La ópera tendrá una breve temporada en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, del 20 al 23 de septiembre.
Ciudad de México.- La sesión de escucha realizada en la Fonoteca Nacional, titulada Benjamín Britten: Drama y poesía en la ópera moderna inglesa. II. Detrás del montaje de una ópera de Britten, fue el marco para que el director musical e historiador André Dos Santos presentara un adelanto de la ópera La violación de Lucrecia, del compositor inglés, la cual tendrá una breve temporada en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, del 20 al 23 de septiembre.
Acompañado por el director de escena Oswaldo M. del Campo y de la diseñadora de vestuario y escenografía Teresa Alvarado, André Dos Santos detalló que se trata de una producción independiente que cuenta con el apoyo del Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la Coordinación Nacional de Música y Ópera, cuyo propósito es ofrecer al público una obra desde una perspectiva innovadora.
Dos Santos realizó, como parte de la sesión de escucha, una recorrido por las óperas más representativas de Benjamin Britten, compositor de quien se han hecho múltiples interpretaciones de sus obras, por el rico contenido temático que poseen; su condición de homosexual lo llevó a manifestar, por medio de su trabajo, la defensa de los derechos humanos y de la diversidad.
Citó como ejemplos de esta postura óperas como Paul Bunyan (obra en dos actos, música de Benjamin Britten y libreto de W.H. Auden. 1941),Billy Budd (composición en cuatro actos, música de Britten y libreto de E.M. Forster y Eric Crozier, basada en la novela homónima de Herman Melville.1951) y Gloriana (ópera en tres actos, música de Britten y libreto de William Plomer).
De las tres composiciones, Billy Budd es la más representativa de Benjamin Britten y su compromiso con la defensa de los derechos humanos; narra la historia de dos soldados de la Armada Real Inglesa que se enamoran durante un viaje por el océano, pero sus convicciones militares y su lealtad a la reina provocan, durante ese trayecto, un profundo drama.
André Dos Santos destacó que Benjamin Britten supo colocarse en la alta esfera cultural inglesa, “lo cual queda demostrado con la ópera que escribió para la coronación de la reina Isabel II en el año de 1953, que luego le valió el haber recibido un título nobiliario, esto en la década de los años 70, poco antes de su muerte.
“En el caso de La violación de Lucrecia (ópera de cámara, libreto de Ronald Duncan, estrenada en el Festival de Glyndebourne en julio de 1946) la intención de Benjamín Britten fue la de manifestar su rechazo a los conflictos bélicos, pues recién había concluido la Segunda Guerra Mundial. El conflicto en esta ocasión no recae tanto en el hecho atroz realizado contra el personaje femenino, sino en la lucha armada que provoca.
“De esta manera el compositor le otorga un nivel de reflexión mucho más profundo y atemporal a la reflexión con que fue creada este ópera, en un formato además recurrente en sus composiciones, un recurso innovador en su época, que es traído a nuestros días con la intención de recuperar tanto las posibles lecturas de la trama, como el estilo intimista de la propuesta, la cual, hasta donde sabemos, nunca se había presentado en México”.
El desarrollo de una estética propia
Para el montaje, tanto el director de escena, Oswaldo M del Campo, como la diseñadora de vestuario y escenografía, Teresa Alvarado, enfocaron su trabajo a la creación de una estética propia, con referencias contemporáneas a los uniformes y una suma de épocas distintas.
Oswaldo M del Campo comentó que la escenografía “es fácilmente reconocible por el espectador y al mismo tiempo lo remite a conflictos pasados, pues la música posee esa característica atemporal, que consideramos es el aspecto más importante de todas las composiciones de Benjamín Britten.
“De este modo los intérpretes de la obra tienen la posibilidad de moverse con toda libertad en el escenario, el cual está dividido en varios lugares, donde se colocarán los músicos de la orquesta de cámara necesarios para este montaje, así como los niños del coro que pide la partitura original. Es la forma en que resolvemos e interpretamos esta propuesta escénica, pues una constante evidente en las composiciones del autor inglés es que incluye la participación de varios personajes que no se ven, pero se hacen presentes con su voz. Es una de las maravillas de sus óperas, son el recurso para provocar la imaginación y las emociones del espectador”.
Teresa Alvarado detalló: “nos enfocamos a la creación de un aspecto atemporal sí, pero reconocible por el espectador, pues la referencia de la guerra es algo que acostumbramos ver como lejano, ocurrido en el pasado o en un futuro distante, pero en nuestros días, estas nociones se han modificado.
“Considero también que esa es otra de las maravillas de las obras de Benjamín Britten, en el sentido de que sus historias son universales, porque hablan de la condición humana, de sus pasiones, obsesiones y debilidades, así que el aspecto visual de los cantantes y actores de este montaje tenía que ser igualmente profundo, con la salvedad de que el ambiente de guerra, de confrontación y violencia, es algo cotidiano en nuestras vidas, en México y en el resto del mundo”.