Lamparilla en La Zarzuela: el esplendor de Barbieri

LAMPARILLA EN LA ZARZUELA: EL ESPLENDOR DE BARBIERI.

Lamparilla es algo más que un personaje para ser representado en un escenario. Lamparilla es heredero de muchos personajes que configuran el panorama literario, e incluso musical, español.

No es el cómico bobalicón dotado de una dudosa gracia llena de sal gorda, sino que su figura entronca más bien con algún que otro personaje ya trazado de forma magistral por tan eximias figuras como Lope o Calderón. En parte es heredero de la figura del gracioso, tan habitual en las comedias de capa y espada de nuestro mejor teatro del siglo de oro. Pero sobre todo es una figura de pícaro, pero podríamos decir – permítasenos la licencia- que es un pícaro decente, una buena persona que está dotada de una picardía sana, es listo, hábil, un tanto ardillesco, tiene una gracia natural que pone al servicio de aquello en que cree, o sea en lo que le pide la Paloma, el otro gran personaje que creara con indudable maestría Luis Mariano de Larra, creación literaria que dió paso a la gran creación musical de estos dos deliciosos personajes, creación que consigue con formidable maestría Francisco Asenjo Barbieri. Pero sigamos con el irrepetible Lamparilla que es resumen y síntesis de lo auténticamente popular español,, centrado aquí en lo madrileño. Pienso que la mejor definición que de Lamparilla puede hacerse es la que el propio Larra pone en boca de los vecinos y los aprendices del chispeante protagonista de la zarzuela cuando dicen-cantan:

Lamparilla era asombro del mundo.

Lamparilla era afable y cortés.

Lamparilla no tiene segundo.

Si tarda otro día,

ya no hay barbería

en el Lavapiés.

Y su réplica femenina: la Paloma. Hembra de tronío y retrechera, puro espíritu del Madrid castizo que parece tomar vida en la garbosa muchacha que tiene prendado al barberillo. Paloma es una mujer de rompe y rasga, verdadero prototipo de la maja pero con un carácter que llega a ser una caja de sorpresas. Su amistad con la Marquesita la lleva a convertirse en conspiradora y aquí entra otra vez, como pasaba en Pan y Toros, esa dicotomía entre lo popular y lo aristocrático que,, en el caso del Barberillo llegan a fundirse en las mil peripecias que protagonizan estos personajes hasta que llega al poder Floridablanca. Paloma dosifica sabiamente la coquetería con Lamparilla para obtener de él todo lo que se precise. Domina con gracia, con garbo y con cierta dulzura muy a ras de tierra, al dócil barbero que persigue una felicidad al lado de la maja. Personajes sabiamente trazados por la pluma de Larra y aun mejor descritos por la inspiración y la maestría de Barbieri. Como bien trazados, a pesar de quedar un poco más difuminados, están las figuras de los dos aristócratas: Don Luis de Haro y la Marquesita del Bierzo. Cierto regusto italianizante en el dúo de ambos frente a la fuerza intensa de la mejor música popular de los dos representantes del Madrid castizo.

El gran musicólogo don Emilio Casares Rodicio considera que El Barberillo es una obra cumbre de nuestra historia musical. Desde luego acierta como siempre el gran maestro de nuestra musicología. El Barberillo es un momento fundamental, es una obra impresionante, perfectamente escrita, es un ejemplo vivo del mejor casticismo, de una música con raíces populares que se remontan a la tonadilla escénica del XVIII. Su música recoge los mejores elementos populares como las jotas, las tiranas, las caleseras, las seguidillas. Músicas que ahondan en lo popular, músicas que luego son canalizadas adecuadamente por la inspiración y la sabiduría de Barbieri. Es el mejor casticismo, es lo auténtico, lo popular que alcanza la mayor calidad, la mayor belleza gracias al trabajo de un músico de tan gran categoría como el madrileño. Obra hermosísima, obra que mantiene su frescura, su vigencia. Como si fuera un tapiz de Goya, como un auténtico fresco, pleno de colorido y belleza, que surge como hermosa evocación del XVIII en Madrid.

Para un acontecimiento tan importante el Teatro de la Zarzuela- en cuyo escenario se estrenó precisamente esta obra- ha ofrecido un reparto que ha brillado, en general, a gran altura. En realidad esto viene siendo una constante en las producciones del teatro de la calle Jovellanos. Quiero referirme muy especialmente a la orquesta que ha dado lo mejor de sí misma y ha colaborado tan eficazmente al éxito de la representación, porque no podemos olvidar la importante labor que Barbieri encomienda a la orquesta. Buen artífice del resultado tan óptimo ha sido el director José Miguel Pérez-Sierra. Excelente visión de los planos sonoros, dando a la orquesta el protagonismo que debe tener en todo momento,, resaltando tantos instantes que Barbieri ha querido que fueran adecuadamente remarcados. Ha existido eficacia, musicalidad, y tanto los solistas como toda la masa orquestal han brillado a gran altura. Como lo han hecho los coros, que tanta importancia tienen en esta obra. El elenco que tan acertadamente dirige Antonio Fauró ha vuelto a estar en su línea, mejorando su habitual buen rendimiento. Empaste, afinación, hermosas voces, que han contribuído al éxito de la representación. Bien el vestuario, y la escenografía me ha dejado un tanto perplejo con el continuo juego de paneles negros. ¿Se pretendía resaltar el colorismo del vestuario? No lo sé. Y también me ha parecido- y lo hemos comentado con algún otro asistente a la función- que la coreografía pudo haber sido mucho más brillante, la hermosura y fuerza de la música pienso que pudo haber servido para una mejor y más atrevida coreografía.

Bien, muy bien el capítulo de voces. Sencillamente formidable Borja Quiza en el difícil y poliédrico papel de Lamparilla. Excelente de voz, bonita, bien timbrada, robusta y segura en el registro medio y francamente limpia y musical en el más agudo. Excelente cantante y actor, porque ha incorporado de manera brillante a su personaje. Ha tenido gracia, ha tenido empaque y no ha caído nunca en la exageración. Seguro, brillante, con desparpajo, con comicidad de la buena y cantando con un gusto absoluto, desde el comienzo con su “Salud, dinero y bellotas”, para bordar después la escena conjunta con la Marquesita y la Paloma. Brillante, con comicidad muy conseguida en la aparición del segundo acto. Lleno de sentimiento y gracia en el hermoso dúo con Paloma, en una línea espléndida en las seguidillas En el templo de Marte vive Cupido y por último con garbo y gracia chispeante en el cuarteto y en las caleseras. De verdad ha sido un Lamparilla perfecto. Bien contento puede estar y el público bien que aplaudió su excelente trabajo.

Elogios merece también la muy buena actuación de la mezzosoprano Cristina Faus. En todas las veces que hemos tenido la suerte de verla en el Teatro de la Zarzuela, su labor siempre ha sido convincente. En esta ocasión aún mejor si cabe. Tanto por el bonito timbre de su voz, por su buena forma de cantar, por cómo imposta la voz, la técnica de respiración, todo ello contribuye a que su versión de la Paloma, haya sido impecable. Desde su entrada en el primer acto sabiendo dar todo el gracejo que el personaje requiere, cantando con tan buen gusto, ofreciendo una rica gama de matices. O en el formidable dúo con Lamparilla donde ha brillado en las espléndidas tiranas y donde ha puesto gracia, pasión y belleza en todo momento. Y en el famoso momento de las coplas de las costureras, en el dúo de majas, y en las caleseras. Cristina Faus ha contribuído con su buen hacer al éxito general.

Bien de la misma manera la soprano María Miró y el tenor Javier Tomé dentro de esa buena línea general y cantando con muy buen gusto, con muy buen estilo el famoso dúo En una casa solariega, donde debían asumir un papel social más elevado y sabiendo ser majos en los momentos en los que tienen que vestirse con ropajes populares. El resto a un excelente nivel con lo que los bravos y las ovaciones cerradas se sucedieron a lo largo y al final de toda la representación.

Hemos asistido a una estupenda representación de una obra fundamental de la música escénica española. El barberillo de Lavapiés, en acertada edición crítica de dos grandes especialistas como son los catedráticos María Encina Cortizo y Ramón Sobrino, ha marcado un hito importante en esta temporada y nos ha hecho degustar la mejor música de nuestro acervo escénico. Obra fundamental, repito, decisiva y que ha constituído un merecido éxito. enhorabuena

José Antonio Lacárcel