repletas de agilidades y sobreagudos. Tal fue el caso de esta Sonnambula viguesa.

Presentada como una función en versión de concierto, tan solo la carencia de vestuario y decorados y la presencia de coro y orquesta en el escenario acreditó esta condición, pues las entradas y salidas de los personajes, el espontáneo y acertado movimiento actoral y la inclusión de los imprescindibles elementos de atrezzo nada tuvieron que envidiar a las habituales (y con frecuencia excesivamente estáticas) producciones operísticas. En sus breves cometidos los gallegos Nuria Lorenzo, Pedro Martínez Tapia y Pablo Carballido encarnaron, respectivamente, una correcta Teresa, un impecable y simpático Alessio y un inmejorable Notaro. La soprano Eva Tenorio superó con desenvoltura y suficiencia la laboriosa parte de Lisa, y lo hizo sin los habituales cortes que se suelen realizar en sus dos arias. Felipe Bou cantó un elegante y canónico Conte Rodolfo y regaló un espléndido “Vi Ravviso …” que recibió numerosos aplausos.

Sonnambula en Vigo. Foto: Ricardo Grobas
Sonnambula en Vigo. Foto: Ricardo Grobas

El timbre y las peculiaridades de la voz de Jesús León resultaban idóneos para las características del rol de Elvino y, desde el inicio, se mostró como el complemento ideal de la Amina de Monzó, con dúos de excelente empaste. Siempre con cuidado fraseo, su acertada interpretación alcanzó el punto álgido en su escena, aria y cabaletta del segundo acto, culminada con doble ascensión al re sobreagudo. Que la cantera de voces españolas vive un momento extraordinario quedaba acreditado el año pasado con la rutilante Leila de Ruth Iniesta. Con idéntica proyección, cuando menos, se presenta la carrera de Marina Monzó. Su  intervención en la ciudad olívica la acredita, sin ninguna duda, como una de los valores líricos del momento. Soprano de timbre cristalino y homogéneo registro, logró hacer brillar sus mejores virtudes proponiendo una Amina dulce y sensible, posiblemente muy distante de la visión original de la creadora del rol en su estreno milanés, pero siempre con coherencia dramática y musical. En su gran aria final, el “Ah non credea …” dispuso de la línea canora, el fiato y la delicada emoción precisa para lograr ese mágico instante, capaz de cautivar al público vigués. No menos valiosas son su naturalidad y estupenda presencia escénica, argumentos que, sin duda, se verán enriquecidos en el ámbito dramático con experiencia y madurez. Todos los mejores augurios para este diamante de tan sólo veintitrés años.

El Coro Gaos cumplió con acierto su casi constante presencia en la ópera bajo la atenta y atinada dirección de Manuel Coves, quien, al frente de la Real Filharmonía de Galicia, supo imprimir la dosis de dinamismo requerida para evitar la excesiva languidez de algunos pasajes, incorporando con este objetivo algunos cortes en cadencias y enlaces. Un Bellini para disfrutar que tan sólo encontró dos peros importantes. El primero, los huecos en un teatro  al que, por lo general, el público de Vigo suele acudir con interés en otras citas operísticas de menor calado ajenas a la AAOV y el segundo, la sinfonía de toses y ruidos (acústicos y digitales) que, inevitablemente, y me temo que en la mayoría de los casos de manera innecesaria y gratuita, acompaña cualquier representación, recital o concierto. Ojalá que solo se trate de modas pasajeras.

Joaquín Gómez