Creo que ya me he referido en varias ocasiones, a través de estas apresuradas crónicas zarzuelísticas, sobre la idoneidad de las programaciones que viene celebrando el histórico y entrañable coliseo de la calle Jovellanos. Inteligencia, sensibilidad, valentía en los planteamientos, alejados del tópico, de la repetición, de la proliferación de títulos poco interesantes desde el punto de vista musical. Valentía y adecuado criterio musicológico – entiéndase bien el sentido exacto de la palabra- para saber bucear en un repertorio tan amplio, tan extenso y tan poco explotado. Gracias al buen criterio que guía a los responsables del Teatro de la Zarzuela, podemos hoy congratularnos de que estamos saboreando las mejores y más representativas partituras del género más netamente español y que, paradójicamente, es insuficientemente conocido precisamente aquí, en España.
La pasada temporada ofreció un importante resultado final, con dos estrenos – Juan José para vergüenza nuestra no se había representado nunca- y con reposiciones muy logradas. Este año se sigue el mismo camino, camino sembrado de aciertos. Tras el gran impacto de Las Golondrinas, y el importante tributo de justo reconocimiento hacia la figura de Nebra, con su Ifigenia, nos encontramos ante una de las mejores partituras de un músico tan importante como es el catalán Amadeo Vives, teniendo una vez más como eficaces colaboradores a los libretistas de la Doña Francisquita, o sea Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Y de nuevo el homenaje al Fénix de los Ingenios, Félix Lope de Vega y Carpio. Si enDoña Francisquita se rendía tributo a La discreta enamorada, en esta ocasión se elegía otra de las obras más significativas del gran Lope, Peribáñez y el comendador de Ocaña, pero siguiendo aquí con mayor fidelidad la trama de Lope de Vega, con un gran respeto hacia las tres figuras principales como son el propio Peribáñez, Casilda y Don Fadrique. La figura fmenina protagonista está tan bien trazada que merece adecuadamente el título de la obra zarzuelística, La Villana,prevaleciendo sobre el otro protagonista como es Peribáñez. Pero en general, los tres personajes principales de esta comedia dramática están perfectamente perfilados, siguiendo con bastante fidelidad a los que ideara Lope.
Y así con un libreto que bebe de tan importantes fuentes literarias, Amadeo Vives escribe una partitura realmente importante, muy por encima de la media de obras coetáneas e incluso anteriores y posteriores. Rica fuente de inspiración la que tieneVives que siempre se declarará admirador del teatro de Lope y buen conocedor de las esencias que concurren en toda la producción teatral del llamado siglo de oro. Por ambiente, por paisaje castellano, podría haber caído el compositor en la tentación de hacer una zarzuela rural, de amor y celos, sin más. Pero no se conforma con ello, huye de encasillamientos y aunque Castilla está bien presente en el trazo musical, en algunas de las escenas de conjunto, en el sobrio tratamiento de los personajes, aunque haya una primera escena que puede legítimamente emparentarse con lo que llamamos zarzuela de ambiente rural, rápidamente trasciende y son los personajes con sus pasiones, sus sentimientos, con la dura y cruel realidad de un argumento que se sitúa en la Edad Media y que sin embargo bucea musicalmente y define con absoluta riqueza y color los caracteres de los personajes y los sentimientos que embargan la acción: amor, celos, honor, sensualidad y violencia. Pero todo ellos sin brutalidad, con una elegante utilización de los medios que tan bien saben llevar a cabo compositor y libretistas.
¿Resultado? Una bellísima zarzuela-ópera, de un alto nivel artístico, con un argumento alejado de los lugares comunes tontorrones que han caracterizado a muchas obras de nuestro género lírico. Por el contrario, argumento serio, lleno de posibiliades dramáticas que bien sabe aprovechar Vives para escribir una de sus mejores partituras.
Porque hay momentos verdaderamente importantes en la música de La Villana. Desde la escena inicial muy animada, yo diría que luminosa, que puede inducir al error de pensar que vamos a encontrarnos con una zarzuela de ambiente rural. Después se irán sucediendo los distintos números musicales en los que cabe destacar el hermosísimo dúo Peribáñez (barítono) y Casilda (soprano), dúo que comienza con la frase Ya estamos en casa. Previamente, Don Fadrique (tenor) habrá hecho su aparición en escena, prendándose de la belleza de la villana recién casada. La pasión del noble culminará con la bellísima endecha Tus ojos me miraron. Escenas de conjunto, concertantes, dúos para llegar a un momento culminante de la obra, con la romanza de Casilda titulada La capa de paño pardo,quizá el momento más conocido de toda la obra. Se sucederán los distintos números siempre enmarcados en la calidad inherente a la obra de Vives y la orquesta y el coro tendrán buena ocasión de lucirse con la hermosa estructura de la Jota castellana, para dar paso al drama, a la muerte del comendador a manos del villano y la escena final con perdón del Rey y con un canto de alegría y esperanza por parte del pueblo, un momento coral francamente bien concebido y formidablemente llevado a término por el compositor.
En la noche del estreno pudimos asistir a una muy buena representación con un trío protagonista que estuvo a gran altura. Una encantadora Nicola Beller Carbone, dio vida a una estupenda Casilda. Cantó con mucho gusto, con una limpia línea en la que la afinación fue completa, cantó con buena técnica vocal, recreándose en el exquisito lirismo que trasciende de la partitura. Voz media muy hermosa, bien colocada, sabiendo respirar de forma adecuada y no perdiendo nunca la musicalidad, sobre todo en un registro agudo que sin ser excepcional, tenía verdadera calidad. Se supo mover muy bien en escena y fue una de las triunfadoras de la noche. Junto a ella un convincente, seguro y muy creíble Ángel Ódena, en su papel de Peribáñez. Es barítono de voz robusta, redonda, con un registro central de calidad y muy musical y con un registro agudo brillante y elegante. Voz potente que no abusa nunca del forte, sino que sabe moverse por los caminos de una expresiva delicadeza. También estuvo a buena altura como intérprete escénico, redondeando con verdadero acierto su personaje. En cuanto al tenor Jorge de León, que daba vida al Comendador don Fadrique, es un cantante de buena línea lírica, con un timbre hermoso, con unos agudos brillantes, con unas características que lo acercan al spinto. Hacía tiempo que no le oía cantar en directo, concretamente desde una representación de Aída, en el mítico teatro de La Scala de Milán. No ha perdido nada de la buena calidad que demostró en el personaje verdiano, y en La Zarzuela estuvo en estupenda línea de tenor lírico, poderoso, de bello timbre, de buen gusto en el canto, sin concesiones a la galería, cantando con pureza un papel especialmente interesante y que requiere de un intérprete de alta calidad. Jorge de León la tuvo y brilló también en el terreno interpretativo haciendo una versión muy interesante del personaje creado por Lope de Vega.
Me gustaron mucho los coros, como ya va siendo habitual en las buenas representaciones que ofrecen en su escenario de La Zarzuela. Compactos, con buena afinación, seguros y musicales. No estuvieron tan acertados algunos miembros de la orquesta, a pesar de la buena dirección e indudable calidad del director Gómez Martínez que supo llevar con buen pulso toda la representación.
No podemos olvidar la excelente dirección escénica de Natalia Menéndez, así como la escenografía de Nicolás Boni, el acertado vestuario, aunque con algún anacronismo, de María Araújo. Buena iluminación, interesante coreografía de Mónica Runde, acertada dirección coral de Antonio Fauró.
Y en personajes secundarios acertada y correcta actuación de Milagros Martín, Sandra Fernández, Ricardo Muñiz, Carlos Lorenzo, Rubén Amoretti, y un largo elenco muy eficiente en su tarea. A teatro lleno, con la asistencia del Ministro de Cultura, el Teatro de la Zarzuela se ha apuntado un nuevo y legítimo éxito.
José Antonio Lacárcel