Las Golondrinas de Usandizaga en la Zarzuela: un gran espectáculo

Las Golondrinas de Usandizaga en la Zarzuela
Las Golondrinas de Usandizaga en la Zarzuela. Foto: Javier del Real

La pasada temporada tuvimos ocasión de disfrutar de una gran programación, elaborada muy inteligentemente, en el Teatro de la Zarzuela. Se recuperaron títulos, se llevaron a cabo estrenos, en una palabra, fue una temporada en verdad muy importante. Y ahora empezamos otra en la que se sigue apostando por la calidad, por el interés, por las obras más importantes, las más plenas, de nuestro repertorio lírico. Nombres como Usandizaga, Nebra, Fernández Caballero, Vives y Arrieta, entre otros nos sitúan de nuevo en el camino de la excelencia musical, nos hacen encarar una temporada con la promesa de brillantez, categoría y gran calidad, como se ha demostrado en la primera de las representaciones, con teatro lleno y con resultado excelente.

¡Qué formidable comienzo ha tenido esta temporada el Teatro de la Zarzuela! Nada menos que una de las obras más importantes, si no la que más, de todo nuestro repertorio: Las Golondrinas de José María de Usandizaga, obra cumbre en el panorama lírico español, obra diferente, con unas connotaciones hasta entonces prácticamente inexistentes y que deberían ser referencia de tantas obras posteriores. Por desgracia, no ha sido así y una obra espléndida, magnífico en lo musical y muy interesante en lo argumental, no ha tenido la deseada continuación que hubiera supuesto un antes y un después en nuestro devenir musical escénico.

A pesar de haber desaparecido en plena juventud, Usandizaga es uno de los más altos exponentes de nuestros creadores musicales. Difícilmente se puede encontrar una mayor calidad, una personalidad tan acusada, un tan sabio empleo de los recursos musicales, una inspiración tan rica, una claridad tan rotunda en las ideas musicales. Y uno piensa que muere antes de llegar a los treinta años y piensa cuándo pudo haber aportado a la historia de nuestra música. Usandizaga pertenece a ese selecto grupo de grandes compositores vascos. Pensemos en el también malogrado Arriaga, pensemos en el gran Guridi, en otro importante creador como Sorozábal, grupo de autores que enriquecen la música vasca y que enriquecen el repertorio de la música española. Pero es que Usandizaga en Las Golondrinas alcanza un nivel excepcional que convierten a esta obra – ¿zarzuela, ópera?- qué más da el nombre si lo que prima es la calidad, en la gran creación lírica que va a marcar una época, que va a demostrar cómo se puede hacer la música escénica española, que va a suponer la consagración definitiva de un autor que con sólo esta obra hubiera pasado a la posteridad. No olvidemos que tiene, a pesar de su prematura muerte, varias páginas especialmente interesantes y que nos demuestran la enorme calidad, la gran formación que tenía el compositor donostiarra.

Las Golondrinas presenta un estupendo libreto debido al talento de María Lejárraga y la colaboración de Gregorio Martínez Sierra. Basado en la obra de la misma autora Saltimbanquis mezcla, con rara habilidad, un lenguaje poético, lleno de sencilla belleza, en un trasfondo dramático, de honda intensidad. Afortunadamente qué lejos de esos libretos tontorrones, a veces simples traducciones no muy felices, de obras extranjeras. Tampoco se desarrolla en los límites estrechos de lo castizo, o de lo puramente rural. Hay una vocación internacional, atemporal, en las trágicas peripecias de esta obra. Los personajes están muy bien trazados. Puck, con el que algunos han querido establecer cierto parentesco con el Canio de Leoncavallo, es un personaje rudo, fuerte, sacudido por fuertes pasiones, prisionero de unos celos tremendos, obsesionado por un amor no correspondido. Siente y vive por una mujer que juega con él, que se burla de su sentir, que lo desprecia. Ello unido a su carácter fiero conduce inevitablemente a la tragedia. Frente a él una mujer abnegada y deliciosa, Lina, es capaz de vivir con intensidad su amor consciente de que no es correspondida, con una idea del sacrificio que roza el idealismo. Otra mujer, Cecilia, es la personificación de la ambición, de la soberbia, del egoísmo. Este trío tiene fuerza suficiente para llenar por completo la acción y dejar al resto de personajes como meramente episódicos sin la fuerza, la garra, la veracidad de estos tres nombres.

Las Golondrinas de Usandizaga en la Zarzuela
Las Golondrinas de Usandizaga en la Zarzuela. Foto: Javier del Real

Y para subrayar estos caracteres, para conocer sus pasiones, para entender sus amores y desamores está la hermosísima, la sublime música que concibió Usandizaga. De una excepcional calidad, no muy habitual en muchas obras de nuestro género lírico, la partitura es intensa, apasionada, con una exigencia técnica de primer orden, con un acabado trabajo armónico que se advierte a lo largo de toda la representaciòn. Domina Usandizaga la técnica de la orquestación. Sabe dotar con el lenguaje de su música a la acción de todo un sentido dramático, lírico, apasionado o poético. A veces simplemente descriptivo. No recurre a la melodía facilona. Por el contrario su riqueza melódica es intensa y muy estudiada. Su apoyatura armónica resulta excepcional. El tratamiento de los recursos orquestales brilla con luz propia y sabe obtener lo mejor de las voces a las que trata con indudable maestría. La obra está llena de momentos de gran belleza desde la carta de presentación de Lina cuando canta Señora la mi señora, al hermoso momento que es definitorio, en el que Puck cantará Caminar, caminar sin descansar. O los momentos corales perfectamente definidos, o los dúos de contenido tan dispar según sea Cecilia o Lina la que le da la réplica a Puck. Las hermosas escenas de conjunto, la presencia de los artistas circenses, la belleza de las páginas orquestales, el tremendo momento en que el protagonista canta la durísima romanza Se reía, se reía. O el final, cargado de tristeza, de nostalgia, donde Puck se despide de Lina, cantándole Estrella de mi camino.

Y ante esta maravilla de obra ¿qué es lo que nos ha ofrecido el Teatro de la Zarzuela. Pues sencillamente una versión magistral, antológica, de las que dejan huella y de las que sitúan al coliseo de la calle Jovellanos, a la altura de los teatros más importantes en cuanto a producciones. Tengo que empezar congratuándome de lo bien que ha sonado la orquesta, de la estupenda labor que ha realizado Oliver Díaz cuidando a los cantantes, gestionando con eficacia los distintos planos sonoros, atento a la riqueza tímbrica de la orquesta, atento a todo con un criterio minucioso, pleno de rigor y de acierto. La orquesta ha sido disciplinada y brillante bajo su batuta. Y con ella todos los actuantes. A mi juicio hemos podido admirar a un formidable Rodrigo Esteves que ha dado vida a un Puck, impresionante, realzando los rasgos de un carácter fuerte, brutal en ocasiones, con un punto histriónico muy digno de tenerse en cuenta. Tiene una voz muy hermosa, bien timbrada, unos registros medios de alta calidad, unos agudos que transmiten seguridad y lo que es más importante, una gran musicalidad. Ha bordado el personaje desde su primera aparición hasta la huída tras el crimen.

Junto a él dos excelentes cantantes. La mezzo Nancy Fabiola Herrera ha dado vida a una Cecilia más que convincente. Dueña de una hermosa voz, muy bien timbrada, de una gran capacidad de fraseo, de un temperamento dramático que nunca ha escatimado, ha sido la suya una actuación plena, pletórica, en esa doble faceta de frialdad ambicioso y tremenda coquetería, ese continuo juego que marca todo su quehacer sobre el escenario. El personaje de Lina, lo ha bordado una deliciosa Carmen Romeu de hermosa voz, de un gran lirisimo. El personaje requiere tesitura de ligera y ella lo ha sabido ofrecer en una brillante demostración de lirismo, apasionamiento y excelente forma de cantar. Y eso que algunos pasajes son terriblemente duros y difíciles. Ha brillado a gran altura y ha conseguido transmitirnos una imagen dulce, apasionada, llena de delicadeza y encanto. El resto de cantantes, con menos importancia en la escena, han sido también muy cuidados. Jorge Rodríguez Norton, Felipe Bou y Mario Villoria han cumplido con solvencia su cometido. El coro afinado, brillante en sus intervenciones, siguiendo la buena línea que marca Antonio Fauró.

Mención aparte merece la espléndida dirección escénica de Giancarlo del Mónaco, uno de los grandes triunfadores de la noche, ofreciendo un espectáculo sensacional, de una gran brillantez, de una acabada calidad. Imaginación, inteligencia y sensibilidad, bien ayudado por un equipo eficaz, ha conseguido una producción de la que todos los participantes, y muy especialmente él, pueden sentirse legítimamente orgullosos. No puedo pasar por alto la excelente actuaciòn de los artistas de circo, francamente impecables. Los nombres de Alex G. Robles, Emilio Rodrígez, Nacho Serrano, David Hernández, Marco Covela, Pedro Torres y Sergio Dorado han contribuído, con su eficaz aportación, al legítimo triunfo que se obtuvo en la noche del estreno. Inolvidable noche, de veras.

José Antonio Lacárcel