Le vin herbé en Berlín: Tristán e Isolda a la francesa

Le vin herbé en Berlín
Le vin herbé en Berlín

Frank Martin (1890-1974) es un compositor suizo, que no forma parte del grupo de los más conocidos y que en el campo de la ópera no compuso sino esta única obra, cuyo nacimiento tuvo que ver con su reacción al hecho de que los nazis se apoderaran de la figura de Richard Wagner. Esta reacción le hizo componer esta ópera en los años 30, nacida primero como una composición breve y que luego se amplió hasta llegar a la ópera que ahora conocemos. La obra se basa en la novela Tristan et Iseut, de Joseph Bédier, que difiere literariamente de lo que escribiera Richard Wagner.

Le vin herbé consta de tres parte, en la primera de las cuales se narra el viaje de Tristán e Isolda a Cornualles, que sigue fielmente lo conocido por todos, salvo que la poción mágica no la administra Brangaene, sino que un camarero la vierte erróneamente en las copas de vino (de ahí el título). En el segundo acto asistimos a la boda del Rey Marke e Isolda para a continuación huir los amantes al bosque de Morois, donde llevan una vida feliz y dura. El Rey Marke los sorprende y les perdona, pero el sentido de culpabilidad de la pareja de amantes hace que decidan separarse. En el tercer acto Tristán sigue los consejos del Duque Hoël y acepta casarse con la llamada Isolda de las Manos Blancas. En un accidente Tristán queda malherido y llama en su auxilio a Isolda, que se pone de viaje por mar. La Isolda de las Manos Blancas engaña a Tristán, haciéndole creer que Isolda no llega, muriendo Tristán. A la llegada de Isolda y al encuentro con el cadáver de su amado, ella muere también. Musicalmente es una ópera de cámara, escrita para 7 instrumentos de cuerda y un piano y la música tiene puntos de contacto con la de Debussy, aunque resulta más monótona que la del francés. No es lo que podemos llamar una obra maestra y supongo que seguirá representándose aquí y allá en algunas ocasiones.

La producción escénica para Le vin herbé de la británica Katie Mitchell resulta muy adecuada para la trama y ofrece en escena a los personajes, que, cuando no son ellos mismos, se incluyen en el resto de personajes anónimos, formando un coro, que actúa a la manera de los coros griegos relatando la acción. La escenografía se desarrolla en un caserón desvencijado, donde asistimos al inicio de la ópera al duelo por la muerte de los amantes para pasar a continuación a relatarnos la trama, lo que se hace de manera muy eficaz, con movimientos medidos (casi a la manera de Robert Wilson) de los distintos personajes y a base simplemente de elementos de atrezzo. Es una producción de carácter muy figurativo y que sirve bien al drama, contando con escenografía y vestuario de Lizzie Clachan, que lleva la acción a la época de composición de la ópera. Le vin herbé

La dirección musical corrió a cargo de Friedemann Layer, que demostró conocer muy bien la obra, no en balde ya la había dirigido en el pasado en otras ciudades, entre la que puede citarse Lyon y Gelsenkirchen. A sus órdenes estuvieron los 7 músicos pertenecientes a la Staatskapelle Berlín. No haré mención del coro, ya que sus componentes eran en este caso individualidades que servía de coro. La obra no es muy exigente para los cantantes, ya que está escrita par los registros centrales de las voces y debe primar en ellos su expresividad tanto cantando como actuando. Todo ello lo cubrió bien el reparto presentado. Trstán fue interpretado por el tenor holandés Marcel Reijans, que lo hizo bien, aunque la voz no tiene excesiva calidad. Más brillante fue la Iseut de la soprano Anna Prohaska, destacada actriz y cantante. Voz bien timbrada la Adriane Queiroz en la parte de Branghien. Un tanto modesto el Rey Marc de Ludwig Lindström. Atractiva la figura de la mezzo soprano Virpi Räisänen como Isolda de las Manos Blancas, cumpliendo vocalmente. Katherina Kammerloher lo hizo bien como Madre de Iseut. Más bien modesto el Duque Hoël de Artur Grywatzik.

Completaban el reparto, formando parte del coro griego, la soprano Narine Yeghiyan, la mezzo soprano Stephanie Atanasov, los tenores Stephen Chambers y Michael Smallwood y el bajo Arttu Kataja.

El teatro ofrecía una ocupación de alrededor de 2/3 de su aforo. El público dedicó una cálida recepción a los artistas. La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 1 hora y 49 minutos, sin interrupción. Cinco minutos de aplausos. El precio de la entrada más cara era de 70 euros, costando 22 euros la más barata, precio por el que se podía ocupar las últimas filas del patio de butacas.

Jose M. Irurzun