Las bodas de Fígaro, “El canto a la libertad”

Las bodas de Fígaro, “El canto a la libertad”

El 1 de mayo de 1786, a tres años de la Revolución francesa, se estrenó en Viena una de las óperas más controvertidas de la historia musical: Le nozze di Figaro. Inspirada en una obra de teatro prohibida y compuesta en secreto, Mozart concibió una ópera magistral, de una gran profundidad psicológica. A través de un argumento trepidante y las distintas personalidades de los personajes, pintadas a la perfección en toda su complejidad, se traza una audaz crítica de la aristocracia de finales del Antiguo Régimen.

Una ópera escrita en secreto

Le mariage de Figaro, pieza teatral de Beaumarchais en la que se inspiró W. A. Mozart (1756-1791), provocó desde su estreno en París el 27 de abril de 1784 una sonada polémica, hasta tal punto que su autor fue encarcelado por ello. Se trataba de una auténtica bomba de relojería, al denunciar los abusos de poder de un conde que actuaba de rival amoroso de su propio sirviente, perdiendo el juego. Sin embargo, esta obra se popularizó al poco tiempo y las traducciones al alemán no tardaron en llegar. Fue así como Mozart, que tenía un ejemplar en su biblioteca, quedó fascinado por esta segunda parte de El barbero de Sevilla y encontró la historia que tanto tiempo llevaba buscando para su nueva ópera buffa cuyo libreto fue realizado por su amigo Lorenzo da Ponte. Se inició así una fructuosa colaboración entre los dos, que continuaría con la ópera Don Giovanni al año siguiente y después con Così fan tutte en 1790.

Pero el compositor y el libretista no contaban con un imprevisto de primer orden: el emperador José II, hermano de la reina María Antonieta, había prohibido representar en Austria la obra teatral de Beaumarchais, por haber provocado un gran revuelo en Francia con la crítica mordaz que se hacía de los valores decadentes de la aristocracia de la época. No obstante, decidieron emprender la composición con gran entusiasmo y en absoluto secreto durante el verano de 1785.

Da Ponte tuvo la astucia de suprimir los pasajes más polémicos de la obra original, lo que se tradujo en el beneplácito de José II para su representación en Viena. Las bodas de Fígaro se estrenó en 1786 y en ella participaron los mejores cantantes italianos, consiguiendo una gran popularidad desde su presentación en Praga. El propio Mozart se encargó de acudir a los ensayos de los mismos, obsesionado con que cada cantante comprendiera la psicología de su rol hasta las últimas consecuencias.

El elenco de personajes principales

Da Ponte conservó lo esencial del texto original de Beaumarchais, principalmente en los recitativos de esta ópera. Por su parte, las arias y el gran abanico de concertantes (del dúo al septeto) sirven precisamente para pintar musicalmente la esencia de cada papel. Mozart lo logra con tal acierto y en el seno de una trama tan intrincada, que un paralelismo con la literatura de Miguel de Cervantes no sería en absoluto anodino. Un somero comentario de los roles principales es necesario para la adecuada comprensión del laberíntico argumento:

  • Fígaro (barítono bajo):

Si bien en el texto de Beaumarchais el sirviente protagonista de la ópera profesaba claramente una visión política en contra de la aristocracia, Da Ponte endulzó el contenido para lidiar contra la censura. No obstante, Fígaro deja entrever veladamente su pensamiento en algunas ocasiones. Por ejemplo, cuando descubre las intenciones del conde de conquistar a su mujer (Susana), canta un aria jocosa y descarada (“Se vuol ballare, signor Contino”, o “Si quiere bailar, señor condesito”). Fígaro es un personaje risueño y jovial, cargado de ironía. Su rol sorprende porque se opone al estereotipo del sirviente dócil de la ópera buffa: se atreve a enfrentarse a su amo y a reafirmar su propia personalidad sin ambages.

  • El conde Almaviva (barítono lírico):

En El barbero de Sevilla, también escrito por Beaumarchais, (recordemos que Las bodas de Fígaro es la continuación), Fígaro era el fiel aliado del seductor y galante conde Almaviva, ayudándole a conquistar a la joven Rosina. Pero al casarse con ella y al cabo de los años, la rutina de la aristocracia ha cansado al conde, que comienza a fijarse en otras mujeres. Su vanidad le hace fijarse en la única que no puede poseer: Susana, la doncella de su esposa y la prometida de Fígaro. El deseo de poseerla se convertirá en una auténtica obsesión para él, pero ella resiste estoicamente y continuará siéndole fiel a Fígaro.

  • La condesa Rosina (soprano):

La condesa es la gran despechada de la historia y, al ser consciente de la actitud de su marido, el conde Almaviva, expresa con melancolía y gran profundidad su estado emocional en el aria del segundo acto “Porgi amor”. Los celos que siente le dotan de un carácter tremendamente humano. Personifica la fidelidad, al igual que Susana. Una idea simbólica podría manar de esta actitud: para Mozart, la virtud puede estar asociada a cualquier clase social.

  • Susana (soprano):

Su personaje es temperamental, enérgico e inteligente. Ella misma es la que le abre los ojos a su prometido (Fígaro) sobre la actitud del conde. Su papel en la ópera está muy vinculado a los concertantes hasta la llegada de su primera y única aria en el cuarto acto, cuando hace creer a Fígaro a través de un canto introvertido que está esperando al conde para tener un encuentro amoroso (“Deh vieni, non tardar”).

  • Cherubino (mezzosoprano):

Cherubino es un adolescente pariente del conde que nada tiene de intrascendente en el hilo argumental. De hecho, podría decirse que su personaje, para muchos uno de los más emblemáticos y entrañables de toda la literatura operística, es el que hace que surja la fantasía y la magia en lo que podría haber sido una tradicional historia de celos y enredos amorosos.

Cherubino representa el amor ingenuo en sus primeros estadios, un amor puro que le convierte en un auténtico rival del conde. El adolescente flirtea con Barbarina, la hija del jardinero Antonio, e incluso consigue robarle un beso a la impasible Susana. Por si fuera poco, acabará enamorándose de la condesa, quien a la postre es su madrina. El aria “Voi che sapete”, de una belleza expresiva sin igual, es sin duda el número más popular de Las bodas de Fígaro y uno de los más memorables de la historia de la ópera. En ella, Cherubino desvela inocentemente a la condesa los primeros visos del amor que está experimentando: un afecto lleno de deseo, entre deleite y martirio, que inflama y congela su alma al mismo tiempo.

El argumento: una jornada delirante

La obra original de Beaumarchais, Le mariage de Figaro, tenía un explícito sobrenombre, dado que todo ocurría en un solo día: La folle journée (la jornada loca). Los cincos actos en los que ésta se dividía en la versión teatral se reducen a cuatro en la obra de Mozart:

– Acto uno (por la mañana, en la habitación de Fígaro y Susana): El mismo día de su boda, Susana informa a Fígaro de que el conde Almaviva anhela un encuentro con ella y Fígaro decide hacer todo lo posible para impedírselo. Marcelina, apoyada por Bartolo, amenaza al matrimonio alegando la promesa de Fígaro de casarse con ella. Aparece entonces el díscolo Cherubino, quien enoja al conde al querer acercase a todas las mujeres del castillo, incluida la mismísima condesa. Por ello, el conde decide enviar a Cherubino a las milicias.

– Acto dos (media mañana, en la habitación de la condesa):

Fígaro urde un plan para cazar al conde intentando flirtear con su prometida: organiza una cita falsa entre el conde y Susana, a la que acudirá en realidad el joven Cherubino, disfrazado de mujer. Pero el conde llega antes de tiempo, mientras Susana y la condesa estaban vistiendo a Cherubino con atuendos femeninos. El conde se ve obligado a pedir perdón a su esposa, cuando reaparece Marcelina, recordando la promesa de Fígaro.

– Acto tres (final de la tarde, en el gran salón del castillo):

Este acto alberga seguramente el acontecimiento más sorprendente de toda la ópera: se desvela que Fígaro es en realidad el hijo raptado de Bartolo y Marcelina, por lo que esta última abandona sus planes y abraza a su vástago reencontrado. La condesa traza otro maquiavélico plan para poner a prueba la fidelidad de su marido: se vestirá con las ropas de Susana y le citará por la noche en el jardín para analizar su comportamiento. Durante la ceremonia de la boda de Susana, ésta le entrega la carta de la cita nocturna al propio conde y Fígaro contempla en secreto la escena.

– Acto cuatro (por la noche, en el parque del castillo):

Fígaro se siente traicionado por Susana y reacciona con un sonado enfado. Se propone sorprender a Susana y al conde en pleno idilio amoroso. En el jardín, se suceden escenas de caos, creadas por el cambio de roles entre Susana y la condesa, la oscuridad de la noche y el propio Cherubino, que reaparece para abordar a todas las mujeres que se encuentra. Finalmente, todo vuelve al orden: Fígaro se reconcilia con Susana y el conde termina pidiendo el perdón definitivo a su esposa. Los disturbios han acabado y los festejos de boda pueden comenzar.

Un enfoque revolucionario

Resulta muy llamativo que toda la trama se desarrolle en un solo día y en un único lugar (el castillo de Aguas Frescas en Sevilla). El hecho de que el marco espacio-temporal esté tan delimitado no es casual: el castillo podría representar sin duda la sociedad feudal en su globalidad, en el seno de la cual los distintos personajes están atrapados. El propio Mozart subraya este enfoque feudalista en su historia, cuando el conde decide despachar a Cherubino despóticamente de su dominio enviándole al ejército, aunque finalmente no lo consiga.

Precisamente, he aquí el mensaje elíptico del argumento: un noble que se cree dueño de todo y de todos, no consigue en realidad dominar nada. La reticencia de Susana a ser conquistada hasta el final simboliza ejemplarmente ese fracaso. Sin duda, el espíritu de la inminente Revolución francesa impregna en cierto sentido Las bodas de Fígaro, aunque de manera muy velada. No en vano Beaumarchais fue encarcelado por esta obra teatral.

En este sentido, Fígaro, el sirviente protagonista de la ópera, podría ser un auténtico alter ego del propio Mozart, que tanto padeció en el pasado el trato autoritario que recibió del príncipe-arzobispo Colloredo. Es muy curioso que el registro vocal del conde sea más agudo que el de Fígaro: muy probablemente, Mozart puso en práctica esta estrategia para transmitir la idea de que, en esta ópera, el poder (representado simbólicamente por la voz en tesitura de barítono bajo de Fígaro) lo tienen los criados y no los señores.

Otro argumento sustenta esta tesis: el papel de la condesa no sobresale especialmente sobre el de su sirvienta (Susana) y, en consecuencia, no puede discernirse quién es la prima donna. Este hecho tan inusual en la ópera dieciochesca evidenciaría que, para Mozart, la aristocracia no está por encima del pueblo llano.

Pero además, el rol de Cherubino alberga un gran enigma vinculado a su tesitura vocal: desde su estreno en 1786, su papel es interpretado tradicionalmente por una mezzosoprano. Ello le confiere un carácter remarcablemente ambiguo: su aspecto masculino y sus incipientes ganas de amar desconciertan, en contraposición con su voz femenina. Otro detalle refuerza esta dualidad: Cherubino es travestido por Susana y la condesa en el segundo acto.

Por estos motivos, muchos han visto en Cherubino un personaje atemporal que podría representar al amor libre en su estado más puro. Se trata de un ser anacrónico que nada tiene que ver con la sociedad de finales del S. XVIII. Así, si Las bodas de Fígaro pudiera ser considerada como un verdadero canto a la libertad, el papel de Cherubino es todo un canto al amor. La temática de la libertad amorosa será llevada aún más lejos por Mozart en Don Giovanni y particularmente en Così fan tutte.

El periódico vienés Wiener Realzeitung resumió al poco tiempo del estreno en una frase toda la esencia de la obra: “aquello que hoy en día no está permitido decir, se canta”. Esta ópera augura, en definitiva, los nuevos tiempos que estaban a punto de llegar con la gran revolución de 1789.

Grabaciones recomendadas

– Grabación de 1974 en vivo del festival de Salzburgo, Filarmónica de Viena. Herbert von Karajan (director), José Van Dam (Fígaro), Mirella Freni (Susana), Frederica von Stade (Cherubino), Elizabeth Harwood (condesa) y Tom Krause (conde).

Sin duda esta grabación en directo reúne uno de los repartos vocales más estelares que podemos encontrar. Esta interpretación de Herbet von Karajan aporta una lectura a la vez brillante y polémica (como a menudo sucede con las óperas dirigidas por este genio austríaco), por los tempi excesivamente rápidos elegidos en un buen número de recitativos y concertantes, además de la obertura.

José Van Dam, para muchos uno de los mejores barítonos bajos de la historia del canto, representa el papel de Fígaro de manera extraordinaria, transmitiendo a la perfección la audacia, inteligencia e ironía del personaje. Remarcablemente polifacético, José Van Dam nos legó además de sus trabajos operísticos un buen número de grabaciones de lieder y melodías francesas, magistralmente acompañado por el gran pianista Maciej Pikulski.

Por su parte, Mirella Freni interpreta el rol de Susana con una impostación perfecta y gran naturalidad. Su timbre purísimo y redondo le ha valido una gran reputación con el repertorio mozartiano, desde que en el año 1962 interpretara deslumbrantemente el papel de Zerlina en Don Giovanni. A lo largo de su carrera, Freni cantó tanto el papel de Susana como el de la condesa, pero posiblemente sea el de Susana el que mejor se adapte a su tesitura y cualidades vocales. Por otro lado, la mezzo americana Frederica von Stade interpreta a Cherubino con una gran intensidad emocional y un control técnico impecable, rematando esta grabación histórica que no debería faltar en la estantería del coleccionista.

– Grabación Deutsche Grammophon de 2007, Filarmónica de Viena. Nikolaus Harnoncourt (director), Ildebranco d’Arcangelo (Fígaro), Anna Netrebko (Susana), Christine Schäfer (Cherubino), Bo Skovhus (conde) y Dorothea Röschmann (condesa).

La grandísima diva rusa Anna Netrebko nos sorprendió a todos adentrándose en el repertorio mozartiano con el papel de Susana hace pocos años, después de haberse consagrado en cuerpo y alma a la escuela del belcanto italiano durante tanto tiempo. Netrebko ofrece una lección de elegancia, sobriedad y buen gusto en esta grabación. Algunos afirman que su dicción italiana no es tan impecable como su pronunciación en ruso y que precisamente manifiesta en ocasiones esa tendencia tan rusa de oscurecer la voz en el registro medio-grave. Cierto o no, lo que parece claro es que Anna Netrebko posee un timbre esponjoso de una belleza sencillamente indescriptible y unas cualidades escénicas desorbitantes que, no en vano, le están conduciendo a convertirse en la Maria Callas contemporánea.

Por su parte, el director austriaco Nikolaus Harnoncourt despliega toda una lección de historicismo, cuidando cada articulación, el balance y cada minúsculo detalle instrumental en esta versión. Sin duda, su ímprobo afán por trabajar con instrumentos originales y su rigor estilístico le han convertido en todo un rey Midas de la dirección musical, convirtiendo en oro todo aquello en lo que decide adentrarse.

 

Artículo publicado por Félix Ardanaz en el Nº 200 de la revista Melómano (septiembre de 2014)