Marcha a un paso trepidante la primera de las seis funciones de La fille du Régiment en el Liceu barcelonés, que recupera la andadura de la producción de Laurent Pelly tras su paso por la Royal Opera House, la Metropolitan Opera House, la Wiener Staatsoper, el Teatro Real, la San Francisco Opera y la Opéra National.
Pelly recrea su dirección escénica en el tono cómico de esta ópera de Gaetano Donizetti. Dentro de las sugerentes composiciones formales y de las variadas dinámicas hay un empeño en elaborar momentos proclives al humor con una dramaturgia rica en detalles que a modo de gags van acentuando la comedia hacia el esperpento con algún que otro disparo surrealista.
La acción transcurre sobre las dobleces montañosas de unos planos militares, una topografía que Chantal Thomas puebla con objetos de diversa escala, desde una hilera de carromatos que huyen del frente o el salón del castillo de la marquesa, hasta fardos de ropa, sillas, tinas, tendederos, etc.
A menudo se presenta al 21 Regimiento napoleónico en forma de pelotón, moviéndose al unísono como un cuerpo, el del padre putativo de Marie, que los acompaña desde niña haciendo las labores de vivandera. Sabina Puértolas sabe plantar en escena a la basta y vivaracha quinceañera, un personaje con gancho que lleva diversos de sus números hasta el aplauso. Junto a ella, un bravísimo Javier Camarena en el rol del risueño y enamorado tirolés Tonio. Los 9 Do de pecho de su “ah, mes amis”, que el compositor concibió como alegres agudos con visos de yodel, enardecieron a una sala que no cejó en aplaudir hasta que llegó el bis
Destacada la segunda pareja formada por el Sulpice de Simone Alberghini como el bonachón sargento que comanda al 21 y la marquesa de Berkenfield de Ewa Podleś como la secreta madre de Marie, ofuscada por enmendar los campechanamente rudos modales de su hija y proveerla de un buen partido. El coro, la orquesta y Bibiana Fernández en el rol de duquesa cerraron las filas de un espectáculo armado minuciosamente para construir, ráfaga a ráfaga, un estado de ánimo campante en una sala donde abundó el aplauso y la carcajada.