La Viuda Alegre con Renée Fleming

Esta nueva produccion de La Viuda alegre (o mejor, de “The Merry Widow”, pues así es como se conoce en los países anglosajones la obra maestra de Franz Lehár) ha sido realizada por Susan Stroman, muy conocida, al parecer, por sus galardonados montajes en la cartelera de Broadway. Y ha de ser así, pues el elemento coreográfico, firmado por ella misma, es el que marca el ritmo de esta animadísima versión, visualmente bastante más tradicional que la anterior del Met, creada a la medida de otra diva norteamericana, Frederica von Stade, quien la estrenó junto a Plácido Domingo. Por lo tanto, como se puede ver, es una obra muy querida en el repertorio del teatro neoyorquino, y hay que decir que la actual traducción -realizada por Jeremy Sams, autor junto a John Lanchbery de una edición de la obra para ballet- parece más fluida y funcionar mejor que la precedente.

La Viuda Alegre con Renée Fleming
La Viuda Alegre con Renée Fleming

La estrella es, sin duda, Renée Fleming, que aporta a su Hanna Glawari todo el “glamour” que exige el papel. Como en su recital madrileño, sortea con habilidad los agudos de un papel nada cómodo, como ella misma nos confesaba en su reciente visita hablando de las exigencias vocales de la opereta, a veces mayores incluso que los de la ópera, y está elegantísima en el lujoso vestuario que luce (uno de los aciertos absolutos de esta puesta en escena). Y no se priva de incluir, casi al final, la célebre aria “Liebe, du Himmel auf Erden” (Amor, tú, cielo en la tierra), de otro de los grandes éxitos del compositor austro-húngaro, Paganini, naturalmente cantada asimismo en la lengua de William Shakespeare, donde puede exhibir a voluntad su cremoso e inconfundible timbre.

A su lado, Nathan Gunn (al que ya no le hacen lucir sus bien trabajados pectorales, ja ja…, aunque le sientan muy bien tanto el uniforme de húsar como el frac), es un sobrio Danilo, con el humor preciso; el joven tenor Alek Shrader luce su bonito color lírico en la romanza de Camille y Kelli O’Hara revela sus dotes de actriz y cantante como Valencienne, demostrando una vez más lo bien preparados que están los artistas estadounidenses para la comedia musical. A destacar también, dentro de la corrección general, la auténtica creación de Carson Elrod como el hilarante criado Njegus (que es, por cierto, el que conoce toda la intriga, como suele ocurrir). Y es un gusto ver todavía al veterano Sir Thomas Allen, quien confiere toda su prestancia y su saber estar al papel del Barón Mirko Zeta, el embajador de Pontevedro en París y esposo de la anterior -y que, finalmente (por muy curioso que parezca), no es engañado por su mujer en esta historia de amoríos y enredos, pero siempre elegante. No en vano es una de las cumbres incuestionables del género.

El otro ‘caballero’ de la función, Sir Andrew Davis, otorga la necesaria chispa a la partitura, que suena burbujeante como el champán pero sin caer en ninguna vulgaridad.

Como en todos los DVDs filmados en el Met, se incluye además un reportaje sobre los entresijos de la pieza, entrevistas con los principales intérpretes, etc., y que suelen estar a cargo de un cantante famoso. En este caso, la ‘anfitriona’ es la encantadora mezzosoprano Joyce DiDonato.

Rafael Banús Irusta