Una buena idea de recuperación musical con una puesta en escena y resultado musical bastante deficiente ha sido esta reposición de La Malquerida que se ha visto en Les Arts tras su estreno en los Teatros del Canal hace dos años. Ni la dirección de escena, y menos la musical consiguieron introducir al público que llenaba el Auditori Martí i Soler de Les Arts en este drama pseudoverista ambientado caprichosamente en México (supuestamente porque allí murió el compositor) en vez del ambiente rural mesetario original.
Dentro de la política de recuperación de patrimonio musical valenciano que desde hace años lleva haciendo las diferentes direcciones artísticas del Palau de Les Arts esta temporada le ha tocado el turno a la zarzuela grande La Malquerida del compositor valenciano Manuel Penella inspirado en el drama homónimo del premio nobel de literatura Jacinto Benavente.
Manuel Penella fue un compositor respetado y de éxito en su tiempo, si bien en el llamado “repertorio” raramente se ven sus creaciones si exceptuamos dos, la zarzuela El Gato Montés estrenada en la ciudad del Turia y la ópera de cámara Don Gil de Alcalá estrenada como esta Malquerida en Barcelona. Tiene una obra fructífera, con obras que van del género chico a la revista, de la zarzuela costumbrista a lo neorrococó.
Jacinto Benavente estrenó la obra de teatro La Malquerida en 1913 dentro de esa corriente literaria y teatral de final de siglo y que daba sus últimos coletazos y que hacía llorar a las plateas de comienzos del siglo pasado con dramones tan largos como inverosímiles para nuestra mentalidad, de ahí que muy raramente hoy suba a los escenarios en su forma teatral.
El reto de poner en escena la versión lírica era grande ya que ni la historia ni el texto lo favorecen. La propuesta mostrada por el regista Emilio López no consiguió mejorar esta idea casposa e inverosímil de Benavente y menos aún cuando la sitúa en un México de parque temático con mariachis incluido sin que los actores-cantantes aportaran un acento y un vocabulario propio de esta nueva localización. Más que aportar crea confusiones entre lo que se oye y lo que se ve, y por otra parte y más grave aún, una dirección de actores bastante mediocre, de una escuela ya pasada de moda y con un movimiento de masas de compañía de aficionados.
En Les Arts hemos visto propuestas escénicas muy variadas pero con este nivel de falta de calidad y creatividad no lo recuerdo.
Lo mismo se podría aplicar a la dirección musical de Santiago Serrate: monónota, lenta, aburrida, sin ideas, sin climax,…una lástima que quien podría salvar y levantar un espectáculo con unos efectivos (coro y orquesta) de primer nivel tuvieran unas intervenciones de lo más insulsa que se ha escuchado en este auditorio de grandes noches musicales.
No sabemos si lo ofrecido es la partitura y libreto entero pero las casi dos horas y media de función se hicieron demasiado largas con unos aplausos tibios, dubitativos y tras algunos números ni eso, hasta unos correctos aplausos al final de la función, más dedicados a alguno de los solistas que al resultado total.
El reparto de solistas excepto la intérprete de Raimunda fue de un nivel pobre y no es porque todos estos cantantes fueran del Centre Plácido Domingo, sino más bien por lo contrario. Hemos visto y alabado a cantantes de este Centro de perfeccionamiento en muchas ocasiones por eso nos extraña el resultado en esta ocasión.
La soprano María Caballero en su papel de Acacia no paso de una corrección muy justa en sus intervenciones canoras, destacando su romanza “Él aquí por fin” del último acto, pero a nivel escénico no hizo creíble su personaje y fue una interpretación plana sin matices ni recursos.
Bastante más deficiente fue Cesar Méndez en el personaje de Esteban, con problemas de técnica a la hora de enfrentarse a un rol que necesita un barítono experimentado y con un instrumento poderoso y resistente. Ninguna de sus intervenciones, bien en los dúos como “No llores más” del último acto, o en su romanzas “A verla voy” fue brillante sino un canto tenso en los agudos, con problemas de emisión y de presencia en el registro grave, y sin compensarlo con una interpretación teatral creíble siendo el personaje más rico teatralmente hablando.
El tenor Vicent Romero cumplió en su romanza “Otra vez en esta casa” con unos agudos bien colocados pero un canto monótono y falto de interés, si bien confiamos que con otra batuta y otro director escénico su resultado habría sido más rico.
El cuarteto solista se completa con el papel de Raimunda, la madre y esposa despechada que fue, dentro de lo inverosímil de la historia, el mejor interpretado por una Sandra Fernández entregada tanto en lo vocal, con una buenas versiones de las romanzas “”Reina del cielo” en el primer acto y “Él va a venir” del último, como en la parte escénica. Este rol a parte de largo ya que canta además de las dos romanzas citadas varios dúos y el concertante final es el más intenso de la obra, de ahí que hay que agradecer que en varios momentos esta intérprete valenciana nos sacara del letargo en el que se asentó la obra.
Destacar igualmente las intervenciones del llamado en este género “pareja cómica” de Andrea Orjuela y José Enrique Requena, así como de los actores “característicos” Victoria Salvador en una Juliana que dio un poco de naturalidad y verdad a la interpretación teatral, y un soberbio Nacho Fresneda en el papel de El Rubio con sus grandes escenas de enfrentamiento con Estebán y Raimunda respectivamente.
Hablar del coro y la orquesta en esta ocasión es más por lamentar una posible mejor intervención si hubieran estado en otras manos musicales y escénicas que por unos resultados negativos.
La música de Penella en esta partitura se mueve entre melodías bastante pegadizas con una sobrevaloración en el uso del compás ternario que hace poco variada la partitura en la que se incluyen el típico pasodoble del dúo cómico y un apunte dramático en la romanza final de la madre y que culmina en el climax del concertante final con un trágico final de poco fuelle.
La sensación al salir de la representación se movía entre el alivio de que hubiera acabado y la rabia de que una inversión generosa de profesionales y monetaria no cuajará en un éxito que hiciera pensar en la justa reposición de otros títulos de este compositor.
Ojalá que la apuesta anunciada por la nueva dirección artística de Les Arts de hacer dos producciones de zarzuela, una grande y otra chica consigan más calidad en los resultados y mejor criterio en la elección de los responsables escénicos y musicales.
Robert Benito