Por su argumento romántico, jocoso y ligero, la ópera L’elisir d’amore es una de las más representadas en el mundo
Estrenado en el «Teatro della Canobbiana» de Milán, en mayo de 1832, el melodrama cómico en dos actos, “L’elisir d’amore”, de Gaetano Donizetti fue un éxito instantáneo y hoy día es una de las óperas más representadas en el ámbito internacional.
El pasado sábado, Ópera de Puerto Rico presentó este clásico italiano en la Sala de Festivales Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce. La dirección musical estuvo a cargo del maestro Maximiano Valdés junto a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. El director de escena fue Gilberto Valenzuela y la directora del coro, Jo-Anne Herrero. La producción contó con la soprano Hilda Ramos en el papel de Adina, el tenor Joel Prieto (Nemorino), el barítono Gustavo Feulien (Belcore), el barítono-bajo Luis Alvarado (Dulcamara) y la soprano Alfonsina Molinari (Gianetta).
Después del preludio de la orquesta subió el telón para mostrar una impresionante escenografía (diseñada por Valenzuela) en que predominaban los colores ocres y marrón, contribuyendo de manera muy eficaz a la ambientación aldeana dieciochesca de la obra. El coro, con su vestuario muy vistoso, y Gianetta cantaron la introducción, que dio paso a la cavatina (“Quanto è bella”) en que el aldeano pobre Nemorino declara su amor por la inalcanzable y rica terrateniente Adina. La voz de Prieto, aunque no de gran volumen, es de timbre agradable y el joven supo usarla muy bien para comunicar la candidez del personaje. Su actuación fue tan excelente como su química con Hilda Ramos, una soprano experimentada que jugó con las fiorituras de su parte como si fuera cosa de niños en la cavatina «Benedette queste carte», que culmina con un intercambio entre Adina, Nemorino y el coro.
La entrada de Gustavo Feulien como Belcore nos mostró una voz dominante y prepotente, como su papel del sargento quien, muy seguro de sí mismo, le propone matrimonio a Adina. El final de la segunda escena, con Adina, Gianetta, Nemorino, Belcore y el coro cantando todos a la vez, en el estilo típico de los finales de escena enredados de la ópera cómica italiana, a pesar de algunos descuadres, quedó muy bien. El dúo “Chiedi all’aura lusinghiera”, un tour de force del estilo bel canto, fue manejado con notable destreza por Ramos, a quien Prieto le respondió con el candor apropiado.
Un momento tan jocoso como espontáneo fue la entrada del burro que arrastraba el carromato del Doctor Dulcore. Sin duda el burro estará muy orgulloso y agradecido de la generosidad del público puertorriqueño, que por no dejar de aplaudir, hasta a un burro le aplaude. Alvarado, por su lado, hizo su papel de doctor farsante con buena voz y excelente actuación, además de una técnica muy capaz en los pasajes rápidos que abundan en su parte.
Por supuesto, la romanza de Nemorino, “Una furtiva lagrima”, anunciada por un melodioso solo de fagot, fue el clímax del segundo acto, que Prieto cantó con gran sentimiento y expresividad. El público, de más está decir, respondió con los más efusivos aplausos y bravos. En fin, fue una excelente puesta en escena de esta clásica comedia que el numeroso público que se dio cita en el teatro evidentemente disfrutó a cabalidad, con un elenco que le hizo justicia a Donizetti y un acompañamiento sólido por parte de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y el maestro Valdés.